Cuba y Venezuela: Hermandad pragmática
Publicado el Lunes, 18 Marzo 2013 06:28
Por Armando Chaguaceda*
La relación de Cuba con el proceso bolivariano puede ser leída desde 
varios registros, que trascienden la retórica de los discursos oficiales 
-profusos en calificativos como hermandad, solidaridad e 
internacionalismo-, así como los de ciertos sectores de la oposición 
–que desconocen cualquier aporte positivo del país caribeño al proceso 
en curso en Venezuela–, para adquirir ribetes pragmáticos.
Vistos desde la Habana, los nexos económicos con Venezuela resultan, a 
corto plazo, insustituibles para la isla. Caracas garantiza la matriz 
energética que mueve la economía cubana, aporta créditos para inversión 
-como los dirigidos a varias refinerías, puertos y aeropuertos- y 
adquiere servicios de más 40 mil profesionales cubanos de la salud, la 
educación y el deporte, pagados muy por encima del valor salarial de 
estas profesiones en el mercado laboral venezolano.
Como plantea en recientes trabajos el reconocido especialista Carmelo 
Mesa Lago, desde 2005 el comercio exterior cubano con Venezuela ha 
crecido de manera exponencial, alcanzando un 42% del total de la isla 
caribeña. Así, el valor de intercambio bilateral rozó, en 2010, los 13 
mil millones de dólares; monto prácticamente idéntico al alcanzado con 
la URSS en 1989, aunque con el atenuante de que entonces el comercio 
cubano, con la extinta nación euroasiática y sus aliados del este 
europeo, acaparaba el 85 % del total nacional y ahora la isla posee un 
comercio -y fuentes de ingreso- algo más diversificados.
Desde la vivencia y percepción del ciudadano de a pie, el nexo con 
Venezuela se identifica con la posibilidad de evadir (petróleo mediante) 
el retorno de los aborrecidos apagones, que afectaron la isla en lo más 
duro de la crisis de los años 90 denominada Período Especial.
Desde esa misma perspectiva, la inserción de cualquier trabajador cubano 
(de la salud, del deporte, de la educación, etcétera) en las llamadas 
Misiones Sociales en tierras venezolanas, supone un beneficio material 
para él y sus familias por la vía de bienes que puede adquirir en el 
vecino país, bien sean productos ausentes en el mercado nacional (como 
hasta hace poco ocurría con las computadoras) o inaccesibles por lo 
elevado de sus precios y por la baja capacidad de compra del salario en 
moneda nacional. Ello no significa que la labor de los médicos y 
enfermeras cubanos no conlleve dosis loables de entrega y sacrificio, 
todo lo cual es reconocido por la población pobre atendida en las 
Misiones Barrio Adentro. Los cientos de miles de personas atendidas, 
curadas y dignificadas siempre serán algo invaluable, al margen de la 
opinión que se tenga sobre costos y errores de gestión de cualquier 
programa o política pública.
Otro impacto relevante resulta visible en el debate público isleño. Para 
el sector de la intelectualidad cubana que sostiene posturas críticas 
dentro del legado de la Revolución Cubana, el advenimiento del proceso 
bolivariano ofreció dos oportunidades clave. En primer lugar, la opción 
de verificar la existencia y actualización de un proyecto de izquierda, 
justo después de la estrepitosa crisis del socialismo estatista en la 
última década del siglo XX. Además, abrió la posibilidad de presentar 
críticas "leales" al régimen cubano, provenientes de una cosmovisión 
"progresista", que no fueran fácilmente identificadas -y 
descalificables- como "ataques del Imperialismo", con las consecuencias 
personales que ello supondría.
Partiendo de ambos presupuestos, un sector de la academia cubana 
(fundamentalmente jóvenes juristas y politólogos) revisó la constitución 
y leyes innovadoras de Venezuela, así como sus mecanismos de democracia 
participativa para hacer, desde ellos, inferencias y propuestas para el 
contexto cubano. Tal estrategia -que posteriormente fue replicada con 
las innovaciones democráticas adelantadas en los procesos en curso en 
Bolivia y Ecuador- contó con el concurso de un grupo de especialistas 
españoles y latinoamericanos identificados con dichas experiencias. Y se 
vio facilitado por la creación de un conjunto de mecanismos oficiales de 
intercambio y estimulo a la investigación (casas y fondos del ALBA, 
viajes cruzados de intelectuales y funcionarios de esos países) hasta 
alcanzar difusión en varios foros y publicaciones de la isla, portadores 
de propuestas más o menos consistentes.
Un rasgo recurrente de estos trabajos es, sin embargo, el sesgo 
normativo y ahistórico de las interpretaciones: son miradas que ponderan 
los avances legales sin contrastarlos con sus realizaciones prácticas; 
donde se toman por ciertas las alusiones a la democracia participativa 
sin cruzar la mirada con las recurrencias autoritarias del régimen 
chavista. En esos trabajos se percibe el proceso como un bloque, donde 
los tiempos (fases) y actores (institucionales y sociales), así como las 
culturas y estrategias políticas, brillan por su ausencia o se perciben 
desde la pupila oficial o de sus intérpretes y hagiógrafos extranjeros.
Además, las experiencias de vida y funcionamiento de un régimen 
socialista de Estado como el cubano, tan necesarias para la "pedagogía 
política" de los jóvenes procesos latinoamericanos, suelen ser pasto de 
la autocensura o edulcoramiento (al menos público) de algunos de estos 
intelectuales socialistas cubanos en su intercambio con homólogos 
venezolanos y de la región.
A la postre, la esperanza de que la joven Revolución Bolivariana 
oxigenara a su envejecida contraparte isleña no se correspondió con los 
hechos. En realidad sucedió en buena medida lo contrario: vetustos 
estilos, consignas y modus operandi, identificables con el régimen 
cubano, fueron implantados en las instancias y mentalidades del poder 
venezolano, sea por la directa labor de formación y adoctrinamiento o 
por mimetismo. Algunos casos emblemáticos fueron la organización del 
bloque juvenil del chavismo -el llamado Frente Francisco de Miranda-, la 
adopción en organizaciones populares, instituciones del Estado y en las 
Fuerzas Armadas, de consignas como Patria, Socialismo o Muerte y las 
constantes referencias al Comandante Presidente. Como en una canasta, la 
manzana pasada de tiempo corrompió al fruto joven, justo cuando este 
comenzaba a madurar.
Un último -y trascendental- tópico para analizar el vínculo de Cuba con 
el caso venezolano es el de la relación estratégica construida entre 
ambos gobiernos nacionales. En ese sentido, se ha destacado hasta el 
cansancio, la importancia del antes mencionado aporte económico, 
energético y financiero de Caracas a la vulnerable economía isleña, así 
como la contribución de especialistas y tecnologías cubanas en aéreas 
sensibles que han servido para apuntalar el apoyo político del 
presidente Chávez.
Sin embargo, algo que resulta verdaderamente estratégico -y por lo cual 
el gobierno venezolano no ha escatimado gastos para sostener una 
relación comercial desfavorable- es el papel que la asesoría política 
cubana ha dado al gobierno venezolano en áreas clave como inteligencia, 
control de comunicaciones y bases de datos nacionales, construcción de 
instituciones y mecanismos de propaganda. Con un nutrido personal (cuya 
presencia resulta crucial y visible en aeropuertos, ministerios y 
dependencias militares) el chavismo ha podido obtener una suerte de 
"proyecto llave en mano" de control y cambio político, que apunta a la 
hegemonía. Esto le da una ventaja decisiva sobre sus adversarios 
-ventaja que se suma a la colonización de poderes del Estado y la 
subordinación de sociedad civil popular- de forma tal que puede prever 
las jugadas de aquellos y alterar las iniciativas de sus contrincantes 
sin romper en toda la línea las reglas formales de la democracia.
Las consecuencias de esta "hermandad" son varias y, en regla, nocivas 
para la democracia y soberanía nacionales venezolanas, al modificar 
subrepticiamente un juego político que se encuentra perfectamente 
regulado por una constitución claramente progresista, originalmente 
aprobada por el oficialismo; un oficialismo que posee, sin necesidad de 
incurrir en violaciones a los derechos e instituciones establecidos, 
suficiente base social y recursos como para contender con amplia ventaja 
en procesos electorales.
En este punto resulta importante recordar dos elementos: Primero, que 
Chávez triunfó en 1998 sin asesores cubanos, maquinarias partidistas ni 
control del Estado y fue regresado en abril de 2002 por la mayoritaria 
voluntad popular al puesto que le fue escamoteado por la derecha 
golpista. Y segundo, que resulta éticamente reprobable que un gobierno 
como el de Cuba, que ha sido justificadamente celoso de su soberanía 
nacional frente a adversarios y aliados establezca -aún si fuese por 
solicitud del gobierno vecino- una suerte de tutela del proceso 
venezolano y su desarrollo político institucional.
Existe una consecuencia adicional, poco explorada por los analistas, que 
tiene que ver con el impacto que la estrecha relación entre los órganos 
estatales cubanos y venezolanos tendrá para el rediseño de la 
institucionalidad y modelo político isleños y, en particular, para el 
futuro de la democracia en Cuba. Si por más de diez años, los 
funcionarios y agentes cubanos han podido vivir inmersos en las 
condiciones de una democracia y sociedad civil vibrantes, "conociendo" 
-aunque quizá no "comprendiendo"- sus rasgos y debilidades y ensayando 
formas legales, paralegales e ilegales de influir sobre el orden 
constitucional y la soberanía popular, ¿no serán esta capacidades 
puestas en juego ante un eventual escenario de transición en la isla? Un 
régimen que abre -ciertamente, en una forma positiva y agradecible por 
la población- crecientes espacios para la iniciativa económica y 
libertades personales, y que hoy tolera ciertos espacios de debate y 
libre expresión de las ideas -sin por ello perder su tutela monopólica 
sobre instrumentos de propaganda, comunicación y control masivos- no 
podría utilizar estos know how en los terrenos electorales, mediáticos y 
legales frente a una oposición y ciudadanía demasiado débil, fragmentada 
y carente de experiencia conspirativa?
Tanto la experiencia de esquemas de hegemonía autoritaria -del viejo PRI 
mexicano- o postotalitaria -en regímenes como el de Putin en Rusia-, 
donde el poder del Estado-partido, combinado con alianzas con sectores 
militares, empresariales y sociales extensos, han hecho posible la 
estabilidad y legitimación "democráticas" de esos proyectos oficiales, 
permiten sustentar cualquier alarma en esa dirección. A todos estos 
elementos habrá que tomar con el debido cuidado, cuando al cabo de los 
años se haga justo balance de los bemoles de esta "hermandad pragmática".
*Economista y profesor cubano. Este artículo apareció en la revista 
mexicana Proceso y se publica en CaféFuerte con la autorización del autor.
http://cafefuerte.com/opinion/opinion/puntos-de-vista/2689-cuba-y-venezuela-hermandad-pragmatica
 
No comments:
Post a Comment