Wednesday, May 9, 2012

Como ganar las elecciones presidenciales en Venezuela

Como ganar las elecciones presidenciales en Venezuela
Virginia Contreras
Miércoles, 9 de mayo de 2012

Es innegable el interés que han despertado en la comunidad internacional
las elecciones presidenciales del próximo 7 de octubre en Venezuela.

La influencia que este país ha querido ejercer en la región, y ahora el
estado de salud del mandatario venezolano, han producido infinidad de
especulaciones en torno al presente proceso electoral, dignas de las
mejores películas de suspenso.

Comencemos por reconocer que el actual proceso electoral ha estado
plagado de contradicciones desde sus inicios. Después de innumerables
tentativas para llegar a un acuerdo respecto a quién, o quiénes, serían
los candidatos presidenciales que se enfrentarían al actual presidente
de la Republica, los sectores opositores, reunidos en lo que se ha
denominado Mesa de la Unidad Democrática-MUD- optaron por la realización
de elecciones primarias a fin de que la población escogiera a un
candidato único que los representara.

Distintas motivaciones fueron presentadas para imponer a toda costa el
mandato de la unidad en la candidatura de la oposición, pero todas
hicieron alusión al peligro que representaba para el país el permitir el
avance de la "revolución bolivariana", lo cual redundaría en la
destrucción de la democracia, el cercenamiento de las libertades, y la
sustitución de una economía libre de mercado propia del sistema
capitalista, por una basada en la ideología marxista.

Partiendo entonces de esta amenaza, y tomando en cuenta que
efectivamente la oposición no solo escogió a un candidato único,
Henrique Capriles Radonski, sino que lo hizo en un clima de total
armonía y bajo resultados numéricos mucho más amplios que los esperados,
la segunda etapa a desarrollar vendría dirigida al establecimiento de
una estrategia electoral que le demostrara al país entero -y no ya
únicamente a los 3 millones de opositores que votaron en las elecciones
primarias- los lineamientos respecto a cómo el recién electo candidato
salvaría la democracia en peligro y restablecería el orden jurídico,
social y moral lesionado. Ninguna otra razón habría para haber
insistido en la tan mencionada unidad, la cual castigaba de plano con el
ostracismo político a cualquier otro ciudadano que se hubiera atrevido a
presentar una opción distinta para la contienda electoral que se avecina.

Asumiendo el inmenso reto al cual ha tenido que enfrentarse el candidato
opositor, y entendiendo las grandes limitaciones a las cuales se
encuentra sometida su participación electoral, esa estrategia debía
lograr el máximo de eficacia a fin de transmitir, de la manera más
directa posible, ese vigoroso mensaje de esperanza, capaz de demostrar
no solo la capacidad de Capriles para dirigir al país por los próximos
seis años, sino el abismo existente entre su política y la que ha venido
ejecutando el actual régimen. Todo esto, bajo el horizonte de una nueva
Patria que incluya a todos los venezolanos, con ofertas novedosas, con
programas concretos y con la firmeza de espíritu propia de quien
pretende sustituir al liderazgo que durante casi catorce años ha venido
ejerciendo el presidente Hugo Chávez. Cuesta reconocerlo, pero la
realidad ha sido otra.

Distintas teorías han sido desarrolladas a lo largo de la historia
democrática de los pueblos, a fin de explicar la conducta del
electorado. El objeto de estos estudios ha sido el de lograr el
establecimiento de una estrategia efectiva, que de acuerdo a las
características de los votantes y a las circunstancias del momento,
dirija al candidato al cumplimiento de su objetivo: ganar la elección.

En el caso de Venezuela es bueno recordar que no estamos hablando de
circunstancias políticas normales, sino de la amenaza real -según
afirmaciones de los actores políticos opositores- al régimen de
libertades y a la existencia misma de la Nación. De allí que
indistintamente de la escogencia de la orientación teórica en materia de
estrategia por parte de los asesores del candidato Capriles, esta debía
considerar dicha situación. Si las razones por las cuales se llegó a la
determinación del candidato único obedecieron a la existencia de una
crisis política de inmensas proporciones, es obvio que el electorado
debe conocer cuáles son esos nuevos fundamentos políticos que
neutralizarán los cambios ya iniciados por la revolución bolivariana, y
garantizarán la reconducción del país.

Muy por el contrario, con la intención de presentar una imagen
conciliadora, capaz de atraer a los afectos al chavismo y a quienes sin
pertenecer a este sector no han sido ganados al mensaje opositor, el
planteamiento político del candidato Capriles prácticamente se ha
circunscrito a ofrecer la continuidad de la política pública más
emblemática que ha desarrollado el gobierno bolivariano en toda su
historia, como son las llamadas "misiones", cuyo fundamento radica en la
ejecución de programas sociales de distinta naturaleza en beneficio de
los mas desposeídos, los cuales representan el grueso de la población.
Por si esto fuera poco, la oferta electoral no solo se ha basado en
mantener esta política, sino en garantizar su permanencia eterna bajo la
figura de una Ley que las ampare.

En otras palabras, que mientras los venezolanos se han mantenido alerta
frente a la posibilidad de destrucción de su democracia, y han decidido
renunciar a cualquier otra posibilidad electoral con miras a concentrar
su energía en un solo candidato; éste, en vez de enfrentar la situación
con propuestas concretas que eviten la hecatombe del país, ofrece como
panacea precisamente el mantenimiento de estos programas, que durante
todos estos años han sido criticados por la misma oposición por obedecer
a "respuestas puntuales", que en nada propiciaban el desarrollo del país.

Pero las circunstancias van más allá de la oferta electoral. Es
innegable que a pesar de las peculiaridades de la personalidad del
candidato-presidente, el gobernante ha logrado mantener un liderazgo
solido durante el tiempo de su mandato. Es posible que no se comulgue
con sus ideas, pero lo que resulta improbable es que los venezolanos no
sepan quién es Hugo Chávez, y qué representa en el contexto político
venezolano. De allí, que sin necesidad de transitar por el mismo terreno
del candidato oficialista, el otro elemento fundamental para convencer a
los votantes sobre la necesidad de un "cambio de timón", obedece a
demostrar aquellas características del candidato opositor, capaces de
garantizar la existencia de una firme personalidad, en base a su
experiencia, logros, y cualidades y en donde no haya lugar a dudas que
bajo su mandato no se perdería la Republica. No olvidemos que la imagen
que se tiene de la personalidad del candidato es un elemento fundamental
a la hora de la decisión del voto.

El candidato Capriles es un joven profesional con interesantes
experiencias en el mundo político. Tuvo en su haber el ser presidente de
la cámara de diputados y vicepresidente del antiguo Congreso de la
Republica, ha sido alcalde y ahora gobernador, tiene estudios en
distintos países del mundo, como los Estados Unidos, los Países Bajos e
Italia. Sin embargo nada se dice sobre esto, y sobre muchas otras
cualidades adicionales que seguramente posee. En su defecto se le
presenta como un candidato neutro, capaz de mimetizarse con cualquier
cosa que a juicio de sus asesores lo identifique con los votantes. De
allí que regularmente sea presentado al público, llevando alguna gorra,
tipo beisbolista sobre su cabeza, o portando un collar similar a los que
regularmente usan quienes se dedican a ritos vinculados con la santería.

Los asesores del candidato deberían tener en claro que tales
circunstancias podrían producir un efecto totalmente contrario al
deseado, siendo que en vez de lograr identificarlo con el electorado
chavista, podría perder su autenticidad. Si a esto le agregamos la
repetición de las llamadas "frases cohete" tan utilizadas por los
políticos del pasado para definir cualquier cosa, así como sus
publicitadas visitas, "casa por casa" en los barrios marginales del
país, (mecanismo usado hace más de treinta años por el entonces
candidato presidencial del partico "COPEI", Eduardo Fernández), los
resultados podrían no ser alentadores.

En lo que respecta específicamente al tipo de estrategia utilizada, si
bien ésta no ha sido definida textualmente, de las declaraciones
facilitadas por el jefe de campaña opositor, puede inferirse que la
estrategia no es otra que las ideas contenidas en el llamado "TEOREMA
DEL VOTANTE MEDIANO", cuya creación se le atribuye a Duncan Black. En
1948 Black estableció que en las elecciones de voto por mayoría, la
política pública ganadora seria "el punto ideal del votante que tiene un
número igual de conciudadanos a su izquierda y a su derecha." Esta idea
sería desarrollada diez años después por Anthony Downs, quien en su
"Teoría Económica de la Democracia" concluía que los partidos políticos
cuyo sistema electoral corresponda al de mayoría relativa (tal y como
sucede en Venezuela), tendrán mucho más éxito si trasladan sus
"plataformas" hacia el punto del votante medio.

En el caso particular de las elecciones venezolanas, ese "termino medio"
al cual quiere dirigirse el candidato se ve reflejado en la presentación
de ofertas como la antes señalada, de continuidad de las misiones. Con
esto pretende atraer al extremo más liviano dentro del chavismo (por
aquello que no vale la pena perder el tiempo con el "voto duro"), así
como al extremo opuesto a este, el cual todavía no se ha definido. De
allí que, transitando en un campo minado, Capriles se mantenga sin una
definición concreta, más allá de estas ofertas, a fin de no provocar
una reacción negativa de ambos lados.

Esta estrategia podría ser efectiva en Venezuela si pudiéramos hablar de
la existencia de dos extremos ideológicos totalmente definidos; de donde
pudiera identificarse a la izquierda con el chavismo, y a la derecha con
la oposición. Pero la realidad nos demuestra, por lo menos hasta el
presente, que no existe ningún fundamento, objetivamente comprobado,
para atribuir la existencia de alguna ideología en particular, ni al
apoyo al presidente Chávez, ni a su rechazo. Muy por el contrario, si
damos por verdaderos los análisis que periódicamente presentan las
distintas encuestadoras del país, concluiremos, que en el caso de los
seguidores del candidato Chávez, el elemento de enlace entre su persona
y el electorado obedece a aspectos de carácter espiritual, del modelo
"religioso", como lo define una de esas organizaciones de análisis.
Proviniendo ese apoyo al candidato-presidente de los sectores populares
del país, estos ni siquiera conocen los fundamentos de ideología alguna
que por sí sola los hiciera movilizar.

En el caso del sector denominado "NI-NI", (Ni apoyan al gobierno, ni
apoyan a la oposición) el cual se ha intentado satanizar desde hace
algunos años, la situación es aún peor. Si bien existe un rechazo
natural por parte de estos electores potenciales frente al
candidato-presidente, estos tampoco se sienten atraídos hacia elementos
políticos de la oposición a quienes identifican con el pasado,
representado por los partidos políticos Acción Democrática y COPEI,
actualmente miembros de la Mesa de la Unidad Democrática. Tal y como
sucede con el chavismo, hasta ahora no ha podido identificarse a este
importante número de votantes (equivalente al 30 % del electorado) con
ideología alguna.

De allí que al proponérsele al candidato opositor el mantenerse en una
posición tal, capaz de atraer al votante medio de supuestos dos sectores
de la población electoral, (o por lo menos evitar al máximo su rechazo),
no solo se corre temerariamente el riesgo de parecer "neutral" en
momentos en que se requiere todo lo contrario, sino que se le cercena a
este la gran oportunidad de reflejar lo que a su juicio sería la
verdadera situación del país y la manera de resolverla, hecho que le
permitiría en el peor de los casos, mantener un liderazgo irrefutable
para mejores oportunidades.

El último aspecto que vale la pena destacar, pero no menos importante,
se refiere a la utilización de ciertos temas como parte del mensaje de
campaña; entre ellos la enfermedad que padece el presidente Chávez. Es
indudable que la enfermedad del candidato-presidente, indistintamente
del interés periodístico, y de la obvia curiosidad de los espectadores,
ha venido siendo utilizada como parte de la estrategia electoral, tanto
por parte del oficialismo, como del lado de la oposición. Del lado del
oficialismo la estrategia ha venido desarrollándose creándose total
hermetismo respecto a la salud presidencial. Con esto se ha logrado
mantener en zozobra a un importante sector de la población, e incluso de
la comunidad internacional, facilitando con su silencio toda serie de
rumores, para luego, en un lapso prudencial presentar públicamente la
imagen del presidente Chávez, realizando alguna actividad que en
principio estaría contraindicada si el jefe de Estado estuviera en
verdaderas condiciones críticas.

De parte del sector opositor hemos visto infinidad de partes médicos,
atribuidos a fuentes cercanas al mandatario, los cuales hacen ver la
existencia de una enfermedad terminal, con escasos meses de vida, lo
cual supuestamente estaría promoviendo un estado de "caos" entre sus
seguidores.

Verdad o mentira de ambas posiciones, el hecho es que la utilización de
la salud presidencial como estrategia electoral no necesariamente
produce los mismos resultados para ambas tendencias.

Si bien existen algunas discrepancias de cifras entre las distintas
empresas encuestadoras venezolanas, todas coinciden en atribuirle al
presidente-candidato un aumento en su popularidad a raíz de conocerse la
grave enfermedad que padece. Hasta el presente nada indica que el
candidato Capriles haya aumentado su popularidad como consecuencia
directa de la enfermedad que sufre el jefe de Estado. No obstante,
pueden apreciarse los términos en que esta situación ha venido siendo
manejada por el sector opositor, en el sentido de tratar de identificar
al candidato Capriles, como una persona sana y en capacidad de dirigir
el futuro del país, en contraposición con el candidato Chávez, quien
además de enfermo, se ha mantenido alejado del territorio para seguir
tratamiento médico en la isla de Cuba.

Reiterando que hasta ahora no existe certeza alguna respecto al
verdadero estado de salud del presidente Chávez, el caso es que estas
especulaciones han traído como consecuencia otras especulaciones más,
las cuales han venido superando al sentido de la realidad y de toda
lógica jurídica. Así tenemos que lideres de diversos sectores de la
sociedad han venido advirtiendo sobre la posibilidad de que el
candidato Chávez se viera obligado, por su enfermedad, a designar a un
sustituto, negándose aquellos tajantemente a admitir la idea de tener
que cambiarse el calendario electoral con miras a otorgar las
condiciones necesarias, no solo al candidato sustituto, sino a "los
electores" para ejercer su derecho a elegir y ser elegido.

Quienes así opinan no solo desconocen que el mandato constitucional
únicamente establece el lapso para la asunción al poder del candidato
electo, y en ningún caso impone como condición una fecha determinada
para la realización de las elecciones. Olvidan incluso que fue el
Consejo Nacional Electoral el pasado año, que de manera arbitraria
modifico el calendario electoral que por costumbre había impuesto las
elecciones presidenciales para diciembre, adelantándolas para el mes de
octubre, sin que la oposición hubiera manifestado algún tipo de rechazo
ante tal decisión. Más allá de la necesidad para ambas partes de
mantener la sindéresis en momentos de tensión política, la asunción de
actitudes de esta naturaleza podrían resultar contrarias incluso a los
intereses del sector opositor, toda vez que de la misma forma en que por
causa de fuerza mayor pudiera impedirse la participación del candidato
Chávez en las elecciones presidenciales, igualmente en un futuro podría
existir alguna circunstancia en la cual se viera imposibilitado el
candidato opositor de participar. De allí que muy posiblemente las
mismas objeciones presentadas hoy en día por los seguidores de este para
negar la posibilidad de un cambio en el cronograma electoral, podrían
ser aducidas por los simpatizantes de aquel para impedir el ejercicio de
un derecho inmanente a todos los ciudadanos.

De igual forma, como parte de las especulaciones de rigor, existen
aspectos de la vida nacional que se han venido incluyendo dentro del
tema electoral, y que de continuar así terminarán desviando totalmente
la atención del electorado de los verdaderos temas de interés. Aspectos
que van desde la aparición ante los medios de comunicación de un ex
Magistrado del Máximo Tribunal del país denunciando hechos de
corrupción, la amenaza del Jefe de Estado respecto a la posibilidad de
excluir al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la
reciente promulgación de la Ley Orgánica del Trabajo, o la designación
por parte del mandatario de los miembros del Consejo de Estado, son
ejemplos de lo que a simple vista representa los llamados "trapos
rojos" hacia donde los sectores políticos opositores están siendo
conminados a distraer su atención, mientras la actividad electoral
oficialista camina de manera paralela y sin pausa.

Estos, grosso modo, son algunos de los muchos elementos que pueden
apreciarse de esta contienda electoral, que paradójicamente oficialmente
no ha sido declarada, pero que evidentemente empezó hace años. El
próximo mes de octubre los venezolanos tendrán la oportunidad de decidir
su destino político. La rapidez, o la lentitud con que estos cinco meses
que nos separan de las elecciones presidenciales transcurran, estarán
determinadas por los logros puntuales que obtengan cada una de las
partes. Del exacto conocimiento que estas tengan de la realidad, así
como de la estrategia desarrollada por aquellas dependerá el triunfo, o
una estrepitosa derrota. Suele decirse que nunca es tarde para
rectificar, pero ojala que ese nunca no sea demasiado tarde.

trinitron208@aol.com

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/5973189.asp

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