José Guerra
Jueves, 24 de noviembre de 2011
El hecho es que el aprovechamiento de las ventajas comparativas de
Venezuela en energía, aluminio, acero, entre otros productos, demandaba
la acción estimuladora del Estado para su despegue. Ello costó mucho
dinero al fisco y a los venezolanos y lamentablemente ese esfuerzo se
está perdiendo porque la política del gobierno va por otro camino
Las cifras del BCV confirman lo que se ha venido fraguando como una
grave tendencia de la economía venezolana a reforzar su carácter
monoexportadora y monoproductora. Aquello que los economistas e
historiadores describían en los años treinta y cuarenta como una
realidad preocupante, una vez que el petróleo terminó por liquidar a los
sectores productivos de Venezuela, principalmente la agricultura y
ciertas actividades industriales, se está haciendo presente de nuevo, de
la mano de la política económica que encabeza el presidente Chávez. No
cabe dudas de que el enfoque de la política económica que ha aplicado la
administración de Hugo Chávez ha destruido totalmente el esfuerzo
industrializador que con altos y bajos se comenzó a aplicar en Venezuela
desde la comienzo de la década de los sesenta, llamada la
industrialización por sustitución de importaciones.
De aquel parque industrial queda muy poco y de las exportaciones casi
nada. Fue un trabajo con muchos tropiezos la de incentivar las
exportaciones para de esa forma procurar diversificar la base de la
economía y hacerla menos dependiente del petróleo y vulnerable de la
volatilidad del mercado petrolero internacional. Subsidios, créditos
baratos, exoneraciones fiscales y un sistema comercial de prohibiciones
de importación, ayudaron a construir un parque industrial ciertamente
volcado a satisfacer la demanda interna desde sus inicios pero que a
finales de los ochenta y durante los noventa comenzó a despertar a la
vocación exportadora.
Todavía altamente protegida esa industria, es verdad. Pero es que todos
los países que se propusieron conquistar mercados contaron con la ayuda
y el apoyo del Estado, como lo atestigua la experiencia asiática. El
hecho es que el aprovechamiento de las ventajas comparativas de
Venezuela en energía, aluminio, acero, entre otros productos, demandaba
la acción estimuladora del Estado para su despegue. Ello costó mucho
dinero al fisco y a los venezolanos y lamentablemente ese esfuerzo se
está perdiendo porque la política del gobierno va por otro camino, por
el camino equivocado al ser el gobierno una maquinaria aceitada para
comprar bienes en el exterior. Para ser justos, la política de
aniquilamiento del establecimiento industrial se ubica claramente en el
segundo gobierno de Rafael Caldera y se ha exacerbado en la presente
gestión gubernamental.
En el gráfico anexo se consigna que en el año 1998, Venezuela exportó la
cantidad de US$ 5.529 millones no obstante lo deprimido de los precios
de esos productos exportados, lo que representó 31,0% del total
exportado. En 2011, trece años después, las exportaciones alcanzan un
valor de US$ 4.400 millones, monto éste que equivale al 5,0% de las
exportaciones totales. Es decir, en 2011, Venezuela en términos de
valor, exportó 20% menos que en 1998 a pesar de la mejora sin
precedentes de las cotizaciones del acero, hierro y el aluminio. Un país
que depende en 95,0% de la exportación de un solo producto, en nuestro
caso el petróleo, puede considerarse que el resto de las exportaciones
no cuentan, para todos los fines prácticos y que además ello le confiere
una exposición muy considerable a lo que ocurra en el mercado mundial de
los hidrocarburos. Por ese hecho, cuando la economía mundial entró en
recesión y los precios del petróleo disminuyeron, Venezuela fue la
economía de América Latina donde la caída de la actividad económica se
prolongó por más tiempo.
A la naturaleza monoexportadora se le adosa la altísima dependencia de
las importaciones para el abastecimiento interno. Medida en términos de
la producción interna, las importaciones que en 1998 constituían 24,0%
del valor de la producción nacional, en 2011, ese mismo indicador saltó
exponencialmente para ubicarse en 47,0%. Ese sesgo pro importador es una
marca registrada de la gestión económica del presidente Chávez, entre
otras cosas porque el primer mandatario no cree en los capitales
nacionales y le da preeminencia a los acuerdos de importación con los
gobiernos de Argentina, Brasil, Cuba y Nicaragua que han encontrado en
el mercado venezolano un respiradero para la colocación de sus
productos, por no mencionar a China que en estos tiempos en Venezuela va
camino a representar algo parecido a lo que fue la Compañía Guipuzcoana,
con su monopolio comercial en los tiempos del coloniaje español.
Tiene el reto un nuevo gobierno de reconstruir lo destruido, de andar lo
desandado y rectificar lo erróneo que es bastante, con el concursó de
una nueva política económica orientada hacia el progreso y que convoque
a empresarios y trabajadores a la reedificación de la economía nacional.
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