¿Nigeria o Cuba?
Ibsen Martinéz
Domingo, 1 de julio de 2012
La inviable Nigeria, un petroestado podrido, como el nuestro, figuró el
año pasado en el puesto 143 del Índice de Corrupción que elabora
Transparency International: sin instituciones, rica pero infaltablemente
sin recursos, sin equidad ni posibilidades reales de detener la espiral
de violencia y terror que la deshace. Venezuela figura en el mismo
índice, sólo que 35 puestos por debajo de Nigeria.
Al discurrir sobre nuestra América, muchos analistas extranjeros se
ciñen a la "regla del pulgar" del novelista Graham Greene, gran valedor
británico de hombres fuertes caribeños como el desaparecido general
panameño Omar Torrijos. Para ellos, si el hombre es "carismático" esto
es: un espadón vociferante, tiránico e inepto, si habla "en nombre de
los pobres" y llena de dicterios al imperialismo yanqui, entonces el
tipo es de izquierda y, sin más, el bueno de la película.
Al otro candidato, Henrique Capriles Radonski, lo tratan como a José
Carreras en el chiste de Jerry Seinfeld a costa de los tres tenores: es
el otro tipo, simplemente. Y, por descarte, debe ser el candidato "de la
derecha". Pero las cosas no son tan sencillas al llegar a Venezuela, con
seguridad uno de los petroestados populistas más antiguos del planeta. Y
esto último el petroestado venezolano y sus singularidades resulta de
suma relevancia a la hora de comprender por qué Hugo Chávez, a quien
erróneamente se le piensa invicto en lides electorales, bien puede
perder ante el otro tipo las presidenciales del 7 de octubre.
Cuando eres un petroestado hispanoamericano heredas la potestad de la
Corona española sobre la riqueza del subsuelo y acabas convirtiéndote en
el "ogro filantrópico" de que hablaba Octavio Paz: sólo tú cortas el
bacalao. Tú solo dispensas todo el dinero de la renta petrolera y el
resto de la población incluida buena parte de la banca y el
empresariado local no son más que cazadores o pedigüeños de esa renta.
Y por lo mismo, menos ciudadanos que súbditos cuya religión laica es el
estatismo redistributivo. Clientes, no más. O aspirantes a serlo, con
muy poco espacio dónde situarse en medio. Para irnos entendiendo, todo
lo malo del populismo colectivista latinoamericano puede ser y, en
efecto, es peor en Venezuela, donde el Estado-billetera ha sido siempre
indistinguible del gobierno de turno y, en términos absolutos, el
empleador de bastante más del 80% de la población económicamente activa.
Paciencia con esta digresión de asunto económico, amigo lector: es del
todo relevante para esta bagatela de fin de semana.
Los petroestados experimentan fases maníacas y estados depresivos, según
como se comporten los precios del crudo.
En fase maníaca, de altos precios, a sus gobernantes les da por pensar,
o fingen pensar, que ahora sí cerrarán la brecha que nos separa del
Primer Mundo. Se arrogan toda clase de competencias, creando así más y
más incentivos a la corrupción. ¿Crear un fondo para cuando caigan los
precios? ¡Ni hablar!: ahorrar es de timoratos, cosa de cigarras, o para
decirlo más crudamente, con palabras del inolvidable Salvador Garmendia:
"El ahorro es pa' los peorros".
En fase depresiva siempre llega el momento, los petroestados se
endeudan, dan en garantía a los mercados la factura petrolera futura o
aceptan las fórmulas del FMI.
La fase maníaca que siguió al embargo impuesto a Occidente por los
países de la Opep, en 1973, nos trajo al "primer" Carlos Andrés Pérez y
la nunca bien llorada "Venezuela Saudita". Todo era posible; todo podía
y debía hacerse: desde grandes obras de infraestructura y masivos planes
de becas, crear un sistema de orquestas juveniles o editoriales como la
Colección Ayacucho, hasta obsequiar buques cargueros a Bolivia para
simbolizar apoyo al país andino en procura de una salida al mar o enviar
armas a los sandinistas. Y grandes negocios, grandes empréstitos jamás
recuperados por el petroestado buchón.
Así que Chávez no fue, por cierto, el primero en pretender comprar con
petrodólares el liderato de los condenados de la tierra: en su fase
maníaca, también CAP quiso comprar para Venezuela la jefatura de los
países no alineados. Pero Chávez ha presidido el más prolongado boom de
precios registrado hasta ahora en el planeta: la más extendida fase
maníaca petrovenezolana.
Tan largo ha sido el boom, y tan duradera la fase maníaca, que pese a la
matanza de la gallina de los huevos de oro que fue Pdvsa, ha podido
financiar fallidos, corruptibles y corruptores planes sociales de
subsidio directo a los más pobres, costosos delirios belicistas,
improbables alianzas antimperialistas , una mostrenca federación con
Cuba, el desguace definitivo de nuestra institucionalidad endeble desde
siempre, un antimperialismo tan vociferante como dispendioso y el
inequívoco y decidido empeño en llevarnos hacia un sistema totalitario.
Todo ello ha alentado la despiadada espiral de violencia criminal que
nos despedaza. Los tres lustros de Chávez han hecho posible que
Venezuela acoja modalidades del narcotráfico que involucran
"protagónicamente" a la institución militar y al Poder Judicial. Todo
ello en nombre de la solidaridad, el humanitarismo y el bien colectivo:
el socialismo del siglo XXI.
Con todo, Michael Reid, el perspicaz jefe de la sección latinoamericana
de The Economist, opina que, más que rumbo a ser una segunda Cuba,
nuestra condición de petroestado corrupto nos acerca a una segunda Nigeria.
La inviable Nigeria, un petroestado podrido, como el nuestro, figuró el
año pasado en el puesto 143 del Índice de Corrupción que elabora
Transparency International: sin instituciones, rica pero infaltablemente
sin recursos, sin equidad ni posibilidades reales de detener la espiral
de violencia y terror que la deshace. Venezuela figura en el mismo
índice, sólo que 35 puestos por debajode Nigeria, en el 178, apenas 7
países por encima del último en una lista de 182: Somalia.
Así que ya estamos en Nigeria, amigos;
al borde de ser un Estado fallido, aunque concebiblemente rescatable.
¿Daremos un paso al frente para caer en la pesadilla que es Cuba?
¿Seremos un Estado fallido y, además, irreversiblemente totalitario?
Votaré por el otro tipo. Llevaré dos más a votar por él. ¿Y usted?
http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/8194350.asp
No comments:
Post a Comment