Thursday, December 1, 2011

La fábrica de pobres

La fábrica de pobres
Humberto Seijas Pittaluga
Jueves, 1 de diciembre de 2011

Mientras ese derroche sigue, el país se nos muere de mengua. Es la
realidad, aunque el régimen trate de ocultar el hecho de que no ha
impulsado el progreso nacional sino que nos lleva en retroceso hacia lo
más oscuro y primitivo del final del siglo XIX.

Como si no fuera ya bastante el chorro de reales que se reparte
pródigamente en misiones que no ayudan a sacar el país del atolladero
sino que han creado una clase parásita que no produce sino que medra del
erario, Su Adiposa Inmensidad —desesperadito porque ve cómo se le
escapan los votos de cara al 2012— acaba de ofrecer una nueva que no
pasa de ser un descarado intento de soborno a las madres más ingenuas
(que son las únicas que se comen las mentiras de Mentira Fresca). Ya las
largas e inclementes colas en las afueras del Banco Industrial se verán
engrosadas por señoras con tremendas barrigas que sostienen a un bebé
con un brazo mientras retienen con la otra mano al otro tripón para que
no se les escape y corra el riesgo de ser pisado por un carro.
¡Menesterosos del mundo, uníos! ¡Vengan a mí, que tengo flor!

Mientras ese derroche sigue, el país se nos muere de mengua. Es la
realidad, aunque el régimen trate de ocultar el hecho de que no ha
impulsado el progreso nacional sino que nos lleva en retroceso hacia lo
más oscuro y primitivo del final del siglo XIX. Esos dineros
malbaratados en misiones alcahuetas de la flojera, en subsidiar la
gasolina de alto octanaje que no es precisamente la que emplean las
clases populares, en seguir comprando amigos fuera de las fronteras, en
tratar —cual hormiga que se empeña en picar a un rinoceronte— de acabar
con "el imperio meeesmo" pudieran haber sido mejor empleados en
aumentar, mantener y modernizar las redes viales, las escuelas, los
hospitales y las instituciones que deben prestar seguridad pública.
¿Cuánto no se hubiese dinamizado la economía venezolana (y cuántos
muertos menos tuviésemos) si se hubiese invertido en las carreteras lo
que se gastó en regalar asfalto a Jamaica y Bolivia? ¿Cuántas familias
hubieran salido de la dependencia "misionera" si se hubiera construido
de verdad-verdad casas, escuelas y hospitales en la provincia venezolana
y no regalados a Cuba, Benín, Uruguay y pare de contar? ¿Cuánto mejor
estuviese funcionando la infraestructura empresarial si se hubiese
instalado generadores eléctricos aquí en vez de regalarlos a Nicaragua?
La escena mundial pensaba que nosotros íbamos a ser el primer país
suramericano que iba a salir del Tercer Mundo. Y apareció el moderno
Atila con sus hunos y su inmenso odio.

Cada día será mayor la cantidad de pobres, sin importar cuánto mienta
Elías Eljuri por órdenes superiores. Todo, de acuerdo a la filosofía
imperante de que hay que nivelar por lo bajo; que "ser rico es malo". Y
es que, recordando algo que me explicó hace mucho tiempo un expresidente
colombiano, "las izquierdas harán cualquier cosa por los pobres, menos
acabar con la pobreza". Es que ese tipo de regímenes necesita que la
gente vaya hacia ellos con las palmas de las manos extendidas y vueltas
hacia arriba, en actitud suplicante. Porque es la única manera que
conocen de mantenerse en el poder. Los italianos, desde los años
sesenta, lo explican con las palabras con las que don Camilo —el cura
que pintó Guareschi— enrostraba a Peppone, el alcalde del pueblo: "I
comunisti amano così tanto i poveri che vogliono creare altri".

Manuel Barreto recordaba hace días que el líder de la "Revolución de los
Claveles", Otelo Carvalho, cuando visitó al Primer Ministro sueco le
dijo que necesitaba ayuda para acabar con los ricos, y Palme, sin
hacerse el sueco, le respondió, "Tenemos un pequeño problema, yo lo que
quiero es acabar con los pobres". Lo que me trajo a la mente algo
sucedido en el año 63, apenas comenzando las guerrillas en la sierra de
Falcón: los bandoleros llegaron a un caserío, reunieron a los lugareños
en el centro del lugar y uno empezó a informarles que el objetivo del
movimiento guerrillero era acabar con los ricos para que todo el mundo
fuese como ellos, pobres. Un anciano ripostó algo parecido a como dijo
Palme, que él no quería que los ricos fuesen pobres sino al revés. Lo
fusilaron al instante…

Gente que piensa así todavía es quienes, para pérdida de la nación,
dragonean, desmandan y mangonean desde los más altos estratos. Empezando
por el presidente del parlamento —empeñado en una vindicta absurda por
algo que no ocurrió—, siguiendo por el comandante Fausto, los
asaltabancos Inmaduro, Cilicia y Bednal; pero que no se quedan es ellos
solos. Hay quienes —aunque todavía no hay confesión de parte, pero ya
llegará el descaro a ese colmo—ingresaron en la Academia Militar por
instrucciones del comunismo internacional para minar las instituciones.
¡Y mire que lo han hecho bien! Lo único. También hay émulos. Como la
inefable MinPoPoEduSup, quien quiere imponer eso de que los bachilleres
piensen de una única manera, olvidándose que ella es producto de una
universidad donde se estudiaba y discutía diversos modelos
socio-económicos e ideologías.

hacheseijaspe@gmail.com


http://www.analitica.com/va/economia/opinion/3753965.asp

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