¿El candidato chayota?
No vino a despertar pasiones, como quiere uno de sus críticos de la
oposición que lo nota apocadito...
ELÍAS PINO ITURRIETA | EL UNIVERSAL
domingo 27 de mayo de 2012 12:00 AM
Quien trate de observar la política de la actualidad con el prisma que
servía para mirarla en el pasado no puede acertar en el análisis. Los
negocios relativos al control y a la búsqueda del poder no son iguales a
los del medio siglo anterior. Tal vez parecidos en la superficie, pero
tan distintos y distantes que sólo una miopía pronunciada puede dejar de
advertirlos. Los partidos en los que se afincaba el proceso democrático
dejaron de ser lo que fueron, los líderes del pasado menguaron su
influencia o desaparecieron, fuerzas que carecían de autoridad se
levantaron de su rincón, los cuarteles se posesionaron de una batuta que
apenas manosearon a medias, una nueva generación de conductores de masas
o de intelectuales a tono con los tiempos comenzó a convertirse en
referencia ineludible y la sociedad debió ensayar caminos que no
figuraban en su itinerario. Han sido, entre otros, los resortes
susceptibles de facilitar, o de detener si fuere el caso, el ascenso del
obsceno personalismo que caracteriza a la época actual y ha modificado
la esencia de las formas de convivir aclimatadas durante los precedentes
cincuenta años.
¿Puede una figura de ese pasado aproximarse con sensatez a los sucesos
de nuestros días, sin considerar la metamorfosis avasallante que los ha
convertido en un fenómeno retador e inédito? Muy difícil, casi
imposible, porque usa la misma llave para tratar de abrir una puerta que
ha estrenado una cerradura de complicado trajín, o porque piensa que su
estatus de analista es el mismo que ostentó en la víspera. De allí los
juicios desatinados que algunos de ellos, pero también numerosos
opinadores que militan en la filas de la oposición y son aficionados a
las tertulias críticas, desembuchan en relación con el candidato
Henrique Capriles. Uno de ellos, con más pena que gloria, llegó a
calificarlo como "candidato chayota" para insistir en su carácter
insípido y maleable, como si no fuera capaz de cubrir las expectativas
para las cuales fue convocado. Los que así opinan olvidan la cascada de
votos que obtuvo en las elecciones primarias, suficiente para
transformarlo en una nominación irrebatible debido a que el electorado
lo percibió como realmente promisor, al lado de sus rivales de entonces.
De allí que lo pusiera de abanderado con una diferencia de sufragios
gracias a la cual se percibe una de las características de esa nueva
sociedad, sin cuya comprensión se quedan en el limbo los reproches y las
fulminaciones aludidos.
Ya es tiempo de afirmarlo sin vacilación: Capriles ganó las primarias
con abrumadora ventaja porque su ausencia de vínculos con los partidos
más viejos y golpeados se convirtió en un imán para el electorado, o
porque un par de quienes le adversaban no eran sino reminiscencias de un
tiempo al cual nadie quiere regresar; o porque una voz tan fresca como
la suya se pasó de la raya en la invocación de la modernidad; o porque
ni siquiera un rival como Pablo Pérez, relativamente nuevo en la plaza
como él y con planes parecidos para el cambio, pudo ofrecerse como la
novedad moderada que la sociedad procura sin saltar al vacío, pero
también sin anclas capaces de impedir que la navegación llegue a buen
puerto. Sin planes previamente establecidos y moviéndose cada vez con
mayor perspicacia de acuerdo con las solicitaciones del entorno, en poco
más de una década la sociedad ha pensado con solvencia sobre lo que le
conviene y en la persona que puede atender sus urgencias. Si las
urgencias de cada día, soportadas durante trece años lamentables, han
conducido a los sectores de la oposición a la escogencia de un
"candidato chayota", lo que nos queda es apagar la luz antes de iniciar
la estampida.
Pero no es así. Los electores posaron la vista en Capriles por ser lo
que es: un profesional preparado para los asuntos de su oficio; un
gobernante que hasta ahora ha cumplido los propósitos que se ha trazado,
o no los ha defraudado; un administrador que, si no fuera probo, estaría
acusado de corrupción por los oficialistas; un fajador frente a
numerosos escollos, que ha superado sin alardes; un militante de una
flamante organización que es una de las más notables realizaciones
políticas de la actualidad, (de aquí pueden venir las ronchas de ciertos
escribidores, o de otros que no escriben una línea), pero con la cual no
se ha enfeudado; y, en especial, un individuo consciente de sus
limitaciones y de cómo debe acudir al parecer ajeno para cumplir el
cometido que ahora encarna. Además, por fortuna, de lo que Capriles es,
se desprende lo que no es: nada qué ver con el personalismo y con el
aguaje, ninguna relación con al autoritarismo y con la insolencia,
ausencia de vínculos con el teatro barato de la política, lo más alejado
de la egolatría que tanto daños nos ha causado. No vino al mundo a
despertar pasiones, como quiere uno de sus críticos de la oposición que
lo nota apocadito, inseguro y poco abrazador, sino a invitarnos a
recobrar la sensatez perdida, a que pongamos los pies en la tierra
después de una década de zancadillas y de posiciones adelantadas, a que
sintamos que el país del pasado ya dejó de existir. ¿No es la mejor
oferta para una sociedad conmovida y desgarrada como la nuestra? Y que
conste: le pedí un puesto que no me dará. Le dije que, si ganaba la
presidencia, me nombrara cónsul en Sevilla. En esa ciudad de tus afectos
Venezuela no tiene consulado, me respondió.
eliaspinoituhotmail.com
http://www.eluniversal.com/opinion/120527/el-candidato-chayota
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