ORLANDO LUIS PARDO LAZO
El Minint cubano: mentira, muerte, maldad
15 DE MARZO 2014 - 00:01
Miles y miles de cubanos trabajan hoy, día y noche, a tope de sus
capacidades profesionales para que la dictadura venezolana no caiga. Ese
es ahora el Plan Patria de prioridad "A-1", dentro y fuera de nuestra
islita dictatorial. Sin Venezuela, no hay futuro para el fidelismo (como
aún lo llaman sus fieles) ni para el castrismo (como ya apenas le dicen
sus detractores).
Se calcula que el Ministerio del Interior cubano cuenta con un número
aterrador de agentes, colaboradores, informantes y cargos militares. Hay
analistas –y también desertores– que le han colocado hasta seis ceros a
la cifra final de asalariados o voluntarios del omnipotente Minint. Los
"millones y millonas" de Nicolás Maduro cobran aquí un cariz criminal.
En efecto, desde hace décadas Cuba dejó de ser un país para comportarse
estadísticamente como un campamento militar, como un bastión totalitario
y unipersonal. Esa es la esencia del socialismo real, más allá de
teorías equitativas y programas sociales obligatoriamente gratuitos. Esa
es la esencia de la que no saben o les conviene desmarcarse a los
partidos comunistas latinoamericanos.
En principio, por supuesto, todo el pueblo está invitado al alud
revolucionario que enseguida desquicia la lógica civil de nuestras
sociedades. Pero, ay de aquellos que no se entusiasmen o no finjan
entusiasmarse con el "proceso": más temprano que tarde tendrán que
elegir democratiquísimamente entre callarse o irse o terminar presos o
muertos. La Habana o Managua o Santiago de Chile o Caracas: se repiten
los escenarios y la obscenidad.
El Minint es la revolución en sí. Cuba bien podría llamarse República
Minintariana de Cuba. Para no extinguirse con el fallecimiento de los
octogenarios hermanos Castro, la ola expansiva de los mil y un minints
necesita imponerse cuanto antes sobre las repúblicas hermanas del
continente, siendo Venezuela la víctima que más dramáticamente se ha
resistido a nuestra injerencia: una invasión que pasó de ser silenciosa
para ser asesina, pero que, asesina y todo, todavía sigue siendo
condonada cómplicemente por la indolencia internacional.
Para los intereses geopolíticos –geófagos– de Cuba, se impone fraguar un
bloque supranacional que sea tan monolítico como cada uno de los
partidos comunistas. Les urge una alianza cuyo eje táctico y hasta
sintáctico salga precisamente del obelisco de mármol de la Plaza de la
Revolución. De ahí que el carisma megalomaníaco de Hugo Chávez molestara
tanto a los jerarcas cubanos; de ahí la pertinencia de un petimetre
proletario con banda presidencial. Es cuestión de vida o muerte, infame
instinto de conservación (porque no debiera tener derecho a la vida
quien hace invivible la vida de los demás).
Por eso el Ministerio del Interior cubano mata y manda a matar
impunemente en Venezuela, como mató y mandó a matar impunemente en Cuba
y en Chile y en Nicaragua, por poner solo de ejemplo los regímenes
títeres de la región que llegaron al poder desde la guerrilla o las urnas.
Sin embargo, todo esto viaja empaquetado en una retórica que brilla en
la imaginación ingenua y los T-shirts tontos de las nuevas generaciones.
Todos odiamos al capitalismo desde el capitalismo. Todos queremos ser
justicieramente subversivos y rebeldes con causa. Como reza el eslogan
que repetimos en todas las escuelas de la isla desde que tenemos 5 años
de edad: "Pioneros por el comunismo: ¡seremos como el Che!". (Castro
Hood en el bosque bárbaro de sus hombres felices).
Lo peor es que esta violencia es irreversible. No se sale del castrismo
por la vía pacífica. El castrismo se encarga de que en la práctica no
haya salida pacífica posible. O potable. Tienen las armas cargadas de
muerte y tienen la narrativa con que ellos se disfrazan de ser las
víctimas de una agresión imperial. No hay oposición legítima al
castrismo continental. No hay diálogo decente con el castrismo
continental. Llegaron al poder mediante una violencia de boletas o
balas. Y del poder se irán únicamente por una violencia mayor.
En este sentido, han sido la única dictadura sincera de la historia:
"¡Socialismo o muerte!", como en la despedida morbosa de los discursos
oficiales cubanos. Al decir del líder fundador del Movimiento Cristiano
Liberación, el mártir Oswaldo Payá Sardiñas: ese eslogan deja claro que
quien busque en Cuba la liberación, encontrará la muerte (tal como se la
impusieron a él en una carretera cubana el 22 de julio de 2012, en una
ejecución extrajudicial que cuenta con un testigo sobreviviente en
España, el joven político Ángel Carromero).
Venezolanos: un ejército de cubanos trabajan hoy día y noche,
probablemente amenazados de muerte por la contrainteligencia del propio
régimen –como amenazada de muerte puede estar la élite bolivariana– para
que la dictadura venezolana no caiga. Es Minint contra Minint. Es una
guerra de muerte por la vida. Venezuela debe saberlo en su heroica lucha
a ras de calle, si es que no desea que aborte esta nueva independencia
como país, para por fin dejar de ser un campamento militar (y lo digo
avergonzado de ser cubano).
Venezolanos: el Minint no está autorizado a acatar la derrota; hay que
imponérsela incluso al precio de la inmolación (y lo digo avergonzado de
ser cubano).
http://www.el-nacional.com/opinion/Minint-cubano-mentira-muerte-maldad_0_372562904.html
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