Germán Gil Rico
Jueves, 1 de diciembre de 2011
Desde cuando el trueque normaba el intercambio comercial la sociedad ha
buscado fórmulas de justa paridad. Claude, padre de Proudhon, fabricaba
cerveza y "la vendía agregándole al costo únicamente el valor de su
trabajo". Se ignora en cuanto lo valoraba, pero quebró y el adolescente
Pierre Joseph tuvo que cambiar estudios por trabajo. Del padre heredó la
idea del "precio justo" presente en su propuesta anarquista.
Es una búsqueda interminable. Entre los obstáculos tenemos los avances
tecnológicos. Si bien es cierto que aceleran la producción masiva, los
costos no descienden porque dichos avances exigen grandes inversiones
para la adquisición, el mantenimiento y el adiestramiento del personal.
Además la sociedad va exigiendo, con cada novedoso avance, mayor
eficiencia en lo que ha de venir. Sin obviar estímulos publicitarios, lo
determinante es la necesidad de instrumentos que viabilicen el
desarrollo humano, económico y social. En suma, que eleven su calidad de
vida.
Por ser un país deficitario en producción de bienes de consumo, desde el
nacimiento de la República las autoridades idearon fórmulas para
combatir la especulación, sin estrangular la producción ni la
comercialización. Evitaron marcados desabastecimientos sin abrir camino
a la inflación.
Los gobiernos de la Venezuela moderna (1945-1989) impulsaron, en mayor o
menor medida según su preferencia ideológica, programas de desarrollo
agropecuario e industrial mediante estímulos crediticios, impositivos y
arancelarios, controlando los precios de venta al público (pvp) en
productos insustituibles en el consumo, finalmente eliminado (1989) por
la globalización. Se consideró que los financiamientos otorgados para
modernización de maquinarias y expansión, sumados a la experiencia de
más de 40 años, habrían facultado a los sectores de la producción para
la competencia interna y externa. Se restituyó la libertad comercial,
históricamente reclamada por el empresariado y ninguna empresa vital
quebró a pesar de los alegatos en contra, del dramático descenso en la
cotización del petróleo y del frustrado golpe de Estado, encabezado por
un militar felón.
A 12 casi 13 años del inicio de la demolición de las instituciones
democráticas, el gobierno presidido por un Bellaco en Jefe repleto de
odio e ignorancia, secundado del malevaje ministerial, da un paso más
hacia la liquidación de la empresa privada a ser sustituida con Empresas
de Producción Social. Esta escrito en su Programa para el Desarrollo
Económico Socialista.
El camino recorrido por el carromato del Socialismo del Siglo XXI y del
anterior, arroja un saldo impresionante de empresas confiscadas,
socializadas y vueltas escombros. El modelo no es viable. Eso lo saben
sus ministros de la economía. Seres perversos que alientan los torvos
propósitos del ignorante. Instaurar la Cartilla de Racionamiento para
doblegarnos por hambre. De allí el obsequio de veneno encapsulado en la
promesa de precios justos.
De los comunistas no es posible esperar otra cosa. Como afirma el
escritor Leonardo Padura en su obra El hombre que amaba los perros,
"ellos sólo pueden presentar la pobreza extrema y generalizada como
logro social".
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