Satrapías hereditarias
Fernando Luis Egaña
Sábado, 23 de marzo de 2013
Nada de consultas comunitarias. Nada de "poder popular". Nada de
voluntad del soberano. Y ni siquiera una mini-convención del Psuv, como
para guardar ciertas apariencias.
Una satrapía, bien se sabe, es un despotismo habilidoso. Despotismo
porque se ejerce el poder de manera autoritaria y arbitraria. Habilidoso
porque se puede enfundar en un ropaje democrático, como las
neo-dictaduras del siglo XXI, o porque se recubre de un discurso y un
proceder "revolucionario" que las legítima en los ámbitos del
radicalismo ideológico. O por una combinación de ambos factores.
La primera satrapía hereditaria del presente siglo ha sido la
"revolución cubana". Fidel le traspasó el mando a su hermano Raúl, y el
régimen castrista ha seguido cumpliendo años de aprisionamiento del
pueblo cubano. Y la sucesión hereditaria no se ha quedado allí, porque
la extendida familia de los Castro Ruz tiene colonizada a las
estructuras del Estado, con provecho muy ventajoso del erario público.
Otra satrapía que se está convirtiendo en hereditaria es la llamada
"revolución bolivariana" o "bolivarista" como prefiero denominarla. En
el supuesto santuario de la "democracia participativa", el señor Chávez
resolvió que su sucesor sería Nicolás Maduro --de seguro que con la
validación o hasta indicación de los Castro-- y luego lo participó al
conjunto de los venezolanos, con especial preferencia a sus seguidores,
y de entro de ellos a los aspirantes a sucederle.
Nada de consultas comunitarias. Nada de "poder popular". Nada de
voluntad del soberano. Y ni siquiera una mini-convención del Psuv, como
para guardar ciertas apariencias. Nada de nada. Y por si fuera poco,
también resolvió que el segundo de Maduro fuera su yerno, Jorge Arreaza,
quien como Vicepresidente queda en la primera posición sucesoral después
de Maduro.
Y semejantes regresiones políticas se derivan de la concentración
despótica del poder. Si éste no estuviera hiper-personalizado en las
referidas satrapías no podría ser transmitido de forma hereditaria, bien
a parientes cercanos, o a personeros escogidos a dedo e impuestos sin
derecho a pataleo. Y a pesar de tantas evidencias sobre la verdadera
naturaleza de estos regímenes, todavía abundan los que no pierden
ocasión en salir en su defensa y ponderar sus pretendidas bondades
políticas y sociales.
Acaso menos en cuanto a la Cuba castrista pero en cambio bastante en
relación con la Venezuela bolivarista. Pocos asuntos hacen más daño a
las posibilidades de un futuro democrático para Venezuela, que las loas
a la gobernanza chavista y la repetición a-crítica de sus consignas
publicitarias, sobre todo por medios independientes que se convierten,
así, en una suerte de "transmisores poseídos", como diría el gran
periodista y lingüista Álex Grijelmo.
El que las satrapías se feliciten ni asombra ni convence. Pero que las
satrapías sean felicitadas por personajes de la política, economía o la
cultura, provenientes de ámbitos propios de la democracia, es una
tragedia y por partida doble: significa que las satrapías hereditarias
se están saliendo con la suya en sus campañas de propaganda, monetizadas
o no; y también significa que se empina la cuesta para quienes luchan
por superarlas y abrir caminos a la reconstrucción del pluralismo, la
convivencia y el desarrollo.
flegana@gmail.com
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/7044298.asp
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