La estética de la dictadura
Milagros Socorro
Lunes, 9 de julio de 2012
Cuando el régimen militar confisca una fecha que es completamente civil,
parlamentaria, obra de intelectuales, traiciona la realidad, lo que
constituye un grave atributo para quienes deben permanecer sujetos al
poder civil y a la fuerza de la verdad.
Nada tienen que ver los militares con el 5 de Julio de 1811. Mucho menos
estos militares abonados a las nuevas formas de dependencia que ha
impuesto el régimen, entre las que se destaca la humillante sujeción de
Venezuela a la importación de alimentos; la bochornosa sumisión del jefe
del Estado a los criterios de un mandatario extranjero, cabecilla de una
dictadura de medio siglo que ha hundido a Cuba en la mendicidad y la
esclavitud; el estrangulamiento de la industria y el emprendimiento
nacional en beneficio de economías foráneas; y, en suma, todas las
formas de subalternidad a que ha sido arrastrada la República y los
ciudadanos por la autocracia de Chávez, cuyo leitmotiv es, precisamente,
que los venezolanos claudiquen en su aspiración de autonomía individual
y ofrenden toda iniciativa a un gobierno autoritario que, a cambio,
ofrece adormecerlos en una nana eterna, entonada por un hombre mediocre,
cuyos argumentos estultos y fraudulentos son la negación del anhelo de
independencia que mueve a la patria desde los cimientos de su fundación.
Lo que el país fue obligado a ver ayer, desde la pantalla del televisor,
fue un asalto a la verdad histórica. Porque el caso es que el 5 de Julio
conmemoramos una fecha civil, cual es la declaración de Independencia,
por medio de un acto verbal, un protocolo legislativo, una faena
discursiva, en la que no hubo fragor de sables, olor a pólvora ni
amplias barrigas enfundadas en uniformes con botones dorados.
Cuando el régimen militar confisca una fecha que es completamente civil,
parlamentaria, obra de intelectuales, traiciona la realidad, lo que
constituye un grave atributo para quienes deben permanecer sujetos al
poder civil y a la fuerza de la verdad.
Pero eso no fue lo peor. Lo más desgarrador fue la exhibición de
cursilería y mal gusto. Esa muestra de la estética de las dictaduras: un
coctel de programa televisivo maratónico, masas obligadas a desfilar y
una visión del mundo, atrasada y kitsch, que prescinde de los avances
educativos que se han registrado en Venezuela, no solo en las aulas sino
también en la frecuentación de los museos donde consta el desarrollo
visual del país, expresado en la obra de sus artistas, que dialogan de
tú a tú con el arte más elevado del mundo.
A contravía de todo lo que se ha logrado en materia de formación del
gusto, más aún, en franco desprecio de los alcances civiles, de las
promociones del alma, el régimen nos impuso el jueves una prueba de
degradación que tiene dos facetas: 1) esa es la perspectiva estética del
régimen. No tienen para más. Hasta ahí les llega un liderazgo fraguado
en la tarima de San José de Elorza y en escenarios de igual calado. Lo
cual es, francamente, desolador. 2) se pretende crear la impresión de
que las fuerzas armadas no responden al interés nacional y a su devenir
histórico y jurídico, expresado con toda claridad el 5 de Julio de 1811
(y devaluado este jueves al travestirlo en comparsa), sino a una
voluntad individual, no precisamente comprometida con lo más elevado del
espíritu venezolano ni con la sobriedad que orienta al hombre que se
respeta.
Visto el esperpento del jueves, que incluye, desde luego, el ascenso
exprés a orador de orden de Nicolás Maduro, con el único mérito de haber
intervenido en los asuntos internos de la hermana república del
Paraguay, al convocar a una reunión con altos oficiales de ese país en
momentos en que se atravesaba una crisis política de su exclusiva
incumbencia... frente a aquella demostración de debacle estética, decía,
los venezolanos podríamos preguntarnos si habrá, entonces, la fortaleza
moral para los tiempos venideros.
El Presidente de la República se permitió asegurar que hay un sector
venezolano que odia a los uniformados, y aunque no ha habido indicio que
nos permita pensar que alguno de los aludidos se lo tomó en serio, la
provocación es cierta y muy grave. Nos encontramos a las puertas de unas
elecciones y hay evidencias muy sólidas para avizorar un cambio de gobierno.
La interrogante es: ¿lo que vimos el jueves nos habla de unas fuerzas
armadas conectadas con la realidad y con algún sentido del decoro? Con
semejante estética, ¿pueden tener una ética? Alineados en esa quincalla
mental, ¿recuerdan la noción de épica? Este ridículo, ¿no será intencional?
msocorro@el-nacional.com
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/1933064.asp
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