Ha muerto la República
Asdrúbal Aguiar
Jueves, 26 de abril de 2012
Si en algún rincón de sus inconsciencias les queda algo de conciencia a
estos personajes, generales, coroneles, líderes y legisladores pro
cubanos, jueces y fiscales del horror señalados por Aponte y su amigo
Walid Makled, cabeza del narcotráfico revolucionario, mejor les vale
ponerse de lado a tiempo; mientras las generaciones del porvenir toman
el encargo de reconstituir la república y vacunarla contra la septicemia
que padece.
Y pensar que el enfermo quien ocupa el Palacio de Miraflores se alza en
armas, en 1992, arguyendo ante sus compañeros y subalternos la
corrupción que mina a las FFAA y arropa, según él, al aparato
gubernamental de entonces!
Pero desde 1999, cuando pacta un modus vivendi con el narcoterrorismo
colombiano, de suyo predica su voluntad de empantanar a la nación que lo
elige gobernante y promete refundar políticamente. Los efectos ominosos
de tan perversa empresa, eso sí, los disimula tras la andanada de
improperios que dirige contra quienes tacha como enemigos de la patria y
su revolución: presos, exilados, expropiados, destituidos, asesinados.
Logra que la mirada escrutadora de la opinión voltee hacia el ruido de
sus petardos, sin escarbar a fondo. Y así corre la década y un lustro más.
La división que acomete con obsesa dedicación entre los venezolanos le
es propicia. Mas la mentira, el engaño, la felonía como política de
Estado, en buena hora y como lo muestra la experiencia de la historia
occidental, tiene los pies de barro. No hace falta el tino de un
opositor, sino la fractura de la confianza entre los socios de una mafia
transformada en política de Estado. Basta el final anunciado del
gendarme todopoderoso -le ocurre a Hitler, a Mussolini, a Somoza, a
Pinochet, y al mismo Perón- para que sus huestes se caigan a
dentelladas. Como siempre y como también ocurre entre gente honorable
-propio de las miserias humanas- en la hora postrera de un todopoderoso
y la distribución de sus haberes entre los sucesores pretendientes, no
caben miramientos o lealtades.
Las declaraciones dadas a la prensa, primero por el ex-Fiscal General de
la República y actual embajador en Roma, Julián Isaías Rodríguez Díaz, y
luego por el traicionado coronel y cabeza de la justicia penal
venezolana, Eladio Aponte Aponte, son desdorosas, causan asco como me lo
espeta un hombre de pueblo, pero desnudan la trama explicada y en
evolución. Muestran en su crudeza el lado mefistofélico del régimen
militar y marxista que hace de Venezuela su presa predilecta en pleno
siglo XXI. Nada de lo que dicen es inédito. De los crímenes oficiales
que éstos confiesan habla entre dientes el pueblo llano, desde hace
rato. Pero ahora escandalizan pues revisten de certidumbre hechos que en
el fondo todos anhelamos fuesen meras especulaciones. E irrita el
argumento cínico de ambos, sin pudor, de la solidaridad o la obediencia
debida al dictador enfermo. De modo que, si acaso alguien muere en La
Habana, antes se consuma la muerte moral de la república.
El ex-Fiscal dice saber desde un mes antes acerca del 11 de abril de
2002 y su trágico desenlace. Él y el enfermo ausente comparten y
departen al respecto, acompañados de los militares "fieles" a la
revolución. Optan por no aminorar o hacer desaparecer a tiempo el riesgo
conocido, con medidas jurídicas o de alta policía oportunas. Prefieren
que la vorágine tome cuerpo y concluya en la Masacre de Miraflores. Nada
valen 20 muertos y un centenar de heridos de bala ante la urgencia de
pavimentarle el piso al narco-Estado en formación. Se explican, pues,
por concordantes las declaraciones del propio Isaías y el juez Aponte
Aponte, el perdón de los pistoleros de Puente Llaguno, la injusta
condena de los comisarios, y también, probablemente, el asesinato del
fiscal Danilo Anderson, por acusador y perseguidor de los primeros.
¡Y el inefable Aponte, ahora víctima como se dice de la misma regla de
"injusticia" con la que mide obediente a quienes estorban en el camino
hacia esa V República coludida con la criminalidad de Estado, es apenas
una guinda! Pero cuesta digerir el torrente de fetidez que brota de sus
labios al confesarse ante la DEA, despertándonos a los venezolanos de
ese letargo que nos lleva incluso a aceptar, como si nada, el asesinato
de 19.000 compatriotas cada año; víctimas -no cabe duda- de la gran
cárcel de El Rodeo en que deriva todo el territorio nacional, gobernado
por "pranes" y cooperadores en el negocio más corruptor de voluntades
que conozca la Humanidad.
Si en algún rincón de sus inconsciencias les queda algo de conciencia a
estos personajes, generales, coroneles, líderes y legisladores pro
cubanos, jueces y fiscales del horror señalados por Aponte y su amigo
Walid Makled, cabeza del narcotráfico revolucionario, mejor les vale
ponerse de lado a tiempo; mientras las generaciones del porvenir toman
el encargo de reconstituir la república y vacunarla contra la septicemia
que padece. No caben opciones democráticas allí donde las mayorías deben
decidir, electoralmente, entre la ley y el crimen, entre la virtud o el
negocio gubernamental de los estupefacientes. Es una aberración que no
soporta la moral de la misma democracia.
correoaustral@gmail.com
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/8095748.asp
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