Maduro y la maldición del bigote
DANIEL LANSBERG RODRÍGUEZ | EL UNIVERSAL
viernes 3 de mayo de 2013 12:00 AM
Nicolás Maduro es muchas cosas para mucha gente. Un tirano, un héroe, un
presidente, un falso presidente, un líder, un tramposo, un poco torpe...
y la lista sigue. Pero a pesar de ser un personaje tan controversial,
existe una característica que ni seguidores ni detractores pueden negar:
ese hombre tiene bigote.
Ahora, se entiende que el bigote, aunque cada vez más escaso en los
círculos de poder a nivel mundial aún persiste en América Latina. Daniel
Ortega tiene uno, Leonel Fernández también, y se presume que Evo Morales
le encantaría tenerlo, si solo fuese capaz de hacerlo crecer.
En realidad no estamos solos en esto de ser una región bigotuda. Entre
los dictadores de África y Asia permanece bastante normal. En Siria,
Assad tiene uno, y ambos Hussein y Gadafi los tuvieron hasta poco antes
de morir. En Pakistán, Musharraf mantiene el suyo aunque le quede poco
poder y luzca como que pronto será encarcelado por haber subvertido el
orden democrático durante su gobierno. A diferencia de Ilham Aliyev,
dictador de Azerbaiyán quien ha logrado quedarse con su país y su bigote.
En todo caso, el regreso triunfal de un bigote a Miraflores viene tras
una escasez de casi tres décadas, el primero desde la presidencia de
Luis Herrera Campíns (1979-1984).
Hasta ahora, el siglo XXI sólo nos ha ofrecido un presidente con bigote,
mientras que el siglo XX fue un poco más generoso. Además de Campíns,
tuvimos cuatro más. Cipriano Castro (1899-1908), Juan Vicente Gómez
(1908-1935), Victorino Márquez Bustillos (1914-1922), y Eleazar López
Contreras (1935-1941). Como verán, los años precedentes a la II Guerra
Mundial representaron una época dorada para los labios superiores de
nuestra república.
Si nos atrevemos a visitar estos fantasmas del pasado, pronto queda
claro, que la historia tiende a repetirse. Más allá de su bigote, Maduro
tiene mucho en común con algunos de sus predecesores.
Campíns -el último bigote que resonó órdenes en los ilustres pasillos de
Miraflores durante el siglo XX- fue copeyano, abogado de profesión, y a
primera vista luce compartir poco con Maduro. Pero, además del bigote,
si tienen algo en común: Campíns se recuerda hoy particularmente por el
llamado "Viernes Negro" del 1983, en el cual un país despilfarrador tuvo
que enfrentarse de manera drástica a las duras realidades de su propia
irresponsabilidad económica. En poco tiempo esto mismo le tocará a Maduro.
Anterior a Campíns tuvimos a López Contreras quien, igual que Maduro, se
hizo cargo tras la muerte por enfermedad de un presidente paradigmático:
Juan Vicente Gómez. Gómez, quien también tenía bigote, fue un líder
omnipotente quien logró moldear las "instituciones gubernamentales" a su
conveniencia y que al igual que nuestro recién fallecido Presidente
Chávez toleraba poco a la disidencia. Sin embargo, López Contreras
-quien disfrutaba de un bigote en realidad poco imponente- es recordado
con cariño por haber liberado a los presos políticos recluidos en
cautiverio por Gómez y devolverle al pueblo la libertad de expresión.
¡Qué diferencia con el bigote de hoy!
La última figura en un triunvirato de bigotes que definió la era de
Gómez fue Victorino Márquez Bustillos: quien presenta fascinantes
paralelismos con nuestro presidente actual. Éste se convirtió en
presidente interino inicialmente al haber sido "nombrado" por el gran
jefe Gómez. Por la duración de su mandato, en ningún momento era él
quien realmente tomaba las decisiones. Gómez seguía en control aún desde
un cuartel alejado: aprobando o desaprobando cada decisión de Márquez
Bustillos.
Ahora bien, en nuestro siglo XXI, la identidad de este segundo
presidente quien manda junto -o por encima- de Maduro varía dependiendo
de tu perspectiva política. Para algunos el verdadero presidente es el
"legítimo ganador" Henrique Capriles. Para otros existe una figura
oculta quien controla a Maduro desde las sombras: tal vez Diosdado
Cabello o Raúl Castro (¡otro bigote!) ¿O será el espíritu de Hugo Chávez
"Redentor" quien le guía la mano a su querido sucesor? ¿Quién sabe? Pero
al igual que Márquez Bustillos, nadie se cree que Maduro es el hombre
que toma las decisiones.
Lo que nos lleva al último bigote de nuestra historia: Cipriano Castro
–quien fue derribado por su propio partido, cuando hombres ambiciosos
que lo rodeaban decidieron que él era una desventaja y maquinaron su caída.
Al mirar estos cinco bigotes históricos podemos abarcar el pasado, el
presente y el probable futuro de la misericordiosamente breve
presidencia de Nicolás Maduro. Un hombre designado como un líder por el
capricho de un gigante. Heredero por la muerte de su predecesor. Quien
jamás logró ejercer ese poder de manera independiente. Quien buscó
gobernar a través del miedo. Quien eventualmente tuvo que soltar las
riendas al ser traicionado por supuestos aliados, y es recordado –más
que todo- por su bigote.
@Dlansberg
http://www.eluniversal.com/opinion/130503/maduro-y-la-maldicion-del-bigote
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