Hugo Chávez: El peor de todos en todo
Manuel Rodríguez Mena
Martes, 3 de julio de 2012
Descalificador descalificado
En uno de sus raptos de desafuero cada vez más frecuentes y cada vez más
grotescos, Hugo Chávez se ha atrevido –atrevimiento inaceptable e
intolerable— a intentar arrebatarnos la nacionalidad venezolana a
quienes, por millones, disentimos, criticamos, nos oponemos,
despreciamos, repudiamos y sentimos severo asco por su acción política
y su gestión gubernamental. ¿Quién se cree que es? ¿Cuánto cree que vale
realmente como político, como gobernante y como ciudadano? ¿Cuánto
cree que saben o ignoran los venezolanos de su acción política y de su
gestión gubernamental, de sus vicios y defectos, delitos y crímenes?
Los vahos del poder y el lamido servil de los arrastrantes aduladores
lo han hecho elevarse del suelo (valor real) a la estratosfera
(sobrevalor megalomaníaco). Como somos parte de los millones a quienes
se nos ha pretendido arrebatar nada menos que nuestra nacionalidad por
no prosternarnos ante él y sus secuaces y no lamer sus botas de
militarista totalitario, en ejercicio del derecho a réplica –para lo
cual, afortunadamente, no necesitamos sentencia del Tribunal Superior
de…– le decimos al poder megalómano que le queda grande, galaxialmente
grande, esa pretensión de sentirse superior a todos los venezolanos,
sobre todo superior a los venezolanos no castrochavistas, quienes, por
cierto, en su totalidad y hasta el más modesto de merecimientos, no
tienen ni los vicios ni los defectos que él ha mostrado tener, y no han
incurrido en los delitos y los crímenes en los que él ha incurrido, tal
como lo han publicado miles de veces los medios de comunicación
independientes en estos trece años y seis meses de tragedia sociopolítica.
Son esas numerosas publicaciones las que nos permiten no tener que
limitarnos a frases simplistas y simplonas, como es su estilo, sino
poder respaldar nuestras afirmaciones con material hemerográfico,
bibliográfico y documental muchísimo más que suficiente. Por eso, con
sobrado soporte probatorio debidamente archivado podemos afirmar que
Hugo Chávez es el menos calificado y el más descalificado para quitarle
a nadie nada, mucho menos algo tan sagrado como la nacionalidad, porque,
en todo, es el peor de todos en toda nuestra historia.
El peor, por ser el más ignorante y el más incapaz para gobernar
bien, por ser el más irresponsable en sus acciones, por haber ejercido
la presidencia a base de solamente abusos de poder violando
cotidianamente la Constitución Nacional y leyes de la República; por
haber reclutado y puesto a su servicio incondicional a la peor escoria
de la sociedad venezolana para así conformar el peor gobierno de
nuestra historia en todos los sentidos; por haber presidido
omnímodamente el gobierno más dilapidador, más malversador y más
corrupto de todos los tiempos, tanto en el número y modalidad de los
casos como en las enormes cantidades afectadas; por haber presidido el
gobierno de menor nueva obra realizada, de haber llevado al más bajo
nivel los servicios públicos, de haber permitido por carencia de
mantenimiento el mayor deterioro de la infraestructura del país, etc.,
no obstante haber dispuesto de todo el poder institucional y de una
inmensa cantidad de recursos (1) como para haber realizado la mejor
gestión gubernamental del mundo, en términos absolutos en relación con
países de igual o menor tamaño económico y en términos relativos en
relación con países de mayor dimensión económica, incluyendo las
mayores potencias económicas mundiales; por haber conspirado, siendo
oficial militar, contra la democracia representativa, consagrada en la
Constitución Nacional, entre 1980 y 1992; por haber destruido hasta
ahora gran parte del sistema político democrático representativo con
falsos argumentos y con el único objetivo de eliminar la posibilidad de
controles y sanciones a la ejecución de su estrategia capital
destructiva y a la prosecución de su objetivo supremo de instauración de
un régimen militarista totalitario; por haber destruido gran parte de
las empresas independientes del país para eliminar la fuente de
prevención del sector privado ante el intento de imponerle un régimen
totalitario, para reducir el ámbito de relativa evasión de la acción
opresiva y represiva del gobierno, y para ampliar el campo de dominio
gubernamental a costa de la disminución del sector privado; por el
asalto a la fuerza de los ámbitos de dominio privado para pasarlos al
"dominio del sector público", eufemismo por lo que es en verdad el
dominio del castrochavismo; por otros delitos y crímenes que deben
quedar sin mención por razones de espacio. (1) Según
estimaciones de privado acopio –el gobierno suele mantener reserva
sobre sus ingresos–, la revolución castrochavista ha recibido, en los
trece años y seis meses que lleva en el poder y por distintos
conceptos, el equivalente a 1 billón 300 mil millones de dólares,
muchísimos más que los suficientes para resolver todos, absolutamente
todos los problemas económicos de Venezuela, y para haber puesto en
marcha el plan de desarrollo económico y social de muy lejos más
importante de nuestra historia y del mundo, guardando en este último
caso las debidas proporciones. Sobre esos fondos nunca ha rendido
cuenta, ni querrá ni podrá rendirla, porque por los medios de
comunicación sabemos que han sido malversados, dilapidados y sustraídos
por las más disímiles formas de corrupción
Por eso puede afirmarse, con el apoyo referencial de numerosos hechos
recogidos y publicados en medios de comunicación de toda índole,
informes, documentos y relatorías diversas, que Hugo Chávez es en
nuestro país el peor gobernante, el peor político, el peor oficial
militar, el peor ciudadano, el peor individuo, el peor ser social, el
peor venezolano, en fin, el peor de todos en todo. Por lo tanto es el
menos calificado y el más descalificado para determinar quiénes somos y
quiénes no somos venezolanos, mucho menos si lo hace en la forma tan
torpe de utilizar como criterio de arrebato quién lo apoya o quién lo
adversa.
La subversión contrademocrática en el poder
Durante los trece años y seis meses que la revolución castrochavista
lleva en el poder, ha recibido, de un número creciente de venezolanos
que hoy son millones, cuestionamientos cada vez más severos a su forma
autoritaria de gobernar, y asimismo de críticas cada vez más serias a
los vicios y defectos, delitos y crímenes en los que ha incurrido para
mantenerse y afianzarse en el poder y llevar adelante su proyecto
político militarista totalitario. Los señalamientos, cada vez mayores en
gravedad y número, han provenido de dirigentes partidistas, líderes
sociales o mayormente de meros ciudadanos, desde una posición opositora,
disidente o crítica, a lo largo y a lo ancho del país.
Durante trece años y seis meses, asimismo, la revolución castrochavista
nunca ha respondido argumentos con argumentos, ni acusaciones con
defensa, ni críticas con información o explicación. Su respuesta ha sido
siempre la misma: descalificaciones insultantes y ofensivas o
agresiones de variada índole a todo aquél que opine o actúe en
contraposición o de manera diferente al régimen, sea venezolano o
extranjero, sea cual fuere su nivel social, en fin, trátese de quien se
trate: "corruptos, ladrones, cachorros del imperio, agentes o lacayos
del imperialismo y/o de la oligarquía y/o de la burguesía, golpistas,
fascistas, pitiyanquis, conspiradores para la desestabilización o el
magnicidio, enemigos del sistema democrático, conspiradores contra la
democracia y contra el pueblo, apátridas, traidores a la Constitución
Nacional y a la patria…", etc.
Como los poderes públicos actúan como meras marionetas electrónicas,
por la velocidad con que ejecutan sus órdenes, una acusación pública de
Hugo Chávez o de cualquiera de sus secuaces en el poder,
independientemente de todo lo infundada que ella sea, suele significar
la puesta en marcha de un proceso que ha de terminar en una sanción.
Son testimonios fehacientes de ello las decenas de venezolanos presos,
condenados no obstante que nada pudo probárseles, o los miles de
compatriotas que han tenido que salir involuntaria y precipitadamente
de Venezuela huyéndole a una injusta condena.
La lección del fracaso guerrillero
La guerrilla de los años '60 del siglo pasado tuvo como estrategia
capital el derrocamiento del sistema democrático representativo, en
función del objetivo fundamental de instaurar un régimen revolucionario
de corte castrista, régimen del cual venía todo su impulso.
Según las crónicas sobre el evento guerrillero, dos de los factores
fundamentales de su derrota fueron la acción eficaz de las Fuerzas
Armadas y el vacío de apoyo popular a una acción que se proponía
destruir el sistema democrático. Por lo tanto, quedó claro que en el
futuro una nueva acción subversiva contrademocrática debería evitar
enfrentamiento abierto con las Fuerzas Armadas y tenía también que
enmascararse como democrática.
QUIÉN ES EN VERDAD HUGO CHÁVEZ
Hugo Chávez entra a la política como conspirador subversivo
contrademocrático
Con posterioridad a su derrota, ex-guerrilleros decidieron reencaminar
su proyecto subversivo fomentando una conspiración dentro de la propia
institución castrense que antes los había derrotado. Se aspiraba a que,
por emerger el golpe del seno de las FFAA, se podría eludir el riesgo
de que fuera derrotada nuevamente por ella misma. Se decidió así mismo
que la bandera del golpe no sería la destrucción de la democracia
–aunque en verdad era eso y no otra cosa lo que en realidad se buscaba–,
sino, muy por el contrario, el derrocamiento del gobierno para "limpiar
a la democracia" de sus vicios y defectos, delitos y crímenes.
A comienzos del año 1980, ex-guerrilleros en plan de activismo
subversivo entraron en contacto con el entonces teniente Hugo Chávez,
por mediación de su hermano mayor Adán, y lo captaron como uno de los
operadores de su plan conspirativo. Se acordó que la insurrección se
daría "cuando existieran las condiciones subjetivas y objetivas
propicias". No sería, pues, un golpe sedicioso contra un gobierno ni
contra un presidente determinados, sino contra el sistema democrático
como tal, el mismo que estaba consagrado en la Constitución Nacional
entonces vigente, a la cual debía lealtad por juramento todo integrante
de las FF.AA.
Al aceptar incorporarse a la conspiración golpista subversiva
contrademocrática, el teniente Hugo Chávez aceptó tácitamente quebrantar
el juramento de lealtad a las Fuerzas Armadas de las cuales formaba
parte; y al comprometerse a insurgir contra el sistema político
consagrado en la Constitución Nacional, asumía asimismo abjurar de su
lealtad constitucional. Convino por lo tanto en echarse a andar como
traidor a las Fuerzas Armadas, a la Constitución Nacional, a la Patria y
en suma al pueblo venezolano. Iniciaba así una larga tarea de subversión
del sistema democrático representativo que aún hoy mantiene desde el
poder constituido. Todo ello a los 25 años de edad y apenas con el grado
de teniente. Comenzó así una carrera política sucia y tenebrosa, que lo
ha llevado a constituir, conjuntamente con los hermanos Castro, el trío
de peores gorilas del continente americano.
Una carrera de dobleces que aún perdura
Así se inició Hugo Chávez en una carrera política que ha estado signada
por mentiras y engaños, simulación y farsa, trampas y fraudes, demagogia
y cinismo, siempre haciendo ocultamente lo contrario de lo que
públicamente dice estar haciendo.
Desde su incorporación a la conjura golpista a comienzos de 1980 hasta
el 4 de febrero de 1992, tuvo que mentir y fingir por imperativo de su
propia supervivencia dentro de las Fuerzas Armadas. En esos doce años
desarrolló un regusto creciente por la mentira y el engaño, Al día de
hoy, su vida política no ha sido sino una gran mentira continuada, en la
que dice y se desdice con descarada facilidad, proclamándose el mayor
demócrata mientras él y sus secuaces han desatado la mayor ferocidad
destructiva contra la democracia venezolana.
El carácter inherente de tales vicios y defectos se ha acentuado tanto,
que ha terminado por ser condición natural de su forma de ser como
político y como persona. Cuarenta años de dobleces han determinado que
el Hugo Chávez de hoy haya llegado a ser, por naturaleza,
intrínsecamente mentiroso y engañoso, simulador y farsante, tramposo y
fraudulento, demagogo y cínico.
En febrero de 1992 el golpe contrademocrático producto de la
conspiración emerge con la máscara de "rebelión cívico-militar",
criticando ferozmente los vicios, defectos, delitos y crímenes de los
gobiernos democráticos y enarbolando falsas banderas de auténtica
democracia, honestidad administrativa, justicia, libertad y progreso
social. Todo mentira.
Purgó prisión por golpista y al salir de la cárcel por inexplicable
indulto presidencial, se echó a las calles del país con un discurso de
enardecido doliente de la democracia agraviada por los gobiernos
civiles. Discurso que subió de tono agresivo y de contundencia crítica
contra los "malos demócratas" y se explayó en oferta democrática
durante su campaña electoral presidencial de 1998.
Trece años y tres meses en el poder han demostrado, de manera
contundente y fehaciente, que sus críticas a los regímenes anteriores y
sus ofertas políticas y sociales no fueron otra cosa que un largo
rosario de mentiras y engaños. En esos largos años el gobierno
castrochavista ha incurrido en un número muchísimo mayor de vicios,
defectos, delitos y crímenes que aquéllos que ferozmente les criticó a
los ocho gobiernos civiles anteriores, y no solamente no ha cumplido la
mayor parte de sus promesas de auténtico desarrollo político y social,
sino que ha dedicado toda la potencia de su acción política y de su
gestión gubernamental a ejecutar su estrategia capital de destrucción de
la democracia y a lograr su objetivo supremo de instaurar un régimen
militarista totalitario de hegemonía total sobre la sociedad venezolana.
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/3335646.asp
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