Marañas y plomo
RAÚL RIVERO | Madrid | 26 Oct 2013 - 10:22 am.
El periodismo en América Latina vive un momento peligroso: 13 muertos en
el último semestre. Sin contar las presiones gubernamentales y
judiciales y las reapropiaciones.
Los resultados del avance económico de muchos países de América Latina
en estos años de crisis, oscuridad y desastres en el mundo desarrollado
provoca que la admiración y el optimismo que se vive en los balcones de
las fronteras dejen perdido, en un tercer plano de aquella realidad, la
persecución oficial a los medios de prensa, la violencia que aplican
contra la libertad de expresión los grupos de poder y las amenazas,
destierros, encarcelamientos y asesinatos de los periodistas.
La atmósfera general es negativa para el ejercicio de la profesión. Las
fuerzas enemigas están dominadas por un bien llevado concubinato entre
gobernantes con vocación totalitaria y poderosas mafias locales que,
mediante palizas, asedio a familiares y a punta de pistola, han
conseguido que sus actividades delictivas desaparezcan de las páginas de
los periódicos y de los noticieros de la radio y la televisión.
Un informe reciente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) revela
que en el último semestre murieron de manera violenta 13 periodistas en
la región. Dos de ellos en Brasil, donde 70 reporteros fueron víctimas
de agresiones de agentes policiales o de manifestantes durante las
protestas populares de junio pasado. En México asesinaron a tres
comunicadores, dos en Colombia y otros dos en Guatemala y en Haití. En
Honduras y Paraguay mataron uno en cada país.
El ecuatoriano Rafael Correa se esfuerza por aparecer como el mayor
represor del periodismo en la zona. Lo mismo le da carácter de ley a la
mordaza burda que ordena una paliza o provoca un asilo. Su competencia
le sigue de cerca, es creativa y trabaja por arrebatarle el liderazgo.
Los más notorios en esa carrera son sus colegas de Venezuela, Bolivia,
Nicaragua y Argentina, verdaderos especialistas en la manipulación de
los anuncios como mecanismo de premios y castigos, demandas judiciales,
la utilización de empresarios amigos para apropiarse de los medios que
consideran hostiles y algunas medidas más tajantes y sin anestesia como
la expulsión de corresponsales extra. Todos con la meta de alcanzar a
Cuba con su coro de folletos gubernamentales.
El periodismo en América Latina vive un momento peligroso que le impone
otro concubinato fatal: el de la impunidad ante la violencia contra los
profesionales y el sueño de instalar panfletos lisonjeros leales al
poder político.
http://www.diariodecuba.com/cuba/1382723243_5667.html
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