Alberto Rodríguez Barrera
Sábado, 7 de abril de 2012
"Existe un punto cercanamente aliado a lo precedente:
si la virtud de un buen hombre y un buen ciudadano es o no es la misma."
Aristóteles
El tiempo pasa y la cosas cambian. Esta es una verdad tan potente,
como todas las cosas sencillas, que sólo dejan de verla quienes se
encierran, absortos en fines limitados o "fanatizados", ajenos a la
contemplación y la reflexión que requiere la vida que pasa, a veces
quitándonos elementos esenciales de racionalización. Sucede así hoy con
las "guerras" y las Desde la guerra de Estados Unidos en Vietnam es una
clara falsedad que la guerra sea "la continuación de la política por
otros medios", como afirmó en el pasado von Clausewits. Hoy en día, y en
realidad, la guerra representa la derrota de la política. En el presente
y hacia el futuro, las armas son contraproducentes, incluso
militarmente. Porque cuando la guerra y las armas pasan a ser el amo de
la política, como es el caso en el presente chavista, dejan de ser
instrumentos de la defensa, del país y de la colectividad, cosa que sí
es -efectiva e ineludiblemente- la política.
La historia del mundo demuestra fehacientemente que las armas y las
fuerzas militares –durante siglos sin cuento- han sido una carga y un
desgaste de la economía y de la sociedad civiles. Desde los "caballeros
andantes", pagados por los campesinos, hasta los "robots" de hoy,
pagados por los ciudadanos, han sido poco más que "utilidades
relativas".El mundo occidental utiliza la pólvora desde mediados del
siglo 19, pero sólo fue 500 años después cuando comenzó a utilizarse
para la minería, la construcción de túneles, carreteras y puertos. Entre
los siglos 8 y 10, mientras los civiles inventaban el molino de viento y
la rueda hidráulica, las primeras máquinas, y la vela para las
embarcaciones marítimas, los barcos de guerra seguían siendo galeras
impulsadas a remo durante otros 600 a 700 años. Hubo cambios radicales:
desde el siglo 17 hasta el final de la Segunda Guerra mundial, la
economía de guerra y la economía de paz marcharon en beneficio mutuo. En
ese siglo los hombres inventaron el primer buque capaz de contener
cargas considerables; era un navío de guerra, pero se convirtió en el
primer transporte eficiente de carga, un adelanto tecnológico tan grande
como la máquina a vapor, el computador, la biotecnología; y trajo la
revolución industrial del siglo 18. De ahí y durante los próximos 250
años, la tecnología militar suministró nueva energía a la economía
civil; de la misma manera la tecnología civil se aplicó a lo militar, en
mayor cuantía; la primera universidad técnica –la Ecole des Ponts et
Chausséses (1747)- generó la profesión de ingeniería y la aplicación
sistemática de la ciencia y la tecnología al diseño y a la producción de
bienes y servicios.
Las grandes innovaciones de la economía civil encontraron aplicaciones
militares: máquinas de vapor, el teléfono, el inalámbrico, el automóvil,
el avión… Las guerras o lo militar, pese a la destrucción y el
desperdicio, obtuvo (y obtiene) sus momentos cumbres al acelerar esos (y
otros) desarrollos técnicos. Lo fructífero de todo ello es que la
producción civil y la militar se hicieron intercambiables, integrando
utilidades reales.
Pero eso se acaba, termina, cambia y se vuelve inútil cuando los gastos
militares se vuelven una sangría para la economía civil, como es el caso
con el aparato o parapeto de "defensa" que el chavismo monta con
multilateralidad, causando el atraso y el deterioro de nuestra economía,
como anteriormente sucedió en Rusia, Estados Unidos, países
latinoamericanos, y como no sucedió en Japón tras la Segunda Guerra
Mundial: con una gasto militar mínimo generó su inmensa evolución.El
gasto "militar" en Venezuela, traducido en un chavismo impuesto en casi
todas las áreas de la vida civil, trae implícito el estancamiento
económico y la ausencia de desarrollo. Este es un gasto que se diluye en
política interior y exterior, fundamentado exclusivamente en la
supervivencia-imposición de su "verdad única", autoengañándose como
"escuela de la nación" (Mao). Tal situación tiene un valor mínimo para
la vida y la economía civil; es una mala escuela para la sociedad civil;
degenera en tiranía, corrupción y tortura. Así está demostrado en la
historia mundial, porque tales "virtudes" nada tienen que hacer en el
mundo moderno, sirviendo mucho menos para la "protección" de los
militares. En los países desarrollados de hoy, la guerra y las armas
tienen otra dirección, ha cambiado o van cambiando hacia "opciones" y
"contingencias" específicas, de acuerdo a cada situación, porque las
armas no sirven como instrumento de política; el incremento del gasto en
ellas es una estupidez, porque cambiar propósito por masa nunca
funciona. Pero en el chavismo se quiere un monopolio de las "armas", hoy
conjugadas con medios comunicacionales y controles por "listas", entre
otros elementos, porque en el mundo nuclear, biológico y químico, de
masivo poder destructivo, pareciera que para ellos la única alternativa
es revivir un "ejército terrorista", contra los ciudadanos y el mundo.
Aquí no hay desarme ni pacifismo, sino una búsqueda guerrillera por
todos los medios posibles; la intención gorila no cambia, no hay
equilibrio para la disuasión. Con la "guerra" y con las "armas" que el
chavismo habilita, creyendo sólo en su dominio por vía de la sumisión,
no hacen más que "mear fuera del perol", por más que incrementen su
totalitaria artillería mediática. Nuestras fuerzas armadas,
específicamente hablando, también deben rescatarse a sí mismas porque
tienen un papel superior cuya política no es otra cosa diferente a la
verdadera defensa de Venezuela y de los venezolanos, en armonía con unos
tiempos que siguen y seguirán cambiando. Las necesidades sociales y
económicas nos obligan a marchar en esa dirección, un camino con futuro,
y eso nada tiene que ver con la destrucción ni con el engrandecimiento
de una egolatría absolutista y corruptora. La línea a seguir es la de
recuper el equilibrio militar inteligente, ajeno a la piratería
terrorista, que sólo podrá acabarse con el concurso de todos. "Defensa"
ya no es posible, menos si se fundamenta en "represión"; las armas deben
volver a ser un instrumento eficaz para bien de los venezolanos, de la
sociedad, de la política coherente. Porque lo que más cambia, siempre,
son las condiciones donde anida la putrefacción.
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