Monday, May 28, 2012

El lado rojo de la fuerza

El lado rojo de la fuerza
Alonso Moleiro
Lunes, 28 de mayo de 2012

Leo que un despacho de prensa, emanado desde las oficinas del Estado,
que Venezolana de Televisión anuncia que ha decidido comenzar a enviarle
a sus televidentes reportes en torno al desborde delictivo vigente en
este país.

La nota, probable resulta de una decisión política tomada por el propio
Jefe de Estado, acota que los contenidos serán transmitidos" desde una
perspectiva positiva". Inserta dentro del nuevo plan de seguridad
ciudadana que prepara el gobierno.

La información que estoy glosando no deja de tener sus grados de sarcasmo.

Indica que los medios oficiales se han decidido, por fin, a hacer parte
de su trabajo. El dramático tema del reinado del hampa ha sido asumido
con extrema ligereza por los mandos del alto gobierno y ahí está la
causa última de los inaceptables dígitos que evidencia, que también son
arteramente ocultados por los medios oficiales.

En las filas oficialistas se escruta con mucha frecuencia y enorme
suficiencia el comportamiento de medios y periodistas que escapan del
radio de control de sus monsergas. Cada muy poco tiempo podemos verlos,
pontificando en torno la ética revolucionaria; la importancia de la
verdad como insumo inseparable del hecho noticioso; el virus nocivo de
la censura y las decisiones impuestas en los grandes medios
informativos. Cada uno de los eslabones que componen el proceder ajeno
son diagnosticados con un tratamiento implacable: medios que conspiran
contra la causa popular, empeñados en aterrorizar a la población,
integrantes de una componenda antinacional. Unidades de negocios que
explotan a sus trabajadores, impiden la discusión e imponen la censura.

Mientras procuran ventilar los contenidos de un debate en el cual está
planteado un juego de naipes con las cartas marcadas, las fuerzas del
alto gobierno, los ministros del ramo encargado, los mandos dirigentes
del chavismo, sus medios informativos y los periodistas que se prestan a
sus objetivos, cierran el círculo de una perversa operación política que
corona un tóxico ambiente ideal para la silenciosa consolidación del
hábito de la censura.

Como nunca antes en los últimos cincuenta años en el país. Incluyendo a
medios informativos aparentemente tibios en sus posturas editoriales. Un
estado de asfixia que corona uno de los momentos más negros del
periodismo venezolano.

La eterna omisión de los contenidos informativos vinculados a la
inseguridad ciudadana, norma de moneda corriente en el ahora denominado
Sistema Nacional de Medios Públicos, no ha sido una decisión caprichosa
de un militante exaltado, un ministro especialmente intemperante o un
jefe de información que amaneció de mal humor.

Es una decisión política de Estado, que trae consigo una orden de
obligatorio cumplimiento, producto del ambiente vertical y ajeno a las
posturas razonadas que campean en los espacios de toda la administración
pública. Es la misma que hacía imposible el desarrollo de debates
públicos con los aliados políticos del PSUV; la circulación de
contenidos aunque sea parcialmente críticos, provenientes de sus propias
filas; la creación de espacios donde se viertan opiniones discrepantes;
el silencio en torno a los continuos apagones que se registran en la
nación. El desarrollo de una línea hermética, con una postura inflexible
y fanática, estructuralmente reñida con la gestación de los hechos.

Bajo ese rasero, mientras todavía se protesta por el "blackout
informativo" del 11 de abril de 2002, se ejerce una enorme presión
tributaria y administrativa sobre canales de televisión y estaciones de
radio; se retiran todos los anuncios oficiales de los periódicos con
algún nivel de autonomía; se reparten espesos insultos en contra de
analistas y formadores de opinión por verter contenidos críticos, y se
desarrolla, en medio de un estado de impunidad incalificable, una
despreciable política para mantener sitiados a propietarios, dirigentes
gremiales y activistas de la sociedad civil.

Esto para no hablar de las incontables ocasiones en las cuales
periodistas, camarógrafos, trabajadores de la prensa y activistas
sociales han sido agredidos verbal y físicamente, amenazados y dejados
sin empleo haciendo uso de cualquier medida administrativa disponible
que sirva de excusa, como le ocurrió a Radio Caracas Televisión.

Los periodistas que pertenecemos a los medios no oficiales y las
empresas que ejercen la comunicación social hemos cometido errores, y,
también, grandes aciertos. Al chavismo no le importan los primeros: le
exasperan los segundos.

Denuncias que han desenmascarado la sordidez de unos funcionarios que
parecen dispuestos a cualquier cosa sin con eso logran mantenerse en el
poder. Las fallas aludidas se discuten abiertamente; con aquellas
empresas se desarrollan relaciones laborales que permiten la creación de
sindicatos, el desarrollo de pliegos conciliatorios y conflictivos, el
uso de tribunales laborales, las protestas callejeras y la renuencia
personal ante componendas personales.

En sus versiones periodísticas, el chavismo venezolano, la última
invención de la izquierda borbónica en el hemisferio, cumple con enorme
eficacia el libreto asignado: "víctimas de todo, culpables de nada". Sin
sindicatos, sin autonomía personal; con un único jefe, dueño y señor de
todos los medios existentes en la acera estatal. Facultado para
interrumpir cualquier programa ajeno cada vez que le provoque para
repartir consejos y órdenes. Estados de madurez de carácter juvenil;
donde nada se discute y no queda espacio para el menor examen de conciencia.

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/8656417.asp

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