Publicado el sábado, 04.05.14
Tortura por gusto
AMERICO MARTIN
"La tortura es un delito con jurisdicción universal. Las personas que
están manejando el asunto en Venezuela lo deben ver con mucho cuidado.
No adoptar medidas para sancionarla comporta responsabilidad penal.
Cualquier Estado puede reclamar la jurisdicción para conocer de los
hechos, así le pasó a Pinochet en el Reino Unido".
Pedro Nikken
Ex presidente de la CIDH
Pese a sus operaciones mercantiles de salvamento, las autoridades
cubanas siguen hablando de socialismo. Es un concepto alrededor del cual
se estructuran la Constitución y el Estado, al igual que en China, donde
todavía –sin mucho énfasis, desde luego- continúan adornando de
socialismo sus vertiginosas decisiones liberales de mercado. Todos
sabemos que mienten a conciencia. Todos, incluso ellos. ¡Pero cómo
admitir un error pregonado con sangre por más de 60 años! No habiendo
oposición ni medios en capacidad de defender la memoria contra el
olvido, la falacia transcurre sin ser perturbada.
En Cuba o en relación con ella y por extensión en la Venezuela dominada
por el chavismo, nació el concepto de Socialismo Siglo XXI. Su
reconocido autor es Heinz Dieterich, con quien tuve un fructífero y
cordial intercambio comunicacional, que se cortó bruscamente por
circunstancias ignoradas por mí. Con rigurosa honestidad intelectual,
Dieterich se convirtió después en crítico de los sistemas castrista y
chavista.
En Cuba ya no se menciona la fórmula de Dieterich y en Venezuela, muy
poco. Démosla pues por caída en desuso a sabiendas de que lo más grave
es el abrupto naufragio del modelo mismo. El de Cuba, le reconoció el
caudillo Fidel a los periodistas Jeffrey Goldman y Julia Sweig, no le
sirvió ni a los cubanos. El de Venezuela entró en declive conforme al
estilo del señor Maduro, vale decir, sin hablar de eso, sin mencionar
nada y sin atreverse a reconocerlo. Bueno, al fin y al cabo Chávez y
menos Maduro no se parecen en eso a Fidel y Raúl.
Ese extraño estilo madurista invierte el sentido del apotegma de Chou
enlai dirigido a su huésped, el desconcertado Nixon:
"Presidente, crea en lo que hago, no en lo que digo".
Frase certera como se fue viendo en lo sucesivo, pero lo de Maduro más
recuerda al trabucado Cantinflas, a quien había de creérsele lo que
decía, no lo que hacía.
Decretó el hombre la muerte del "socialista" control de precios sin
publicarlo en Gaceta Oficial, como para que sus seguidores no captaran
la deserción y en cambio sí lo hicieran los empresarios cuyas
inversiones quería estimular, pero a "lo Maduro". Por eso todo el
esguince quedó descubierto.
Y no obstante los empresarios se quejan porque los ciegos del gobierno
irrespetan puntualmente el acuerdo forjado con Maduro ¡alegando que no
aparece en Gaceta Oficial!
El caso es todavía más extremo, contraproducente e irrisorio en el
manejo oficialista del delicado tema de los Derechos Humanos y la
conducta que asumen en situaciones tan emblemáticas como las de MCM y
los alcaldes y gobernadores de oposición. Sus tortuosos laboratorios de
guerra los acusan de promover el terrorismo ¡precisamente contra el
gobierno más terrorista que hayamos tenido desde la caída de la
dictadura de Pérez Jiménez!
Como el ladrón que grita ¡al ladrón! para que no se fijen en él, el
gobierno venezolano ha entonado un intenso concierto de acusaciones para
responsabilizar a sus víctimas de los fantasiosos delitos que les ha
irrogado. Ejerce una agresiva dictadura mediática y controla los poderes
del Estado. Lo sorprendente es que usa ese inconstitucional monopolio
para justificar la tortura.
La defensora del Pueblo, Gabriela Ramírez, declaró que al régimen lo
exime de violar los derechos humanos el que la totalidad de los poderes
avale su inocencia. Como decir que los aplausos de la mayoría
parlamentaria oficialista o el respaldo de los ejes del totalitarismo
estaliniano o nazi, fueran los más convincentes argumentos a favor de la
inocencia de nadie.
Esa misma funcionaria quiso debilitar la abrumadora evidencia que acusa
al gobierno de acosar disidentes y generalizar la tortura, alterando el
significado de tan despreciable delito contra la humanidad. Debe
entenderse por tal, dice la defensora –reflejando perfectamente la
opinión dominante en el régimen- aquella práctica dirigida a obtener
confesiones del maltratado. No pocas de las denuncias minuciosamente
documentadas por el Foro Penal venezolano y demás organismos de defensa
de los derechos humanos, contemplan expresamente ese caso, lo que
bastaría entonces para mostrar el sendero que conduce a La Haya, pero lo
peor es que aún así Ramírez tergiversa tendenciosamente la idea.
La Asamblea General de la ONU y la Convención Interamericana contra la
Tortura –para mencionar solo dos eminentes organizaciones, entre
decenas- no limitan el infame procedimiento al caso mencionado por la
funcionaria del gobierno madurista, sino que incluyen muchos bestiales
maltratos que no solicitan expresamente confesiones.
El régimen es propenso -como las autocracias de todos los tiempos- a
borrar el pasado para acomodar la historia a sus cuestionados y
estólidos procesos.
Nadie debería olvidar el comentario vertido por uno de los venezolanos
más recios y honestos; un torturado a quien no pudieron arrancarle
confesiones. Me refiero a José Agustín Catalá, quien pasado el techo de
sus noventa años, es testimonio viviente contra la infamia.
Torturaban por desnudo sadismo –declaró Catalá- no por arrancar secretos.
El oficio de torturar. El gusto sádico de hacerlo, encaja en las más
sombrías categorías subhumanas. Es la venganza contra quien defiende los
derechos ciudadanos. Es la cobardía suprema del que procede con odio
infinito porque se sabe protegido por el manto de la impunidad.
¿Puede entenderlo, señora Ramírez?
http://www.elnuevoherald.com/2014/04/05/1717509/americo-martin-tortura-por-gusto.html
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