La ilusión del socialismo 3.0
NERIO ENRIQUE ROMERO | EL UNIVERSAL
viernes 24 de mayo de 2013 12:00 AM
La caída del socialismo soviético arrastró consigo el concepto de
planificación centralizada, considerada entonces como la vía para que
economías dirigidas y administradas por estados revolucionarios
condujesen a la producción de riqueza y su distribución equitativa. Se
creía que el Estado, representando a todos, conduciría la economía hacia
esos objetivos. Lo que pasó fue muy distinto, y el colapso de esos
procesos económicos y sociales en los años 90 fue revelador de problemas
consustanciales a ellos: escasez y mala calidad de bienes y servicios,
corrupción, y desaparición de las libertades humanas fueron los más
impactantes. Gente de países occidentales que se identificó ideológica y
afectivamente con el socialismo del siglo XX sufrió un severo impacto
que los llevó a separarse de la política o encauzar sus energías hacia
temas como la protección del ambiente o reformas políticas y sociales
buscando mayor equidad, pero sin cuestionar las bases de la economía de
mercado. Otros persisten buscando la transformación socialista con la
mira puesta en la sociedad comunista propuesta por Marx.
Heinz Dieterich, autor del libro Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo
XXI (2005) y consejero del expresidente, volvió a plantear la
planificación centralizada: en el nuevo socialismo a la economía de
mercado la sustituiría una economía democráticamente planificada. Regida
por la soberanía popular, condición que no existió en los socialismos
del siglo XX (dominados por burocracias estatales y partidos
comunistas) y tampoco a su juicio en las economías de mercado (diferimos
de esta última afirmación: la economía de mercado, aún con sus
distorsiones y desequilibrios, requiere la participación del común de la
gente, principalmente en su rol de consumidores). La nueva economía
socialista de Dieterich se regiría por el principio de equivalencia, en
el cual salarios y precios se determinan únicamente por el tiempo de
trabajo invertido o incorporado en ellos, sin consideración de otros
factores. Así, ambas variables (precios y salarios) tendrían asignado un
valor real, que sería la suma de todo el tiempo invertido en el trabajo,
o contenido en los bienes. ¿Cómo establecer democráticamente ese valor?
Dieterich lo cree posible gracias al uso de la tecnología de la
información y comunicación electrónica, "para extender la democracia
participativa a la esfera económica". Obviando las objeciones que muchos
lectores se habrán planteado sobre el concepto de valor real, surge la
pregunta: ¿quién lo determinaría? Una tarea de esta naturaleza tendría
que ser centralizada por el Estado, y eso sería regresar a la
planificación centralizada de los socialismos del siglo XX. Pero ahora,
según Dieterich, la informática permitiría simplificar los complicados
cálculos que implica, y facilitaría la participación popular.
En el mundo se multiplican rápidamente las transacciones directas entre
compradores y vendedores. Gracias a Internet millones de compradores
amplían sus opciones, y productores, distribuidores y vendedores
aumentan la visibilidad de sus ofertas. Este proceso señala una
tendencia e influye en los precios. Esta interacción libre entre
múltiples personas y empresas se diferencia de la economía
democráticamente planificada que propone Dieterich en que en la segunda
se interpone entre ellas el Estado, el cual fijaría el supuesto valor
real de las cosas y los salarios. Dieterich cree que la computarización
de la economía, administración y vida privada facilitaría la transición
a la economía socialista, porque con las computadoras se podría manejar
la determinación de necesidades, dirección de la producción y
distribución de los bienes. Claro, con el Estado en el medio,
"otorgando" todas las transacciones.
Algo de eso ha visto Venezuela con el accionar de entes estatales como
Sundecop, el SADA, Cadivi, BCV e Indepabis. Y sabemos que a través del
control de precios, asignación de divisas y distribución de bienes estos
entes son responsables de grandes desequilibrios económicos, generan
inflación, escasez y baja calidad de productos, y estimulan el
contrabando y las importaciones. Pero allí no queda todo: con la excusa
de corregir esos problemas, el Estado ahora pretende controlar
directamente la adquisición de bienes por parte de las personas a través
de la informática: primero con el chip de la gasolina, y ahora con la
posible instalación de captahuellas en automercados. Para corregir
distorsiones económicas que ocasiona la intervención estatal se nos
quiere imponer el control personalizado con ayuda de las computadoras.
¿Cómo no relacionar estas políticas con la propuesta Dieterich, que en
esencia es la misma economía centralizada comunista reforzada con la
informática? No hace falta ser adivino para pronosticarle el mismo
fracaso que tuvo aquella. Ahora será el socialismo 3.0 el que fracase.
Médico y profesor universitario
Blog: http://derechodepalabra.wordpress.com
Twitter: @romeronerio
http://www.eluniversal.com/opinion/130524/la-ilusion-del-socialismo-30
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