El falso dilema frente a Maduro
ANGEL OROPEZA | EL UNIVERSAL
miércoles 1 de mayo de 2013 12:00 AM
Una de las herencias lamentables del modo de pensar neo-militarista que
ha contaminado la cultura política del venezolano, es la tendencia a
clasificar el mundo y sus eventos en categorías dicotómicas
reduccionistas. Según esta concepción, nada puede existir fuera de las
rígidas bipolaridades que caracterizan su precaria noción del hombre y
su entorno. Todo se limita a una clasificación ramplonamente maniquea:
bueno o malo, blanco o negro, amigo o enemigo.
La psicología evolutiva nos enseña cómo la clasificación dualista es,
desde el punto de vista del desarrollo ontogenético, lo más primitivo y
básico en el proceso de formación del pensamiento. El niño pequeño
aborda su realidad desde estadios preoperacionales y simples, y a medida
que avanza en su madurez cognoscitiva va entendiendo progresivamente la
importancia de los matices y múltiples gradientes y posibilidades de la
realidad.
Cuando un modelo de dominación política recurre en su discurso y en su
obrar al reduccionismo dualista, evidencia su incapacidad patológica
para entender y administrar las diferencias propias de las realidades
complejas. Y eso es lo que hemos estado presenciando los venezolanos de
estos días. Un ejemplo de ello es la pretendida imposición por parte de
los representantes de la actual oligarquía gobernante para que se
reconozca o no como legítima la sospechosa presidencia de Nicolás
Maduro, quien fue elegido por el CNE el pasado 14 de abril.
Es necesario hacer notar que tanto Henrique Capriles como la oposición
venezolana reconocen la legitimidad de la actual Constitución de
Venezuela, ya que precisamente están haciendo uso de los recursos y
acciones que prevé dicha Constitución. La lucha de la mayoría
venezolana es, en consecuencia, por el reconocimiento y legitimidad del
Estado de Derecho. Que se cuestione la honradez y aseo del nombramiento
de Maduro no cambia eso en lo más mínimo. Ni Capriles ni la oposición
venezolana están enfrentados a la institucionalidad democrática, así
como tampoco a la Constitución. A ambos se les reconoce y dentro de
ellos se actúa. Por el contrario, quien se aleja del Estado de Derecho
es el Gobierno cuando, por ejemplo, amenaza con no reconocer y castigar
a representantes legítimamente electos por el pueblo. En este caso, la
oligarquía poschavista se está alejando y renunciando delincuencialmente
a sus obligaciones y deberes previstos en la Constitución.
No es Capriles ni la Unidad Democrática quienes tienen que reconocer a
Maduro. Es el pueblo. Y el pueblo no puede reconocerlo porque quienes
gobiernan lo impiden, cuando no permiten que se aclaren las
innumerables y fundamentadas dudas sobre lo que realmente pasó el 14 de
abril.
Cuando un malandro te asalta con un arma de fuego, tú le reconoces poder
sobre ti, al punto que te ves obligado a someterte. ¿Pero le reconoces
autoridad legítima? Son dos cosas distintas. Igual que distinto es el
derecho a cuestionar la legitimidad de Maduro hasta que se permita
corroborar lo contrario, de la fidelidad y aceptación a la
institucionalidad democrática. Esos falsos dilemas como el de obligar
ya, a juro y sin pruebas, a tener que optar por reconocer o no la
legitimidad del triunfo de Maduro, bajo el argumento de que ello permite
ubicar a quien responda dentro o fuera de la legalidad, es sólo una
infantil manipulación que esconde tanto una entendible desesperación por
ocultar las propias vergüenzas electorales, como una marcada ignorancia
sobre las amplias posibilidades que brinda la democracia y el Estado de
Derecho, posibilidades que van mucho más allá de las rigideces
esquemáticas del primitivo pensamiento militarista.
@angeloropeza182
http://www.eluniversal.com/opinion/130501/el-falso-dilema-frente-a-maduro
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