Luis Manuel Aguana
Sábado, 24 de diciembre de 2011
En estos días en que todo el mundo busca regalos y quieren estar
alegres, lamento poner una nota discordante. Yo no me siento alegre. Y
es difícil estarlo porque estoy convencido de que pasarán otra Navidad y
Fin de Año encerrados
Cómo quisiera escribir una nota diferente. La nota debería llamarse
Navidad Sin Presos Políticos. Pero no, el gobierno les niega y les
seguirá negando la libertad a los presos políticos. En estos días en que
todo el mundo busca regalos y quieren estar alegres, lamento poner una
nota discordante. Yo no me siento alegre. Y es difícil estarlo porque
estoy convencido de que pasarán otra Navidad y Fin de Año encerrados. Y
siento que desde el año 2002 cuando miles de venezolanos se lanzaron a
las calles de Caracas aquel histórico 11 de abril, reclamando la
renuncia de Hugo Chávez por abuso y violación de la Constitución, en la
marcha más grande que jamás se haya hecho en este país y si acaso en el
mundo, los Comisarios Iván Simonovis, Henry Vivas, Lázaro Forero y el
resto de los policías presos, estaban arriesgando sus vidas cuidando las
de a los manifestantes para que no los mataran en la calle los esbirros
del gobierno. Lamentablemente ese día murieron muchas personas pero
pudieron haber sido más si ellos no hubieran hecho su trabajo de
protección de vidas. Debemos reconocer y honrar eso.
Posteriormente, la Jueza María Afiuni y el Comisario Mazuco fueron
también víctimas de la persecución desatada por un gobierno paranoico
que ve golpistas en todos lados, por aquello de que cada ladrón juzga
por su condición. Todos ellos son presos por la soberana voluntad de una
persona, quien creyéndose dueño del país los mantiene presos al margen
de cualquier consideración legal y en contravención de todo Derecho
Humano. Tal vez si esto pasara en otro país y fueran otras culturas las
protagonistas de estas infamias, quizás los venezolanos pudiéramos pasar
unas Navidades con las alegrías que acostumbramos en esta época. Pero
no, eso está pasando aquí mismito y ahora, en la Venezuela de Diciembre
de 2011. Es por eso que me parece tremendamente injusto e inmoral que
estas personas no puedan disfrutar de unas navidades con su familia como
el resto de nosotros. Ni todavía redactando una Ley de Amnistía, aun así
el gobierno se ha dignado a dejar que los presos políticos pasen las
navidades con sus familias, por razones de simple humanidad. No
esperemos que una mata de mangos nos dé naranjas.
No quiero decir con esto que nos sentemos todos a llorar y sentirnos mal
en estas Navidades. No. Solo quiero llamar la atención del grave
problema de conciencia que esto tiene y las serias implicaciones de
olvidarnos de ello, precisamente en esta época. Son estos momentos los
que definen sociedades enteras. Aquellos instantes de la historia que
reclamarán nuestros descendientes cuando estudien la Venezuela de los
últimos años y se pregunten qué pasó y porque eso se permitió. Quiero
ser solo una pequeña piedra en el zapato de mucha gente que dirá: "que
fastidioso este señor pensando en cosas tristes en esta época" creyendo
que solo lo hago porque me satisface machacar que eso sucede y que no
hay que olvidar lo que sucede. ¡Que no nos convirtamos en un pueblo
cínico solo porque llego el autoritarismo que tiene petrificada de miedo
a mucha gente! Recordemos especialmente en este momento del año al Papa
Juan Pablo II, quién gritó: "No tengáis Miedo". Y al decir de muchos,
esto hundió las tiranías del Este de Europa. Esa frase fue uno de los
legados más importantes del Papa que mayor influencia tuvo en la
humanidad en el Siglo XX.
Deseo que en mi cena de Navidad estén como invitados especiales y de
honor todos los presos políticos de Venezuela y rezar con los míos una
oración por ellos y por sus familias. Le quiero pedir al Niño Jesus que
ellos sean las personas más acompañadas esta Navidad y que estén en el
corazón de cada venezolano que se siente a comer una hallaca el 24 de
Diciembre en su Cena de Navidad, por más pobre que esta sea. Es muy
difícil no guardar rencor por aquellos que les niegan la libertad a la
que todo ser humano tiene derecho, pero no dejaré como cristiano que
ellos tengan control sobre mis odios o mis rencores. La energía positiva
que emana de la fuerza de cada venezolano deseando la paz y la
reconciliación debe prevalecer sobre los odios que nos han hecho sentir
en todos estos años.
Esto me trae a la memoria el cuento "De cómo Panchito Mandefuá fue a
Cenar con el Niño Jesus", un regalo inolvidable de José Rafael
Pocaterra. Este cuento poco conocido por las nuevas generaciones cuenta
la historia de cómo un niño pobre, sin ningún chance de tener nada en la
Navidad fue el invitado de gala en la Cena de Navidad del Niño Jesus. Y
aunque Panchito murió para que ese regalo fuera posible, el mensaje de
vida del cuento es muy hermoso y trascendental. Todos tenemos el chance,
aun en las peores y más precarias circunstancias, de cenar con el Niño
Jesus. Es un cuento que aunque muchos lo juzguen triste, es en realidad
una mezcla de tristeza y esperanza. Eso es lo que siento que debemos
llevar a la Cena de Navidad de este año 2011 por todo lo que nos está
pasando como país y que están sufriendo en carne propia los presos
políticos y sus familias.
Quiero concluir esta nota especialmente con un obsequio de Navidad para
todos los presos políticos venezolanos, de la pluma del mismo autor del
mencionado cuento de Panchito Mandefuá y que fuera pronunciada hace
justo 90 años en la Navidad del 24 de Diciembre de 1921. Una hermosísima
oración que debiera aprenderse todo venezolano amante de la libertad,
dedicada en 1921 a los presos de La Rotunda y que, a mi juicio, también
fuera dirigida a todo aquel que fuese vejado en Venezuela en cualquier
tiempo por las mismas razones. Esta oración tiene ahora una gran
vigencia y, con el favor de Dios Todopoderoso, tal vez el poder para
cambiar las cosas:
"Padre nuestro Libertador que estas en la Gloria!
Desagraviado sea tu nombre
Vénganos el tu genio
Hágase, señor, tu libertad, así sea en mi Patria como en la América
El decoro nuestro, el de otros días, dánosle hoy
Y perdónanos nuestras infamias así como nosotros, perdonamos a nuestros
infames,
Y no nos dejes perecer en la decadencia, mas líbranos señor,
De toda esta brutalidad siniestra.
Amén"[1]
Amén…
[1] José Rafael Pocaterra, Memorias de Un Venezolano en la Decadencia,
Caracas, 1936
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