Tuesday, April 10, 2012

El odio en política

El odio en política
Pedro Delgado Machado
Martes, 10 de abril de 2012

En escenarios políticos radicales es posible estimularlo en forma
perversa para beneficio propio si se alienta la confrontación
irracional. Un líder que con su verbo encendido utiliza palabras como
"aniquilar", "pulverizar" o similares está creando condiciones para que
sus seguidores acaten sus palabras en forma literal por el efecto
potenciador que tiene la "Schadenfreude" en grupo.

Científicos recientemente localizaron en una estructura cerebral
denominada Núcleo Estriado ligada al procesamiento del placer, la sede
de sensaciones malsanas que despierta la desgracia o el sufrimiento de
otros.

Desde el punto de vista evolutivo el ser humano primitivo en su lucha
por sobrevivir se alegraba ante la desgracia del rival. En una sociedad
primitiva donde literalmente se batalla por sobrevivir pues el mundo que
rodea al individuo es amenazante, eso pudo tener sentido. En ese caso la
mala fortuna de otro se convierte en oportunidad según los psicólogos
sociales, aunque suene duro. Afortunadamente eso se ha dejado atrás en
la medida en que el desarrollo humano ha conseguido formas más
evolucionadas de convivencia y relación.

Quedan sin embargo vestigios en el humano actual de esos sentimientos
primitivos. La palabra alemana "Schadenfreude" describe el sentimiento
pocas veces confeso y vergonzoso de alegría que provoca el sufrimiento
del otro, sobre todo si ese otro de alguna manera se percibe como
adversario. Este sentimiento (nada de que sentirse orgulloso) existe en
forma discreta, pero a veces puede llegar a ser destructivo. Más aún en
grupo pues tiende a potenciarse ya que somos más fieramente
competitivos en grupo que individualmente (esto está comprobado en
ciencias sociales).

En escenarios políticos radicales es posible estimularlo en forma
perversa para beneficio propio si se alienta la confrontación
irracional. Un líder que con su verbo encendido utiliza palabras como
"aniquilar", "pulverizar" o similares está creando condiciones para que
sus seguidores acaten sus palabras en forma literal por el efecto
potenciador que tiene la "Schadenfreude" en grupo.

El psicólogo social Russel Spears destaca en sus estudios que este
sentimiento que produce vergüenza cuando se siente individualmente, es
legalizado, racionalizado (por ende justificado), cuando se comparte en
grupo, y puede conducir a la violencia. La "schadenfreude" cuando es
estimulada en grupos radicales, lejos de producir legaliza y se percibe
con orgullo, como manifestación de lealtad (aunque despreciable) con su
líder o sus partidarios. La validación del líder abre las puertas a la
legalización y permisividad de la violencia. Según los científicos
sociales esto explica la tolerancia social que existió por parte de la
población ante atrocidades como el genocidio de Ruanda en 1994 , y el
Holocausto. Resentimientos colectivos acumulados fueron perversamente
manipulados y auspiciados hasta lograr despertar aún en los más
pacíficos sentimientos horribles de placer ante la desgracia del otro
que llevaron a justificar la brutalidad. La "Schadenfreude" lleva a la
tácita aceptación de la discriminación y el odio. Ablanda la moral y
predispone al exterminio. El estimulo de la "Schadenfreude" para
beneficio político es repudiable, conlleva responsabilidad, y debe ser
denunciado y rechazado.

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