La izquierda familiar
RAÚL RIVERO | Madrid | 19 Abr 2014 - 9:33 am.
Hay una tendencia en ciertos dirigentes de América Latina a quedarse en
los palacios de gobierno aunque sea de marido acompañante.
Hay una tendencia en ciertos dirigentes de América Latina a quedarse en
los palacios de gobierno aunque sea de marido acompañante y prolongar
así lo que debe ser el deleite del poder y el espejismo de la eternidad.
Esa nueva obsesión política puede ser el reflejo de una fidelidad en
vena por la monarquía y, al mismo tiempo, una necesidad patológica de
imitar a dos dinastías que marcaron y marcan los récords de permanencia
en las poltronas de mando en esa parte del mundo: los Somoza en
Nicaragua y los Castro en Cuba.
Se conocen fenómenos exitosos y relevantes distinguidos por su atroz
persistencia como el del matrimonio Kirchner-Fernández, en Argentina.
Otros han pasado por los titulares de prensa en los periodos agitados y
urgentes de golpes de Estado y campañas electorales y allí se han
quedado exhaustos y fuera de combate. Es el caso del expresidente
hondureño Manuel Zelaya y su esposa Xiomara Castro Sarmiento.
En Nicaragua, un bastión de la perpetuidad donde los Somoza gobernaron
desde 1934 hasta 1979, el presidente Daniel Ortega, que ha pasado 12
años al mando del país, es considerado y amable con su pareja, la señora
Rosario Murillo, y comparte con ella la emoción de debatir en la mesa
del desayuno los asuntos más importantes de la nación.
Los peruanos viven una situación semejante. Nadine Heredia tiene una
participación importante en diversos asuntos del gobierno de su esposo
Ollanta Humala, según observadores políticos y representantes de la
oposición. Sin llegar a los planos de Ortega y Murillo, hay una opinión
generalizada de que el Perú también está bajo los arrullos de una pareja
de enamorados.
Esta semana, el uruguayo José Mujica, conocido como el presidente más
pobre del mundo, se inscribió en la lista de aspirantes a quedarse con
un pedazo de su humilde mandato. Propuso a su esposa, la senadora Lucía
Topolanski, como candidata a la vicepresidencia en los comicios que se
celebrarán en octubre de este año.
Reconocido por su desapego a los lujos y privilegios de su cargo
público, Pepe Mujica quiere, sin embargo, que su compañera de luchas en
la guerrilla urbana y las cárceles de la dictadura militar, se quede en
Montevideo, en el Palacio de Gobierno.
La fortuna y el poder no tienen que ver siempre con un lingote de oro,
un yate, un avión privado y una limusina.
Es enternecedor ver cómo aquella izquierda combina el amor y la política.
Source: La izquierda familiar | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/internacional/1397819969_8193.html
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