Pedro Lastra
Miércoles, 23 de noviembre de 2011
¿Será que el escenario comienza a reacomodarse y las fijas de las
macollas empiezan a perder en el favoritismo popular? ¿Será que la
realidad real comienza a torcerle el pescuezo a los cálculos de los
brujos profesionales? Es demasiado temprano para augurarlo. Pero una
cosa es cierta: no todo sucede como quisieran los expertos en
manipulación pública.
Dos sorprendentes expresiones de repudio, casi simultáneos, uno en una
zona popular de Caracas, el otro en un acto de inmenso simbolismo
popular en el Zulia. El de Caracas sucedió intempestivamente en Catia,
cuando el presidente de la república pretendía hacer entrega de algunas
de las pocas viviendas construidas por su régimen. El otro en uno de los
actos de la afamada fiesta de la Chinita, cuando hacía acto de presencia
la alcaldesa de Maracaibo y candidata a la gobernación, Sra. Evelyn
Trejo de Rosales.
Sobre la caravana presidencial que se adentraba en la populosa barriada
de Catia cayó siendo cacerolazo, de esos que no se escuchaban desde los
tiempos del impresionante cacerolazo de La Carlota transmitido en vivo y
en directo que sacó de sus cabales a un hombre que prometía acabar con
la viajadera en aviones prestados y vendía todo bicho volador para
demostrar la austeridad de su régimen. ¡Qué tiempos aquellos, amigo Soto
Rojas, cuando usted andaba en lo suyo, entrenando mercenarios y Chávez
con cheque de palo por 500 mil dólares jugando al Pepe Ganga del castrismo!
Nadie se imaginaba por entonces que por los desaguaderos del chavismo
correrían un billón trescientos mil millones de dólares sin dejar a
cambio más que esa aterradora cifra de homicidios, de secuestros, de
cráteres lunares, de aguas negras, pobreza extrema e invasión cubana.
Pero quienes caceroleaban presentían la dimensión de la estafa. Y su
arrechera adquiriría connotaciones tan apocalípticas, que reunida en un
solo haz de odio y rencor provocarían un tumor del tamaño de una pelota
de beisbol y un cáncer que ya invade médula ósea y convierte al hombre
del cheque de palo en cara de luna y lomo de buey. Rafael Orihuela dixit.
La otra expresión de rechazo fue una silbatina descomunal que estremeció
al Zulia porque iba dirigida a una mujer que todos considerábamos como
altamente apreciada entre sus coterráneos. ¿Qué tiene de malo una mujer
respetada por valerosa, frontal, leal y fiel a las causas de su esposo,
líder de la oposición zuliana? Nada. Salvo representar las marramucias
de una clase política que quita y pone alfiles y peones en función de
intereses de bastarda contaduría. Que alguien nos explique por qué los
guatemaltecos y salvadoreños han de armar un problema nacional porque la
esposa de un alto funcionario se presta a las heredades de sus cargos y
aquí en Venezuela habríamos de aceptarlo como asunto normal.
Sería hasta lógico si no fuera porque en ese mismo acto el gobernador de
Miranda y precandidato presidencial Henrique Capriles recibió una
estremecedora aclamación. Lo que no sucedió con el candidato del patio
Pablo Pérez. ¿Síntomas de tormentas en las predilecciones populares?
Igual sorpresa nos causó el resultado del debate, en el que dos de los
menos favorecidos por las encuestas resultaron triunfadores
indiscutibles: María Corina Machado y Diego Arria.
¿Será que el escenario comienza a reacomodarse y las fijas de las
macollas empiezan a perder en el favoritismo popular? ¿Será que la
realidad real comienza a torcerle el pescuezo a los cálculos de los
brujos profesionales? Es demasiado temprano para augurarlo. Pero una
cosa es cierta: no todo sucede como quisieran los expertos en
manipulación pública.
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