Sunday, May 5, 2013

Los rugidos de Maduro

Los rugidos de Maduro
Bertrand de la Grange | Madrid | 5 Mayo 2013 - 10:51 am.

En su encuentro de cinco horas y media, Nicolás Maduro y Fidel Castro
debieron acordar una estrategia para amedrentar a la oposición
venezolana y hacerle renunciar a su movilización contra el fraude electoral.

¿De qué hablaron Nicolás Maduro y Fidel Castro en el encuentro de cinco
horas y media que sostuvieron en La Habana la semana pasada? Es muy
improbable que el viejo comandante haya aconsejado a su pupilo ceder
ante las exigencias de la oposición venezolana, que pide un recuento de
los resultados de la elección presidencial del 14 de abril.

Sospecho más bien que ocurrió todo lo contrario y que los dos hombres
acordaron una estrategia para amedrentar a la oposición y hacerle
renunciar a su movilización contra el fraude electoral. De las amenazas
de encarcelar al líder de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD),
Henrique Capriles, el oficialismo ha pasado a la agresión física contra
los diputados opositores en plena sesión parlamentaria. Y hay motivos
para pensar que las cosas van a ir a peor.

Por el momento, la MUD no se ha dejado intimidar. Sus abogados han
presentado el jueves una impugnación de todo el proceso electoral ante
el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y han pedido la organización de
nuevas elecciones. La oposición ha dado este paso después de fracasar en
su intento de obtener un recuento de todos los votos para subsanar las
irregularidades denunciadas el día del escrutinio, que dio la victoria a
Maduro por un estrecho margen del 1,5% (225 mil votos). El Consejo
Nacional Electoral, controlado por los chavistas, ha aceptado una
auditoría parcial y su presidenta, Tibisay Lucena, ha repetido varias
veces que el resultado era de todas maneras "irreversible". ¿De qué
sirve, entonces, hacer un recuento?

La oposición no ha mordido el anzuelo de la provocación lanzado por el
oficialismo para atraerla al terreno de la violencia, donde tendría
todas las de perder. Ya lo ha dicho sin tapujos la ministra Iris Varela,
encargada del Servicio Penitenciario de Venezuela, cuando explicó por
qué los diputados de la oposición fueron los únicos heridos en la
trifulca del Parlamento: "lo que pasa es que nuestros compatriotas saben
pelear mejor porque son hombres de pueblo y mujeres de pueblo".

Los dirigentes de la MUD han optado por la batalla legal, a sabiendas de
que no tiene mucho recorrido porque todas las instituciones, sin una
sola excepción, están copadas por el chavismo. Sería, sin embargo, mucho
peor no hacer nada, sobre todo ante sus electores, que ven cómo el
"socialismo del siglo XXI" de Hugo Chávez y de sus herederos está
llevando el país a la quiebra, a pesar de su enorme riqueza petrolera.

La radicalización del discurso oficialista es un reflejo de la creciente
preocupación en la cúpula del poder. Las denuncias absurdas de Maduro
sobre la existencia de conspiraciones para asesinarlo —primero, fueron
"mercenarios salvadoreños", y ahora acusa al expresidente colombiano
Álvaro Uribe de dirigir un plan para matarlo— no deberían ser
interpretadas como una señal de que el exsindicalista ha perdido los
estribos. No, es otra cosa, más preocupante aún: es una manera de
justificar de antemano las medidas represivas contra la oposición, a la
que involucra en esas supuestas conjuras.

En una reciente entrevista con el diario francés Le Monde, el presidente
bolivariano acusa a Capriles y a la oposición de tener "un proyecto de
asalto al poder", siguiendo el modelo de "Mussolini, Franco o Hitler".
Maduro habla de "un proyecto de extrema derecha" y se presenta como el
hombre que garantizará la democracia para "impedir en Venezuela un nuevo
Pinochet". Cuesta imaginar a Maduro reencarnado en un Salvador Allende
triunfante e invencible.

"Doy la voz de alarma", dice Maduro a la comunidad internacional. Sin
embargo, cuando el ministro español de Exteriores o la Organización de
Estados Americanos (OEA) ofrecieron su mediación para facilitar el
diálogo entre las partes, el mandatario venezolano soltó una andanada de
improperios: "Fuera de aquí, canciller español, impertinente". En
cambio, la declaración del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, que
tildó a Capriles de "golpista" no parece haberle molestado.

Los aliados ideológicos de Caracas están preocupados por los
acontecimientos en Venezuela. La victoria dudosa de Maduro pone en
peligro el liderazgo regional del chavismo, que se sostenía sobre dos
pilares: la inmensa popularidad de Hugo Chávez y la gigantesca riqueza
de Venezuela, que regalaba su petróleo a los amigos, empezando por Cuba.
Sin Chávez, con una economía muy deteriorada y asesorados por los
hermanos Castro, los herederos del caudillo podrían ceder a la tentación
autoritaria.

http://www.diariodecuba.com/internacional/1367743867_3099.html

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