Todo el Gobierno contra Venezuela
Milagros Socorro
Lunes, 21 de mayo de 2012
Eso es lo que los voceros del régimen llaman "proyecto de Chávez", "plan
de país de la revolución". Consiste en liquidar a los sectores
productivos, mayoritariamente proclives al cambio democrático.
La operación es tan simple como retorcida: se aplasta el aparato
productivo y estrangula a los productores para obtener bienes por debajo
de su costo real y así crear la sensación de que la revolución lleva
comida barata a unas masas de pobres cuya salida de esa condición no
está contemplada. Más simple aún: el sector E, condenado a ser
mayoritario, es el gran vivero de votos para el régimen autocrático y
demagogo.
Si los tuvo al principio, hace mucho que la revolución no tiene sueños
ni más proyecto que su permanencia en el poder a cualquier costo. ¿Que
los productores e industriales del agro venezolano van a la quiebra al
ser obligados a vender sus productos a precios regulados que no llegan a
cubrir sus costos? No importa; total, esos no votan por Chávez. El punto
es distribuir esos productos a precios ficticios entre quienes sí
canjean su voto por la siguiente comida.
Eso es lo que los voceros del régimen llaman "proyecto de Chávez", "plan
de país de la revolución". Consiste en liquidar a los sectores
productivos, mayoritariamente proclives al cambio democrático; endeudar
a la república hasta extremos criminales para contar con dinero que
echar a la calle en los meses previos al 7 de octubre; y propiciar
tejemanejes donde abreva la chavoburguesía corrupta.
Ante nuestros ojos actúan un "Ministerio de la Alimentación" y una
Superintendencia de Costos y Precios que acaban con las fuentes de
producción de alimentos de su propio país, al tiempo que privilegian la
importación irracional como política de Estado. Nadie ignora que la
situación alimentaria es crítica. Los pequeños y medianos productores
del campo están al borde de la quiebra. El panorama de la carne de res,
el azúcar, arroz, pastas, harina de maíz, aceite, caraota, leche, huevos
y cerdo es dramático. El del pollo, trágico.
La combinación maligna de un esquema de precios regulados, un ministerio
que se hace la vista gorda ante la inflación constante de insumos para
la producción, y la práctica delictiva de la importación, constituyen el
tiro de gracia al productor nacional.
En Venezuela no se importaba pollo. El país abastecía su propio consumo.
En 2003 se inició esta práctica nefasta, y en los últimos años el
fenómeno se ha convertido en una espiral perversa: el año pasado el
Gobierno trajo de Brasil y Argentina más de 100.000 toneladas métricas
de pollo beneficiado. Este año va por 37.000.
¿Qué pasa cuando un país importa un rubro cuya demanda ya cubrían los
nacionales? Se estimula el empleo en el extranjero mientras se cierran
las fuentes locales. Se atenta contra la tan esgrimida "seguridad
alimentaria": se destruye el aparato productivo propio y se depende más
del petróleo para importar lo que comemos.
Y, claro, se incentiva la corrupción: a la vista están los resultados de
la alianza gangsteril entre funcionarios e intermediarios. Pudreval
persiste y se dice que por lo menos 4 contenedores de comida importada
se pierden diariamente en los puertos (hablamos de 80.000 kilos cada 24
horas). Sería interesante que Adelina González, contralora general (E)
de la república, instruyera una comisión para tomar una muestra al azar
de importaciones realizadas por el Estado. Se sorprendería al ver la
diferencia entre lo que pagó el país un día cualquiera, versus la
cotización en bolsa de dicho producto ese día. Eso, sin contar flete,
seguro en dólares y alquiler de contenedores.
La otra tragedia está en el precio. En el caso del pollo, el precio
regulado a 15,61 bolívares, cuando el costo de manufactura actual es de
18 bolívares. Al precio de los insumos en perenne aumento se suma el
costo de la ineficiencia de los puertos la llamada congestión
portuaria, que encarece de 15.000 dólares a 19.000 dólares diarios la
adquisición de materias primas. Si a ello le sumamos el nuevo peaje
burocrático de la planilla de "costo guía del inside", debemos sumar
45.000 bolívares por cada barco de 30.000 toneladas.
Este es el drama de los productores venezolanos de carne de res, azúcar,
arroz, pastas, harina de maíz, aceite, caraota, leche, cerdo, pollo y
huevos, entre otros productos castigados por un Estado que persigue y
castiga la producción nacional. ¿Por qué este ensañamiento con los
productores nacionales, si cualquier gobierno decente vela por su
autoabastecimiento y sus fuentes de empleo? Requetesimple: afán electoral.
Qué importa que la imposibilidad de operar conduzca a la escasez.
Para eso está la importación, insuperable fuente de rendimientos a
quienes la decretan y ejecutan.
msocorro@el-nacional.com
http://www.analitica.com/va/economia/opinion/3253401.asp
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