Chávez: Presidente desde las catacumbas
Manuel Malaver
Lunes, 21 de mayo de 2012
Chávez es el hombre-espejismo, el presidente esfumado, el jefe de Estado
que gobierna desde el más allá o las catacumbas, en el espectáculo único
en la historia -y que no dudo será dentro de poco pasto de novelistas,
cineastas, historiadores - de ser el primer presidente que gobernó un
país sin saberse a ciencia cierta si estaba vivo o muerto.
Llegó, vio…y se escondió. Así podrían describir los historiadores del
futuro la última visita de Chávez al país, misteriosamente signada por
una estadía de 9 días en la cual no se la ha visto el cuerpo, y, mucho
menos, el espíritu.
Semana y día casi de silencio absoluto, apenas interrumpido por algunos
tuiter y una llamada no muy larga al canal de televisión oficial hace
dos noches, impensable hasta hace meses en el presidente más radiofónico
de cualquier tiempo y lugar y que, literalmente, convirtió sus 13 años
en la Primera Magistratura en un ejercicio lenguaraz, donde fueron
escasas las horas, escasísimas, en que no estaba frente a un micrófono
en tribunas abiertas o cerradas, o en estudios de televisión o radio
donde la imagen y el sonido pasaron a ser herramientas de tortura para
los venezolanos.
Millones, toneladas de palabras, y briznas, partículas, esquirlas de
ideas, que, además tenían la peculiaridad de ser sabidas y archisabidas,
pero que Chávez tenía la pretensión, la arrogancia o la ingenuidad de
creer que se oían por primera vez.
Claro, sin dejar de maquillarlas de acuerdo a sus intereses instantáneos
de mal o buen humor, de aprecio o menosprecio y absolutamente convencido
de que un dios o demonio se las susurraba desde el más para alumbrarlo
en la "Gran Obra" de refundar la república y salvar a la humanidad.
Hoy, y después de semana y un día de haber reaparecido en el país,
Chávez es el hombre-espejismo, el presidente esfumado, el jefe de Estado
que gobierna desde el más allá o las catacumbas, en el espectáculo único
en la historia -y que no dudo será dentro de poco pasto de novelistas,
cineastas, historiadores, autores de corridos mexicanos, romances
llaneros o payas argentinas, de antropólogos y filósofos de la historia-
de ser el primer presidente que gobernó un país sin saberse a ciencia
cierta si estaba vivo o muerto, si era un fantasma o un retazo de la
realidad.
Transfigurado, ya en vida, ya en muerte, en una leyenda donde no son
pocos los venezolanos que juran que lo ven de noche en hábito talar
recorriendo los cementerios, otros que afirman que regresó a Cuba la
misma noche y en el mismo avión que lo trajo por unos minutos a
Maiquetía para integrarse a una comunidad santera en Regla o Guanabacoa,
y otros que se arriesgan a sostener que Lula y Dilma Rousseff lo
trasladaron a Brasil para aplicarle el mismo tratamiento que los curó a
ellos de un cáncer agresivo: una combinación de radio terapia en el
hospital Sirio-Libanés de Sao Paulo, con ritos de la Macumba en la
propia basílica de Nuestra Señora de Aparecida.
Yo, sin embargo, menos telúrico, religioso o místico, y absolutamente
convencido de que Chávez y el chavismo utilizan el catolicismo romano y
las religiones afro e indo americanas en un sentido puramente
instrumental, creo que el hombre debe estar más bien encuevado en un
sótano, quizá de algunos de los búnker que tienen él, o los hermanos
Castro, en Caracas o La Habana, rodeado de su equipo médico, curas,
babalaos y shamanes, agobiado de pinchazos y tubos para el alivio del
ritmo cardíaco y las dificultades para respirar, pero concentrado día y
noche en las elecciones del 7 de octubre, y haciendo un esfuerzo supremo
para reponerse y ser el aspirante del chavismo en el proceso electoral.
Imperativo que surge de las encuestas que establecen que el candidato de
la oposición a las presidenciales, Henrique Capriles Radonski, le
ganaría con comodidad a otro postulado del oficialismo que no sea
Chávez, por lo que, unos meses más de vida y en condiciones medianamente
presentables, son una variable fundamental para determinar si el
chavismo prolonga su vida política más allá del 2012, o muere para siempre.
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/9395660.asp
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