La notoria grabación
Fernando Luis Egaña
Domingo, 26 de mayo de 2013
De los más vistosos jerarcas, casi nadie se salva de las constantes
zambullidas y no precisamente en el mar de la felicidad. Y quien destaca
como el nadador más consumado en tan espesas aguas negras es el rapado
que quiere la silla del bigotudo.
El portavoz mediático más poderoso del oficialismo, empoderado, por
cierto, por el finado dueño del poder rojo, es el primer protagonista de
un escándalo mayúsculo y plenamente justificado, porque la notoria
grabación contribuye a difundir muchas cosas que caracterizan a la
satrapía, algunas de las cuales eran más conocidas por los caminos del
rumor que por el de las confesiones del poder.
La primera, claro está, es que la llamada "revolución bolivariana" es un
pozo séptico de la mega-corrupción, en el que nadan por igual sus
principales jerarcas. Y si bien ese pozo comenzó a llenarse cuando el
señor Chávez todavía era presidente-electo, por allá a finales del siglo
XX, ahora no cabe duda razonable de su gran dimensión y de su peor
contenido.
De los más vistosos jerarcas, casi nadie se salva de las constantes
zambullidas y no precisamente en el mar de la felicidad. Y quien destaca
como el nadador más consumado en tan espesas aguas negras es el rapado
que quiere la silla del bigotudo. Un sujeto ávido, si los hay, para
todos los malos haberes del poder.
Otra realidad que luce llamativa es que el mandatario formal quede como
una especie de mequetrefe, que ni siquiera puede controlar a figuras de
su círculo personal. Pero eso sí, a las órdenes de los mandamases
cubanos. Según los partícipes de la grabación, éste sería lo que los
gringos llaman un desastre esperando ocurrir... Y prueba de ello las
angustias del psiquiatra que coordinó su comando de campaña...
El sucesor no aparece tan inmerso en el latrocinio bolivarista, pero sí
se le retrata como un incapaz de encarar tan decadente pandemonio.
Algunos han dicho que no sale tan mal parado en el escándalo, pero dudo
que sea así, porque en Venezuela la debilidad para ejercer el mando es
de por sí un problema que no se disculpa ni mucho menos se perdona.
Y hablando de faltas de perdón, de la conversación-reporte se desprende
que las luchas por el botín no tienen paz con la miseria. Ya las
parcelas del poder no se configuran por las fronteras tradicionales de
los poderes públicos o de los gobiernos estadales o locales, sino que se
concentran en el paradero de los dólares: Cadivi, Pdvsa, BCV, Bandes,
Fondo Chino, etcétera. El Estado venezolano es asumido como un campo de
batalla de carteles delictivos, cada uno más depredador que el otro.
Y encima un Estado sin soberanía, porque su jefatura no está en Caracas
sino en La Habana. Y aunque eso se sepa con absoluta seguridad desde
hace años, en la grabación que nos ocupa el tema se asume con el máximo
descaro. Del intercambio no quedan huesos sanos, comenzando por los del
supremo, porque él fue quien crió y protegió a la jauría.
E incluyendo, desde luego, al protagonista de la grabación, que ha
confesado públicamente ser un soplón del G-2 cubano. Caramba, caramba...
el más poderoso de los personajes televisivos del régimen es un sapo
convicto y confeso...
No obstante todo ello, acaso lo más gravoso que se proyecta es la
anarquía que envuelve al tribalismo oficialista, y por lo tanto la
anarquía que se está apoderando del país. En la notoria grabación, no
hay república, ni derecho, ni democracia, ni instituciones, ni
libertades, ni civismo, ni nacionalidad.
Y no hace falta esa u otra revelación endógena para constatar lo que
salta a la vista. La satrapía roja no descansa en su afán por destruir a
Venezuela y a los venezolanos.
flegana@gmail.com
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/7218780.asp
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