Thursday, September 15, 2011

El cáncer como estrategia

El cáncer como estrategia
Elides J. Rojas L
Jueves, 15 de septiembre de 2011

Nadie elige a una persona enferma, debilitada y con miles de taras para
que de ella dependa su futuro, el de la empresa o el de un país. Eso es
mentira. Ha sido siempre así. De hecho esas enfermedades se ocultan
hasta el final

En semana pasada, después de algún tiempo sin encuestas ni estudios de
opinión, apareció Schemel con su Hinterlaces. Hay algo en concreto que
nos llamó la atención. El cáncer de Chávez le está generando beneficios
y repunta en los números gracias al peligro inminente. Contradictorio,
¿no? Paradójico, ¿no?

Pero no hay razón para no creerle a Schemel cuando todos hemos sido
testigos de sus aciertos. Ha pegado varios resultados electorales y,
aunque las encuestadoras siempre dejan un margen claro para defensa
posterior a los resultados, esta empresa juega más al análisis de grupos
que a los números puros y simples. Así que la interpretación tiene
bastante margen de juego. Es decir, todo dependerá de la labia, al mejor
estilo del comandante.

No obstante, insistimos, un cáncer, un "canciller" como se le conoce
popularmente, no es juego. Un artista, un escritor o una figura del cine
pueden admitir su grave enfermedad y ganar miles de fanáticos. Total.
Usted estará a las puertas del teatro y podrá ver una de sus últimas
presentaciones en vida. Y si es cine, probablemente será una de sus
últimas películas. Y si es un artista de verdad, estará muy cerca de una
de sus últimas pinturas. Es un extraño encanto, una morbosa línea de
revalorización que otorga la muerte a la vida en sus últimos innings. De
allí a la gloria y a los recordatorios de prensa. Nada más.

Pero, en el caso de un presidente o un candidato, de un gerente general
de una gran empresa o de un capitán de aviación, ese cáncer (salvo que
sea un furúnculo elevado al grado de cáncer F-5 por pura propaganda)
significa: se acabó, fin de la carrera, no hay extrainning. Último out.
Al retiro o a la cueva final. No hay otra.

Nadie elige a una persona enferma, debilitada y con miles de taras para
que de ella dependa su futuro, el de la empresa o el de un país. Eso es
mentira. Ha sido siempre así. De hecho esas enfermedades se ocultan
hasta el final. Como ciertamente intentó hacer micomandante; pero al
final, la imagen, como su gobierno, la domina una realidad palpable y dura.

De allí la gran duda cuando Schemel afirma que la enfermedad, el cáncer
indeterminado de Chávez, le ha ganado adeptos. La razón: amor, simple
amor. Una relación afectiva y religiosa es impulsada por la inminencia
de la muerte. Pues, de ser así, bien corto es este pueblo. Más allá de
la política, un líder enfermo ya no es líder de nada. Tal vez pueda
ocupar un buen puesto en una estatua. Aunque puede mandar otro, es
verdad. Y el que viene mandando hasta hora desde Cuba está en tercera y
sin outs. Así que las opciones no son muchas.

Mala estrategia, si acaso lo es, esto del cáncer presidencial. Aunque
Schemel diga que es buena y saludable.

erojas@eluniversal.com

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/2380660.asp

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