Adolfo R. Taylhardat
Jueves, 5 de abril de 2012
Normalmente, una persona con un problema de salud tan grave como el que
adolece, asume una actitud más positiva hacia sus congéneres.
Creo que es un caso único en la historia política mundial. Ni siquiera
en los casos de los gobiernos comunistas más crueles, como fueron los de
Stalin y Brezhnev en la entonces Unión Soviética ocurrió lo que sucede
en nuestro país. Tuve ocasión de vivir tres años en Moscú como miembro
de nuestra Embajada en la URSS en plena epoca de Brezhnev y nunca
escuché expresiones de odio contra el pueblo como las que profiere el
führer contra los venezolanos. No estoy defendiendo al dictador
soviético. Solo trato de mostrar un rasgo diferente entre el cruel
régimen comunista de aquel país y el que estamos soportando aquí.
En la URSS había persecuciones y prisiones, desapariciones, gulags, por
motivos politico-ideológicos. Aquí eso está acompañado de un sentimiento
de odio profundo que le sale al dictador desde sus entrañas. Cada vez
que aparece en televisión tiene que regurgitar ese odio que le atraganta
A los que están con él cínicamente les dirige palabras amorosas.
Agradece la "solidaridad" y las buenos augurios que le manifiestan sus
seguidores con motivo del mal que le aqueja.
Normalmente, una persona con un problema de salud tan grave como el que
adolece, asume una actitud más positiva hacia sus congéneres. Eso forma
parte de la naturaleza humana. En el caso del führer ocurre todo lo
contrario. Pareciera que la enfermedad exacerba el odio que lleva por
dentro.
Para él hay dos Venezuela: 1) la de los que están con él
incondicionalmente, y el resto del país que no comulga con su proyecto
castro-comunista de convertir al país en una colonia cubana, en lo que
por cierto ya ha avanzado considerablemente. 2) la de los burgueses,
escuálidos, majunches, lacayos del imperio, pitiyanquis, traidores a la
patria (miren quien habla de traición a la patria), etc., etc., que
somos todos los demás.
A esta última categoría de inmediato pasan a engrosar los seguidores que
se resbalan. Cualquiera que dé una muestra de disidencia automáticamente
es objeto de agravios, injurias, ofensas, afrentas, vituperios,
improperios y pare de contar por parte del propio führer y sus acólitos
y secuaces.
La muestra más patente y reciente es el caso del "gato Briceño",
gobernador de Monagas, elevado a esa función por su condición de
militante del PSUV, pero que en el caso de la contaminación del rio
Guarapiche optó por dar prioridad a la defensa de la salud de los
monaguenses por encima de la disciplina psuvista.
Otra muestra es la manera despiadada, malvada, con la cual viene
desarrollando su campaña electoral dirigida y monitoreada a distancia
desde La Habana con la asesoría de "papa -Fidel". Hasta ha asegurado que
existe un proyecto para asesinar al candidato de la Unidad Democrática
Si esto es cierto, o tiene evidencias de ello, ¿no es su deber como
presidente ordenar una investigación del presunto plan homicida y
disponer que los órganos de seguridad del Estado le proporcionen a
Henrique Capriles toda la protección necesaria?
En su más reciente aparición televisiva, antes de viajar por enésima vez
a Cuba para continuar su tratamiento oncológico, dio una nueva muestra
de sus sentimientos hacia quienes le adversan. "La oposición no logrará
ganar las elecciones del 7 de octubre. ¡Más nunca, jamás lo van a
lograr, intenten lo que hagan!"; "Ellos van a decir: allí está él con su
discurso violento... No es discurso violento. Es que estoy denunciando
los planes que ellos están haciendo para generar violencia y
desestabilizar".
Toda esa retórica es para distraer la atención de los planes para
generar violencia, desestabilizar, crear pánico que desarrolla el propio
régimen bajo los dictámenes de su jefe supremo en su desespero para
impedir que el 7 de octubre pongamos fin a estos largos 14 años de
dictadura.
Somos nosotros quienes debemos decir: ¡No lograrás derrotar a Henrique
Capriles el 7 de octubre. ¡Más nunca volverás a gobernar, intentes lo
que intentes!
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