Monday, October 28, 2013

"Llegaste muerto de Cuba"

"Llegaste muerto de Cuba"
Autor: Manuel Malaver el Dom, 27/10/2013 - 19:29.

Penúltimo capítulo de mi libro "Chávez: un mito efímero" que aparecerá
en diciembre en la editorial "Libros Marcados". La frase del título fue
pronunciada la mañana del viernes 15 de marzo por el general, Jacinto
Pérez Arcay, en el momento de despedir a su discípulo y amigo, Hugo
Chávez, minutos antes que su féretro fuera trasladado, de la Academia
Militar, al llamado "Cuartel de la Montaña" donde la esperaba una tumba
abierta que guardaría sus restos mortales hasta "el fin de los días".

Depositarlo en el "Cuartel" fue un gesto irónico, porque fue allá,
precisamente, en el entonces llamado "Museo Militar", donde Chávez se
atrincheró durante la intentona golpista del 4 de febrero del 92 y se
negó a movilizar las tropas bajo su comando para auxiliar a sus
compañeros de armas mientras eran masacrados en la toma del Palacio de
Miraflores.

Pero había algo más paradójico: en el "Museo Militar", llamado ahora
"Cuartel de la Montaña", fue donde Chávez se rindió ese mismo día,
llamando al resto de los oficiales que, sí había triunfado en sus
objetivos, a que "entregaran las armas".

En cuanto a la frase del general, Pérez Arcay, pudo pasar como resultado
de los desvaríos de un "maestro" sensiblemente afectado por la partida
de un alumno al que consideraba "su hijo", y siendo como era, un oficial
famoso por sus "desvaríos", no costaba tomarlo como otro más, únicamente
que dada la circunstancia en que fue dicha, y la clase de relación que
unía a los dos hombres, es indefectible que llegó para avivar el fuego
del rumor de que Chávez no había muerto en Caracas, sino en La Habana, y
no en la fecha que se dijo, sino un mes antes.

Pero más que sobre los rumores, la frase de Pérez Arcay llegó para
incidir en la discusión sobre el extraño papel jugado por el gobierno
cubano, y más específicamente, por los hermanos Fidel y Raúl Castro, en
la enfermedad y muerte de Hugo Chávez, los cuales, desde que fue
diagnosticado de cáncer, se adueñaron de lo que le quedaba de vida, y
después, de su muerte y sucesión.

Sus razones tenían, pues, luego que a raíz de los sucesos del 2002, 2003
y 2004, Chávez fue casi eyectado del poder, los convierte en su aliados
fundamentales, negocia con los Castro una asistencia macro en lo
militar, policial y social, a cambio de que los petrodólares venezolanos
sustituyeran a los rublos rusos en la sobrevivencia de la anacrónica y
mohosa revolución cubana.

El comandante-presidente delira con el pacto, pero en el entendido de
que el jefe del gobierno y la revolución cubana era Fidel, y el del
gobierno y la revolución venezolana es él, Hugo Chávez, y los dos podían
compartir el liderazgo de la revolución latinoamericana y mundial.

Pero los caudillos llegan aún más lejos, pues se proponen la creación de
una sola república con Cuba y Venezuela como estados, o provincias, o
naciones, con una presidencia pro témpore que sería ejercida un año por
Fidel y otro Hugo.

Tablero en el cual, una pieza llamada Raúl Castro, no cuenta para nada,
salvo para ser el ministro de la Defensa de uno u otro presidente, o de
ninguno.

El sueño, sin embargo, dura poco, pues Fidel cae gravemente enfermo en
julio del 2006, es separado de la presidencia y su sustituto, Raúl,
tiene que habérselas con un Chávez que piensa que es él el verdadero y
único heredero de Fidel; y Chávez se enfrenta a un Raúl Castro que jamás
aceptaría ponerse bajo el mando de un venezolano parlanchín que, aparte
de tener petróleo, no le ha dado otro aporte a la revolución.

Los dos hombres, sin embargo, se necesitan, tienen que soportarse, pero
sin duda que sin perderse de vista y en espera de la próxima jugada que
establezca quién termina colocándose bajo las órdenes de quién.

La incógnita empieza a despejarse entre el 10 y 30 de junio del 2011,
cuando Chávez es diagnosticado de cáncer de pelvis en La Habana y Raúl
Castro decide apropiarse del resto de sus días, conducirlo a una muerte
lenta pero segura, pero no antes tramar de que el sucesor de Chávez sea
de la más absoluta confianza de Raúl y Fidel.

El juego, entonces, no puede lucir más cerrado a favor del menor de los
Castro: continuar percibiendo la gigantesca ayuda que le llega de
Venezuela… pero sin Chávez.

Ello explicaría porque el gobierno cubano, una vez que el teniente
coronel de Sabaneta es diagnosticado de un sarcoma, lo convierte en un
prisionero o rehén de las autoridades isleñas, las cuales lo embaucan
con el cuento de que tienen la cura para su enfermedad, mientras lo
empujan al calvario de operaciones y tratamiento que jamás dan
resultado, para al final presentársele con un cartelito: FIN.

En el intertanto -un año, 8 meses y 6 días que van del 10 de junio del
2011, al 6 de marzo del 2013- el gobierno cubano jamás permite que el
equipo médico que lo atiende presente un informe del origen, naturaleza
y evolución del mal, o males que lo aquejan, del resultado de sus
operaciones y tratamientos, y mucho menos, si dado el fracaso de la
medicina cubana, convenía ser tratado de manera alternativa en otro país.

Pero lo más grave es que el gobierno venezolano, los hombres que
sustituían a Chávez en las funciones de gobierno, también guardan
silencio, participando o haciéndose cómplices de una conspiración contra
el mandatario nacional.

En otras palabras: que lo poco que se sabe de la enfermedad del
doliente, es lo poco que revela él mismo, diciendo unas veces que
padecía de un grave problema de salud, otras que estaba curado, pero
nunca entrando en detalles, especificando, por ejemplo, qué clase de
cáncer lo afectaba, ni en qué medida avanzaba, o retrocedía.

Tampoco revelando los nombres de los médicos cubanos y venezolanos que
lo atienden, y mucho menos, dando a conocer sus curriculum, de modo que
la opinión opinara si estaban o no en capacidad de devolverle la salud.

Otro hecho de la mayor relevancia, es que jamás se publican fotografías,
ni videos, ni cualquier otro testimonio gráfico, de las instalaciones
clínicas y hospitalarias donde atendían al paciente, como tampoco la
clase de fármacos que le medicaban.

Para decirlo en breve: todo un secreto de estado, de arcano que preserva
las claves de una siniestra conspiración y que quizá solo vino a
conocerse la noche del 8 de diciembre del 2012, cuando Chávez anunció a
sus compatriotas que marchaba a La Habana a realizarse una cuarta
operación de la cual posiblemente no regresaría, y que, en ese caso, su
sucesor sería Nicolás Maduro.

Nicolás Maduro… un personaje de la tercera o cuarta fila de la
revolución, que conoció un ascenso vertiginoso según fue sellándose la
alianza cubano-venezolana, que como canciller solo se distinguió por
cumplir obedientemente las órdenes del comandante-presidente, y del
cual, empezó a decirse, a raíz de su designación, que desde finales de
los 80 mantenía vínculos con la inteligencia isleña.

No fue, sin embargo, lo más singular, misterioso y enigmático que le
ocurrió en aquellos 84 días que le quedaban de vida al presidente de
Venezuela, pues luego de la cuarta y última operación que le practican
tan pronto llega a Cuba el día 11, lo desaparecen totalmente de la vista
del público, no vuelven a conocerse imágenes, ni audios de su persona, y
a los presidentes sudamericanos que se presentan a La Habana a darles
muestra de solidaridad y enterarse de su salud, le es negado el acceso a
las instalaciones clínicas y hospitalarias donde lo tratan.

Solo Maduro, el canciller Elías Jaua, y las hijas del presidente dicen
haber estado con él unas pocas veces, dan partes de lo más
contradictorios sobre su estado de salud, y al final anuncian que
regresará a Caracas el lunes 2 de febrero.

Llegó y fue internado en el octavo piso del hospital militar "Carlos
Arvelo" de Caracas, donde, al igual que en La Habana, solo se permitió
que Maduro, Jaua y sus hijas tuvieran acceso a su persona.

Del resto, ni imágenes, ni palabras, volvieron a oírse del Primer
Mandatario que más había hablado en la historia del país.

Y debió ser por eso que al general Pérez Arcay se le escapó la frase:
"Llegaste muerto de Cuba".

Pero hay otra que conviene tener en cuenta, y es la del general, José
Adelino Ornella Ferreira, jefe de la Guardia Personal del moribundo,
quien testimonia que lo oyó decir en los minutos finales: "No me dejen
morir, no me dejen morir". @MMalaverM

<http://informe21.com/informe-21/llegaste-muerto-de-cuba>

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