Humberto García Larralde
Martes, 3 de abril de 2012
Quizás sea la Universidad Central de Venezuela el escenario más
concurrido en esta competencia, luego de que Chávez alzara la mano de
Kevin Ávila -cual campeón-, premiándolo por sus ofensas a la Rectora y
su amplio historial de violencia en esa Casa de Estudios.
En la medida en que se hace más patente el deterioro del Presidente
Chávez, se evidencia un creciente "pescueceo" de parte de sus
partidarios más radicalizados buscando figuración. Al no poder aparentar
la omnipresencia que proyectaba antes, emerge una rivalidad cada vez más
abierta para ver quién calza mejor los galones que han caracterizado el
comportamiento "revolucionario" que distingue al Bolivarianismo en el
poder. Entre los improperios que endilga Diosdado Cabello a la
oposición; la represión militar en Monagas; las reacciones
despreciativas de Tarek El-Aissami ante la tragedia de muertes a manos
del hampa; la represión de la opinión pública por parte de la Fiscal
General; y la violencia desembozada de grupúsculos fascistas en la UCV,
se manifiesta la debacle de los Psuvistas.
Quizás sea la Universidad Central de Venezuela el escenario más
concurrido en esta competencia, luego de que Chávez alzara la mano de
Kevin Ávila -cual campeón-, premiándolo por sus ofensas a la Rectora y
su amplio historial de violencia en esa Casa de Estudios. El
meta-mensaje fue que ahí todo se vale. El resentimiento ante la postura
digna y principista con que sus autoridades y la comunidad universitaria
mayoritaria han enfrentado a las amenazas y desmanes oficialistas
simplemente no tiene medida. Así, procurando el mismo protagonismo
"revolucionario", acude presto el Br. Moronta con sus fascinerosos del
M-28 a ocupar, encapuchados y pertrechados con bombas lacrimógenas, el
edificio de la Facultad de Economía el miércoles 28 de marzo; aparece en
el acto un dirigente sindical mafioso, Guerrero, para intentar robarles
cámara con unos reclamos disparatados. Días antes, un grupo todavía sin
precisar incendió instalaciones de la Escuela de Derecho por motivos
incomprensibles.
Por sobre todo, compite activamente el propio Chávez. Angustiado porque
se le salgan las cabras del corral, no escatima esfuerzos por demostrar
que sigue al mando, igualito, tan ofensivo y agresivo como el que más.
¡Que nadie se atreva a dudar de su liderazgo! ¡Él es el alfa y omega de
la "revolución"! Y así, en sus dosificadas apariciones, arremete –en
cadena nacional- contra Capriles con toda suerte de improperios, amenaza
al sector privado y reinventa cínicamente las promesas tantas veces
incumplidas.
No debe pasarse por alto el fatal embeleso del fascismo por una
conflagración final, "heroica", que "limpie" el campo de enemigos para
que brote el "Hombre Nuevo". En el caso de Chávez, la conciencia de su
gravedad puede convencerlo de que no tiene nada que perder violentando
el Estado de Derecho, si la ocasión lo amerita. La oportunidad de
convertir ésta, su lucha final, en la gran épica que ha perseguido toda
su vida, pudiese ser una tentación irresistible, ahora que se torna
evidente su fracaso.
Esperemos que las fuerzas democráticas, tanto del chavismo como de la
oposición, tomen previsiones ante tan peligrosos escenarios. Junto a los
factores institucionales de la Fuerza Armada, no pueden permitir que
delirios mesiánicos pretendan ahogar al país en sangre.
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