Rigoberto Lanz
Lunes, 9 de abril de 2012
"Las instituciones políticas existentes, creadas para ayudar a las
personas en su lucha contra la inseguridad, les ofrecen poco auxilio. En
un mundo que se globaliza rápidamente, en el que una gran parte del
poder político la parte más seminal queda fuera de la política, estas
instituciones no pueden hacer gran cosa en lo referido a brindar
certezas o seguridades".
Zygmunt Bauman: En busca de la política, p.13.
No es por casualidad que hemos estado insistiendo en el tema de las
patologías políticas que pululan en los márgenes de los agrupamientos
que se disputan el poder. Estas anomias existen en ambos polos. De
momento me refiero a los factores delirantes que se mueven en el campo
de la derecha porque son los escenarios que lucen más probables de aquí
al 7 de octubre. El peligro más patente en los mapas de riesgos que
manejamos es precisamente la deriva de la derecha histérica, grupos
fascistoides que tienen poco que perder, que no rinden cuentas ni cogen
línea, sicarios de la política dispuestos a lo peor sin el menor
escrúpulo. Actúan por cuenta propia o en combinación con sectores
económicos que no confían demasiado en sus agentes políticos
convencionales (recuerde usted los detalles del golpe de Estado del 11
de abril en Venezuela).
Importa destacar que la acción de estos grupúsculos disociados no tiene
el propósito de "ganar" algo, no buscan algún "triunfo" ni "conquistar"
cualquier cosa. Basta con hacer daño --al costo que sea-sin estar
haciendo análisis político. En ese camino pueden actuar contra su propia
gente si ello genera despelote público e ingobernanza. La derecha
republicana tiene unos márgenes de actuación regulados (más o menos) que
definen la raya de la que no puede pasarse. En cambio, los focos
fascistoides actúan con un alto grado de impunidad, sin sacar cuentas
políticas, sin tener que dar la cara por lo que hacen.
Ello establece precisamente su peligrosidad, por lo mismo, la necesidad
de habilitar todos los recursos de prevención para su neutralización.
La evaluación preelectoral funciona perversamente como un detonante
porque esta derecha histérica acentúa su desesperación en la misma
medida en que los pronósticos se ponen negros para la oposición.
Mientras más contundente aparezca la ventaja del Gobierno en encuestas y
otros análisis electorales, más altos son los riesgos de derrape por la
violencia inducida o ejercida por estos grupos fascistoides. Como se
trata de metodologías terroristas, cuajadas en los albañales de la
política, resulta muy difícil su control y prevención. La mejor labor de
inteligencia resulta insuficiente para una efectiva neutralización de
acciones criminales que se amalgaman con la delincuencia crapulosa.
Agréguele usted la complicidad --política y operacional-de los chicos de
la CIA y otras agencias siniestras que tienen un largo historial de
atrocidades en América Latina y el mundo. Es para preocuparse y mucho.
La antesala de este panorama indeseable para todos es la actuación
descarada de las mafias comunicacionales que están trabajando en las
estrategias de terrorismo mediático. El amigo Miguel Ángel Pérez y mi
hermano Carlos Lanz realizan un seguimiento sistemático de esta fábrica
del miedo que pone en evidencia cómo lo hacen y quiénes están detrás. El
trabajo sucio es de usos múltiples: le sirve a la derecha electoral para
buscar dividendos pragmáticos, le sirve también a la derecha histérica
como calentamiento del ambiente para operaciones terroristas.
No hay que descuidar el encadenamiento siniestro entre servicios de
inteligencia internacionales manejados por la ultraderecha, grupos
económicos (sobre todo, banqueros) que juegan en varios tableros,
segmentos de la derecha electoral que tienen su "plan C" y estos focos
disociados de la derecha histérica. Esa cadena del terror está
funcionando, no cabe aquí ninguna ingenuidad. Hay manejo de escenarios
que así lo contemplan.
Más grave que eso: hay información "clasificada" que va en la misma
dirección.
Anticipar este cuadro no es un salvavidas... pero ayuda.
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