Cubazuela o Venecuba
06 de marzo de 2013. 04:03h Zoé Valdés.
Venezuela era un país próspero cuando llegó el chavismo al poder, poseía
los inconvenientes que poseen hoy en día la mayoría de los países del
mundo, la enorme corrupción de los políticos y de los sistemas bancarios
que nos volcado en una crisis global; pero en Venezuela existían una
clase alta, una clase media, y una clase humilde, desde luego la prensa
era libre, al igual que el pensamiento. Durante años he conocido a
numerosos poetas, escritores, periodistas, actrices, actores, pintores,
hombres de negocios, y mujeres de negocios, que se declaraban más de
izquierdas que de derechas, pese a sus diferencias sociales, incluso
veneraban a la «revolución cubana», como ellos le llamaban, aunque más a
Cuba y a los cubanos.
Para nadie es un secreto que Hugo Chávez, elegido presidente en
Venezuela –lo que se decidió en Cuba cuando se programó una variante de
la democracia, populista y anticonstitucional–, fue un golpista militar
entrenado en Cuba. Su ideología versaba entre una especie de
cantinflería que agrupaba al castrismo, al marxismo y al oscurantismo
religioso (aprendido en Cuba), aunque su verdadera motivación era el
socialismo nacionalista del siglo XXI, como él lo llamaba, lo que leído
al revés quiere decir Nacional Socialismo. Chávez es pues un antisemita
confeso, un pro-islamista radical, pero por encima de todo un adorador
de los Castro. Un antiimperialista de boca para afuera, porque su primer
socio económico siguió siendo los Estados Unidos.
Tras la caída del bloque soviético, los Castro se quedaron
económicamente a dos bandas, con una mano delante y la otra detrás;
empezaron entonces a arengar en contra del embargo estadounidense, del
que echaron mano como arma propagandística, hasta que se les apareció
Chávez como si se le hubiera aparecido la virgen María con petróleo.
Desde que Chávez tomó el poder no hizo otra cosa que seguir las pautas
de los Castro, sus férreas enseñanzas. Cambió petróleo por castrismo. Un
intercambio desigual, por supuesto.
Con semejante intercambio, los venezolanos no han hecho más que perder,
perder libertades y hundirse económicamente. Los humildes siguen siendo
más pobres, la clase alta generadora de empleo ha tenido que abandonar
el país, la clase media se ha estancado, y sólo se han favorecido los
lamebotas del régimen chavista. En cuanto a las casas entregadas por el
chavismo a los humildes, no varía demasiado de cuando la pasta Colgate
entregaba casas en Cuba, o alguna otra marca hacía lo mismo, antes del
año 1959. Esa mezcla de capitalismo mendigante con castrismo a pulso ha
sido el sello del chavismo. Por otro lado, los cubanos no se han
beneficiado más que de algunas horas de más de electricidad, de unas
migajas más de comida, y para colmo de tener que aguantar la multitud de
venezolanos chavistas que han ido a dar clases de moral y a intervenir
en sus vidas poniéndoles de ejemplos al castrochavismo, a cambio de
sorbos de aire fresco del exterior.
Los cubanos invadieron Venezuela, militar y políticamente. Hoy muchos
cubanos tienen pasaporte venezolano y se pasean por el mundo imitando el
acento venezolano, y llevando a cabo la labor de espías que antes
realizaban con grandes dificultades con el pasaporte cubano. También se
les abren mejor las puertas del comercio internacional.
Actualmente, los venezolanos antichavistas odian a la tiranía castrista,
dejaron de llamarle «revolución cubana» y la gran mayoría no quiere ver
ni en pintura a los cubanos. Dos pueblos que se respetaban y amaban han
terminado por mirarse de reojo, desconfiados, y por odiarse.
¿Quiénes ganaron con este intercambio? Como es habitual ganaron los
Castro. ¿Quién perdió? El pueblo venezolano, el pueblo cubano, y por
último, el propio Hugo Chávez, que pasará a la historia por ser un tonto
útil de los tiranos del Caribe, por querer hacer Cubazuela o Venecuba,
cosido al pantalón verde olivo de los Innombrables. Ahora los
venezolanos saben que la propaganda no se come, que el comunismo es
nefasto, que el castrismo es un engaño, que los hambrientos siguen
siendo todavía más hambrientos, y lo que es peor, que el fanatismo y la
ignorancia se ha instaurado en sus vaciados espíritus, que sobra la
basura y falta la energía.
El más grande paciente de la «operación milagro» hoy se encuentra en las
tinieblas, entregó su alma y su cuerpo a los criminales antillanos.
Experimentaron con él, como han hecho siempre con todo. Y el experimento
solamente los ha beneficiado a ellos. Los Castro lo tocaron con limón,
el limón estaba agrio. Y como todo lo que tocan, lo pudrieron. Y si no
lo creen, miren a Spielberg, no gana un Oscar desde que pasó «las
mejores horas de su vida» con los Castro, observen al Papa, tuvo que
renunciar, y que se preparen Medvedev y Maduro (en remojo). Y que cuiden
los últimos jarritos de petróleo, porque algún documento habrán obligado
a firmar a Chávez antes de caer en coma para quedarse con todo ese oro
negro que tanto despreció Castro I en sus primeros discursos.
De contra, sale Maduro insinuando que a Chávez lo envenenaron los
enemigos de la revolución bolivariana. Vaya, lo mismo que dijeron de
Bolívar, y claro, como a Arafat. Alquilen palcos que el culebrón promete.
http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/1367259/internacional/cubazuela-o-venecuba#.UU7YQVd3fIg
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