Salario mínimo anodino
Jair de Freitas de Jesús
Jueves, 26 de abril de 2012
Sin embargo, parte de los trabajadores del país, a través de las
organizaciones sindicales, realza la insuficiencia del nuevo salario
mínimo al afirmar que no alcanza para cubrir la canasta básica, y hace
énfasis en que a partir del Primero de Mayo de 2012, el ajuste equivale
apenas a 7,74 bolívares diarios.
En una de sus acostumbradas intervenciones, el Ejecutivo anunció al país
el nuevo salario mínimo nacional que regirá para lo que queda del año 2012.
La noticia de ajuste escalonado (una porción en mayo y otra en
septiembre) para un total de 32,25% no fue sorpresa. Como ya viene
siendo costumbre, la fijación del salario mínimo se produjo sin
involucrar a los trabajadores; es decir: sin tomar en cuenta la
concertación social.
La visión sostenida desde Miraflores involucra un análisis cuantitativo
que parte de febrero de 1999, cuando el salario mínimo mensual era de
100 bolívares hasta su proyección en septiembre de 2012, cuando superará
la barrera de los 2.000 bolívares. El Ejecutivo añade a esta cifra el
beneficio de alimentación para los trabajadores, a tenor de lo cual
propuso la conversión a dólares según la tasa oficial. El Ejecutivo
asegura que este cambio nos pone en una situación privilegiada en
América Latina.
Sin embargo, parte de los trabajadores del país, a través de las
organizaciones sindicales, realza la insuficiencia del nuevo salario
mínimo al afirmar que no alcanza para cubrir la canasta básica, y hace
énfasis en que a partir del Primero de Mayo de 2012, el ajuste equivale
apenas a 7,74 bolívares diarios.
A su nueva decepción laboral, se añade la preocupación por el anuncio de
un posible Fondo Único de Prestaciones Sociales en la futura y
clandestina reforma de la Ley Orgánica del Trabajo (LOT), así como las
heridas que siguen abiertas en el sector público por la mora reiterada
del patrono en el cumplimiento de las obligaciones laborales adquiridas
y en la discusión de convenciones colectivas del trabajo. En esta
oportunidad, el patrono ha sido más sigiloso y prudente en su reacción,
y esto se debe básicamente a dos razones. La primera es presupuestaria;
es decir: en la mayoría de los casos el ajuste ya estaba incorporado en
su estructura de costos de 2012. La segunda surge porque su mirada se
mantiene atenta al impacto de la próxima reforma de la legislación laboral.
En Venezuela, el factor cuantitativo laboral mínimo y por tanto más
óptimo para el patrono implica, a la luz de la legislación actual, que
por cada bolívar de salario se generan 54 céntimos en pasivos laborales
directos. No obstante, la cifra promedio empresarial es aún mayor, pues
asciende a 75 céntimos por cada bolívar de salario.
A partir de mayo, en el escenario menos favorable, cada trabajador
representará mensualmente la cantidad aproximada de 2.742 bolívares sin
añadir ningún gasto adicional (comisiones por servicios, gestión de
nómina y obligaciones laborales, pago de indemnizaciones adicionales por
finalización de relación de trabajo, entre otros).
En definitiva, los estímulos patronales para dar aumentos salariales han
sido sustituidos por una mayor carga de obligaciones y desembolsos de
origen legislativo, lo que acarrea que se esfuerce principalmente en
tratar de atenuar la inflación y no quedar por fuera de un estratégico
percentil de mercado.
No obstante, el solapamiento de las estructuras salariales a la cubana
es cada vez mayor y se verá más acentuado después de la reforma de la LOT.
La prohibición legal expresa no permite mencionar ninguna tasa de cambio
distinta de la oficial.
Sin embargo, basta mirar la inflación que ha acompañado todos los
ajustes desde 1999, cuyo porcentaje a pesar de los controles
existentes es mayor en el rubro de alimentos (precisamente en aquellos
en los que los estratos bajos destinan hasta 80% del presupuesto
mensual) para entender que el salario mínimo sigue siendo anodino.
jair_defreitas_1@hotmail.com
http://www.analitica.com/va/economia/opinion/8388094.asp
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