Venezuela, Brasil
Guaguancó, joropo y samba
Con la muerte de Chávez, La Habana mira mucho más hacia Brasil
Eugenio Yáñez, Miami | 09/05/2013 1:56 pm
En La Rinconada y el Palacio de la Revolución los jerarcas del régimen
no son nada tontos. Para tontos, los responsables de vigilancia de los
CDR, los verdugos callejeros de los mítines de repudio, y los esbirros
digitales con ínfulas de intelectuales que pretenden dar palizas en
estos foros y siempre salen mal parados.
Tras la muerte de Hugo Chávez y el enclenque triunfo electoral de
Nicolás Maduro en Venezuela, las alarmas tempranas se activaron y
comenzó a tomar más fuerza que nunca en La Habana la variante brasileña
en los planes de subsistencia del neocastrismo.
No existen dudas sobre la lealtad incondicional de Maduro hacia el
Gobierno cubano, ni tampoco eso que tanto se repite últimamente de que
Venezuela podría llegar a ser ingobernable. Ingobernable tal vez dentro
de estándares europeos, pero no en nuestra América inmortal, que siempre
sabe mirar hacia el otro lado cuando un gobierno autoritario de
izquierdas aprieta clavijas para someter opositores.
En La Habana no temen que los herederos de Chávez puedan perder el poder
antes de 2019. Olvídense de referéndum revocatorio los que sueñen que
ganarían el que se podría celebrar de aquí a tres años: o no se celebra,
bajo cualquier pretexto, o se hace amañado, y ya sabemos quiénes
ganarán. Pero los jerarcas cubanos también saben que la economía
venezolana pasa por momentos difíciles, que la pandilla de Maduro y sus
corruptos no tiene capacidad ni demasiada voluntad para revertir la
situación de deterioro económico, y que pueden llegar tiempos en que
desde Caracas, aun queriendo, no podrán seguir colaborando tan
ampliamente con La Habana, eufemismo que se utiliza oficialmente para
desechar la palabrita "subsidio", que no le gusta nada a la dictadura.
Precisamente por eso, desde hace algún tiempo, y mucho más en estos
momentos, a La Habana le interesa bailar samba. Brasil nunca será un
benefactor del Palacio de la Revolución en la misma medida que la Unión
Soviética y Venezuela. Sin embargo, comparando al gigante suramericano
con otras variantes atractivas para La Habana, como China, Angola, Irán,
Vietnam, Rusia o Belarús, Brasil dispone de ventajas que nunca pasaron
inadvertidas a los jerarcas del régimen enfocados hacia el postcastrismo.
Siendo en la actualidad la séptima economía del mundo, a punto de pasar
a ser la sexta, e integrada al MERCOSUR, que constituye el 82 % del PIB
de América del Sur, la economía brasileña resulta demasiado atractiva
para los planes del Gobierno cubano: todavía el régimen no acumula una
deuda demasiado elevada con ese país; tiene una cercanía geográfica que
no logra ningún otro de los posibles países de interés para la
dictadura; es una economía diversificada capaz de ofrecer prácticamente
cualquier cosa que se necesite, desde centrales azucareros y maquinaria
hasta zapatos o alimentos; posee una cultura occidental muy cercana a la
de los cubanos —lo que no tienen los demás países en el tintero—; y
además, existe una cercanía ideológico-política entre ambos gobiernos,
donde algunos connotados funcionarios y políticos brasileños de los
últimos tiempos tuvieron en su momento una "etapa cubana", ya fuera de
protección, cobertura, estudios, financiamiento, entrenamiento, descanso
o tratamiento médico.
Además, el país es reconocido como una democracia, que aunque es
dirigido hace años por una izquierda socialista que proclama con orgullo
su militancia, no se caracteriza por políticas dictatoriales o
antiamericanas ni por buscar conflictos continuamente con "el Imperio",
sino todo lo contrario.
Sin demasiado alboroto, Brasil ha dado importantes pasos para apuntalar
al régimen cubano: asumió un contrato de gerencia para dirigir centrales
azucareros que puede, a largo plazo, permitirle el control de la
industria azucarera cubana; asesora a la agricultura cubana en la
producción de soya y de semillas, con todo lo que implica
estratégicamente para la producción de alimentos y combustibles; entrega
moderna maquinaria agrícola que se necesita imperativamente en el país
para potenciar la producción agropecuaria; y es el proveedor fundamental
de alimentos en estos momentos. Además, tiene condiciones para asesorar
a los cubanos en la industria turística y la petrolera, donde su
potencial cada vez es mayor, con nuevos yacimientos que continuamente se
descubren.
La joya de la corona en estos momentos es la mega-inversión en el puerto
de El Mariel, con financiamiento mayoritario brasileño, para la
construcción de una sofisticada terminal de contenedores y una zona de
facilidades a la inversión extranjera y la instalación de maquiladoras,
decisiones estratégicas concebidas teniendo en cuenta la ampliación del
Canal de Panamá y un eventual levantamiento del embargo norteamericano,
donde Mariel sería un punto de intercambio de contenedores en el
comercio de Estados Unidos con América Latina y con la cuenca del
Pacífico, así como un atractivo y promisorio territorio para la
instalación de maquiladoras, donde el capital extranjero contaría con
abundante mano de obra relativamente calificada y de bajo costo,
sindicatos demasiado dóciles para representar algún tipo de preocupación
para los inversionistas, y un gobierno básicamente interesado en el
ingreso de divisas (y "comisiones"), sin demasiadas exigencias de
respeto a normas sociales universalmente aceptadas y a los pactos
laborales internacionales, firmados pero nunca ratificados.
Por otra parte, Brasil necesita productos que el Gobierno cubano puede
exportar de forma competitiva, como los médico-farmacéuticos elaborados
por la industria biotecnológica cubana, y fundamentalmente personal
médico. Se dice que necesitarían hasta seis mil galenos cubanos, y que
un acuerdo final dependería del criterio de la Organización Panamericana
de la Salud (OPS).
¿Médicos? Sí, claro, médicos. A pesar de las objeciones profesionales
del Colegio Médico de Brasil sobre la preparación de los profesionales
cubanos, como antes las hubo del de Venezuela por las mismas razones,
los médicos cubanos cubrirían territorios y zonas a donde los médicos
brasileños no desean ir, como mismo sucedió con los médicos venezolanos.
En cierto sentido, los médicos cubanos, debido a sus duras condiciones
de existencia en Cuba, hacen de esquiroles de la profesión en muchos
países, cubriendo plazas y territorios que los profesionales nacionales
no desean ocupar. Ante la posibilidad de dejar desatendida médicamente
una determinada zona o grupo poblacional, o atenderlos con médicos
cubanos, aunque no estuvieran al nivel de los profesionales nacionales
—algo que, por otra parte, necesitaría una demostración con evidencias—,
¿qué haría un gobierno mínimamente responsable, y que además le
reportaría beneficios políticos y electorales? La respuesta es obvia.
¿La Organización Panamericana de la Salud pondría trabas? Las
organizaciones internacionales no se caracterizan por su objetividad en
estos asuntos. La FAO acaba de conceder a Fidel Castro una felicitación
por su contribución al logro de las metas del milenio contra la
desnutrición y el hambre. ¿Cuántos funcionarios de la FAO habrán
consumido alguna vez en su vida "bistec" de cáscaras de toronja,
picadillo de soya extendido, claria, pizzas de condones, o cocimiento de
cáscaras de plátanos? Si nunca lo han hecho, no tienen idea de lo que se
come en Cuba, independientemente de los rimbombantes cargos que ostenten
y los jugosos salarios que devenguen. No habría que esperar que la OPS
resulte una traba infranqueable a esos proyectos cubano-brasileños.
De manera que, en los próximos tiempos, La Habana bailará samba,
consumirá muchas más telenovelas brasileras, o querrá poner a los
cubanos a tararear continuamente a Chico Buarque y a Roberto Carlos.
Y tal vez, de paso, hasta el futbol cubano pueda mejorar un poco.
http://www.cubaencuentro.com/internacional/articulos/guaguanco-joropo-y-samba-284150
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