Saturday, March 22, 2014

Venezuela: apostar al caballo equivocado

Venezuela: apostar al caballo equivocado
Los 100 mil barriles diarios de petróleo y las cuentas en dólares por
concepto de servicios médicos prestados constituyen un salvavidas en
medio de un océano.
Iván García Quintero
marzo 20, 2014

Probablemente alguna que otra madrugada, después que los edecanes y
guardaespaldas se van descansar, el agobiado presidente venezolano
Nicolás Maduro le pregunte a su esposa Cilia Flores, abogada de
profesión y veterana en los avatares de la política chavista, cómo y
cuándo comenzó a torcerse el rumbo de su gobierno.

Ahora mismo, Maduro está rodeado de camaradas en apariencia leales al
legado de Hugo Chávez, pero cuando un barco empieza hacer agua, los
intereses personales y políticos provocan que los presuntos náufragos
actúen de forma inesperada.

Venezuela, al contrario del Titanic, tiene suficientes botes de
salvamento para la comparsa roja del chavismo. Cuando las crisis
políticas, sociales y económicas se agudizan -y Venezuela padece las
tres con igual intensidad- las traiciones partidistas se ponen a punto.

Lo que se trama dentro del PSUV, de seguir las marchas opositoras,
anaqueles vacíos y violencia criminal, se develará en fechas próximas.
Si Cilia Flores le habla con franqueza a su esposo, puede ofrecerle
consejos útiles para sortear el atolladero en el que se encuentra Maduro.

Con todo lo que se pueda criticar su gestión, el antiguo autobusero de
Caracas no es el culpable de la génesis del desastre. Cuando menos es
cómplice, como muchos irresponsables camaradas bolivarianos que votaron
a mano alzada y con delirio aplaudieron políticas erradas de su adorado
mentor Hugo Chávez.

Después que un cáncer se llevó al paracaidista de Barinas, Maduro ha
sido un pésimo estadista.

Pero el desplome en la caja de caudales de PDVSA, la caída de la
producción de petróleo, descapitalización de la industria, inflación
galopante, polarización de la sociedad y el oeste sangriento que vive
Venezuela, son causas incubadas por las estrategias descabelladas y
populistas de Chávez.

Nicolás pudo romper ese círculo vicioso. Pero apostó a ser presidente
disfrazado de Chávez. Era más prudente tomar de modelo la izquierda
moderna de Lula o Dilma, gobernar para todos sin sobresaltos y, con
disimulo, ir soltando el lastre pesado y marcadamente ideológico
propuesto por el régimen de La Habana.

Cualquier estadista sensato de izquierda, sea comunista, socialdemócrata
o populista, debe tener lo más lejos posible a los asesores cubanos. Los
hermanos Castro tienen poco que vender en cuanto a eficacia y solvencia
económica. Al concepto democracia le suelen dar una interpretación muy
particular.

En una nación donde no existe espacio para la prensa libre, los
disidentes son considerados mercenarios y existen leyes que los
penalizan, hay pocas lecciones que aprender. Luego está la carga onerosa
que significa cederle petróleo a precio de saldo a la isla y un modo de
gobernar con el cuchillo entre los dientes que solo trae aparejado más
violencia.

Que se le dé a Cuba un apoyo simbólico y en tribunas internacionales se
pida que se levante el embargo de Estados Unidos, es la zona de la
cancha donde puede y debe jugar un político de izquierdas. Pero hasta ahí.

El régimen cubano se ha aferrado a Venezuela. Ha logrado ocupar una
posición estratégica clave y no va cederla. Los 100 mil barriles diarios
de petróleo y las cuentas en dólares por concepto de servicios médicos
prestados constituyen un salvavidas en medio de un océano.

Si Maduro y su cofradía tuviesen entereza política, podrían apartar del
poder a los dos hermanos. Cuba no es Estados Unidos, que puede amenazar
a los venezolanos con la VI Flota. También pueden hacer volar por los
aires todo ese galimatías que es el ALBA y su séquito de naciones, que
solo les interesa comprar petróleo a precio de ganga.

Pero hay un actor que sin usar influencias políticas tiene hipotecada a
Venezuela: China. En su soflama antimperialista, Hugo Chávez tendió
alfombra roja al capital chino.

Y gústenos o no, como Rusia, China es otro imperio. Silencioso y sin
amenazar con guerras, pero actúa al estilo de cualquier entidad
financiera global. Desde hace tiempo, Beijing es el mayor prestamista
extranjero de Caracas.

Consciente de la importancia geoestratégica de su nuevo socio, en seis
ocasiones Chávez estuvo en China. Bajo su presidencia, Caracas y
Beijing firmaron tratados de cooperación en energía, agricultura,
infraestructuras, comercio, finanzas y aviación.

El Banco de Desarrollo de China -principal brazo inversor del gigante
asiático en el exterior- ha ofrecido préstamos por un total de 40 mil
millones de dólares a Venezuela en los últimos seis años.

Los compadres del PSUV han endeudado Venezuela con su populismo a
ultranza en pos de conquistar los votos de los pobres. Algo más de 600
mil barriles diarios de crudo, la cuarta parte de su actual producción,
se envía a China como pago de la deuda.

Para echar más gasolina al fuego, en plena crisis de liquidez, cuando
Maduro visitó Beijing en septiembre de 2013, solicitó otro préstamo
financiero por un valor de 5 mil millones de dólares, en el desarrollo
de un nuevo proyecto de explotación en la franja del Orinoco, donde se
encontrarían reservas equivalentes a 300 mil millones de barriles de
petróleo.

China se limita a hacer de banquero. Su fervor político hacia el
chavismo es discreto. La praxis ideológica la pone Cuba. El gobierno de
Venezuela tampoco puede perder de vista a Estados Unidos. A día de hoy,
es su mejor cliente. Le compran 750 mil barriles de crudo y pagan con
dinero contante y sonante.

Pero eso pudiera cambiar. Quizás para una fecha tan cercana como 2016,
tras la estrategia promulgada por Obama, de apostar a las energías
renovables, más el incremento productivo de petróleo en Estados Unidos
con el uso de nuevas tecnologías, el país norteño pudiera convertirse en
en exportador de crudo en un futuro no muy lejano.

La crisis actual en Venezuela despierta desconfianza entre los propios
camaradas latinoamericanos de viaje. La capacidad de maniobra de Maduro
para desempeñar un rol protagónico en el continente se ha reducido de
manera dramática.

Bolívar, el santo patrón del chavismo, en ningún texto escribió que
China figuraba en los planes integracionistas del continente. O que se
debían pagar las cuentas a una isla caribeña.

En la soledad de la alcoba matrimonial, puede que Cilia Flores se lo
recuerde a su esposo. De lo contrario, si Nicolás Maduro no sabe, no
puede o no quiere romper las amarras ideológicas y financieras se
hundirá. Como el Titanic.

http://www.martinoticias.com/content/venezuela-apostar-al-caballo-equivocado/33177.html

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