Friday, February 28, 2014

La soledad de los estudiantes venezolanos

El País: La soledad de los estudiantes venezolanos
Mientras Maduro se encamina hacia una dictadura, en Latinoamérica hay un
apoyo al chavismo por parte de la izquierda derivado, en el fondo, del
prestigio menguado pero extrañamente vivo de la Revolución cubana
jueves, febrero 27, 2014 | CubaNet
Por Enrique Krauze

La mayoría de los estudiantes de Venezuela no tienen memoria de otro
régimen que no sea el chavista, y no quieren envejecer con él. Sus
democráticas voces se escuchan a todo lo largo y ancho de Venezuela.
Marchan arriesgando la vida. En 2007, salieron a las calles a protestar
contra la confiscación del RCTV, la más antigua estación de televisión
independiente en el país. A fines de ese año, fueron la principal fuerza
de oposición al proyecto chavista de confederar a Cuba con Venezuela. Y
lograron detenerlo, al menos en su aspecto formal. Sus hermanos menores
han decidido recoger la antorcha.

En Venezuela hay 2,4 millones de estudiantes de nivel medio y 400.000 de
educación superior. Aunque los estudiantes activos en todo el país suman
varias decenas de miles, la mayoría simpatiza con el movimiento
opositor. Prueba de ello es que, desde hace años y hasta la fecha, la
principal universidad pública —Universidad Central de Venezuela— elige
sistemáticamente a líderes opositores al chavismo.

No buscan revertir la atención social a los pobres. Critican la
ineptitud económica del régimen y —sobre todo— el ocultamiento de la
gigantesca corrupción, que alguna vez saldrá a la luz. Saben que Hugo
Chávez acaparó uno a uno todos los poderes (legislativo, judicial,
fiscal, electoral) y enmascaró, con el velo de su discurso, el dispendio
sin precedente de más de 800.000 millones de dólares que durante sus
mandatos entraron a las arcas de la empresa estatal de petróleo PDVSA.
Saben que los niveles de inflación en Venezuela son los más altos del
continente, que la deuda pública se ha vuelto tan inmanejable que hay
una carestía crónica de alimentos básicos, electricidad, medicinas,
cemento y otros insumos primarios (como producto de las masivas
expropiaciones a las empresas privadas y la caída brutal de la
inversión). Y saben muy bien que la criminalidad en su país es también
la más alta del continente.

Los jóvenes calibran estos problemas, pero su mayor agravio es el ahogo
sistemático y creciente de la libertad de expresión, que impide a la
gente tomar conciencia y sopesar por sí misma las realidades del país.
Chávez voceaba sus logros (algunos reales, la mayoría imaginarios) a
toda hora y en especial en su maratónico programa dominical Aló
presidente, pero su sucesor Nicolás Maduro (primitivo, proclive a
disparates y fantasías) ha recurrido a la represión directa de las voces
disidentes. La idea es hacer que prive la verdad única, la verdad
oficial. Ya desde 2012, el Gobierno chavista absorbió Globovisión, la
última cadena abierta de televisión independiente en el país. También
desfallece la radio independiente. Y se ha limitado a tal extremo la
venta de papel periódico que la prensa escrita tiene los días contados.
Venezuela, es la dramática verdad, se encamina hacia una dictadura y, en
varios sentidos, lo es ya.

Los estudiantes venezolanos cuentan con el apoyo de sus padres y
maestros y de al menos la mitad de la población que en 2013 votó contra
Maduro (y que si no sale a las calles es por una natural precaución
frente a los delatores en los barrios). Pero, en el ámbito
latinoamericano, los jóvenes están casi solos. Es sorprendente la
cantidad de usuarios de Twitter (jóvenes por añadidura) que en América
Latina asumen el libreto del Gobierno venezolano y atribuyen "los
disturbios" a las fuerzas "fascistas", "reaccionarias", "de derecha"
que, aliadas con el "Imperio", en un oscuro "complot", traman un "golpe
de Estado" para "derrocar al Gobierno". Ante el alud de vídeos en
YouTube que circulan mostrando el asesinato a mansalva de estudiantes
por parte de unidades móviles de las milicias formadas en tiempos de
Chávez (La Piedrita o losTupamaros), muchos usuarios comentan que las
imágenes están "truqueadas". Paradójicamente, Maduro ha condenado el uso
del Twitter ("esas máquinas imbéciles", llamó a esa red) y se declaró
víctima de una "guerra cibernética".

En México, la prensa de izquierda —con gran ascendiente entre los
jóvenes— apoya sin cortapisas a Maduro. En esos ámbitos, Leopoldo López
resulta ser el instigador de la insurrección y no lo que es: un líder
desarmado y ahora sometido a un juicio ilegal sobre cargos falsos y
fabricados.

El poder de la ideología en Venezuela es explicable: en millones de
personas perdura el convencimiento de que la obra social de Chávez fue
tangible y de que si no hizo más por ellos fue porque se le atravesó la
muerte. Otro factor es la dependencia directa de millones de venezolanos
del erario, consecuencia del debilitamiento progresivo de la actividad
empresarial y la inversión privada. Las simpatías de los países
dependientes del petróleo venezolano tienen la misma raíz. El
clientelismo tiene intereses creados en creer en el chavismo. Pero ¿cómo
explicar la popularidad de la ideología chavista o sus variantes en
países que no pertenecen a su órbita?

Aunque la Revolución cubana ha perdido su aura mítica, la democracia
representativa y el liberalismo no han podido arraigar de manera
definitiva en la cultura política de América Latina. Por eso el chantaje
ideológico de Cuba y Venezuela funciona aún: nadie quiere parecer "de
derecha" en un continente enamorado de la Revolución, donde los ídolos
políticos no han sido demócratas como Rómulo Betancourt, sino redentores
como Eva Perón, Che Guevara, Fidel Castro o Hugo Chávez. Octavio Paz
señaló la razón de este anacronismo: tras la caída del muro de Berlín,
sectores amplios de la izquierda latinoamericana se negaron a practicar
la crítica del totalitarismo cubano. Y si no lo hicieron con Cuba, menos
lo hacen con esa versión derivada que es la Revolución Bolivariana.

Debido a esta falta de autocrítica, hoy en México vivimos una paradoja.
El movimiento de 1968 fue una hazaña de los estudiantes y de las
corrientes políticas e intelectuales de izquierda. Los estudiantes
fueron masacrados por el Gobierno de Díaz Ordaz y grandes líderes de
izquierda fueron encarcelados. Hoy, no pocos herederos de esa izquierda
defienden las acciones represoras del Gobierno venezolano, que son
equiparables a las de Díaz Ordaz. Hoy muchos herederos de esa izquierda
han volteado la espalda a la democracia.

El apoyo al chavismo es, en el fondo, un derivado del prestigio
menguado, pero extrañamente vivo de la Revolución cubana. Estar contra
ella es estar con "el Imperio". Que Cuba sigue siendo una meca de la
ideología latinoamericana se comprobó cuando en la reciente Cumbre de la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), celebrada los
días 28 y 29 de enero de 2014 en La Habana, prácticamente ningún
presidente faltó. Y Fidel fue proclamado "guía político y moral de
América". En esa cumbre, por cierto, todos los participantes (incluida
Cuba) firmaron respetar los derechos humanos. Su firma vale el papel en
que está escrita.

Pero más importante que la ideología son los fríos intereses materiales.
En este sentido, la postura de Brasil es tan paradigmática como cínica:
las oportunidades económicas (turísticas, energéticas, sobre todo) que
se abren en Cuba después de la eventual muerte de los hermanos Castro
son demasiado importantes como para tomar posturas idealistas y
arriesgar la estabilidad de la isla. Y esa estabilidad implica mantener
intacta la alianza entre Venezuela y Cuba. Solo así se explica que Dilma
Rousseff, que en su juventud fue una estudiante torturada por los
militares, ahora apoye a un Gobierno cuyas fuerzas policiacas emboscadas
reprimen estudiantes.

Esta lógica es ajena a los estudiantes venezolanos. Aquilatan el valor
de la libertad porque —a diferencia de sus coetáneos en otros países de
la zona— la ven seriamente amenazada. Saben que en el mundo prevalece y
avanza la democracia. No tienen pensado emigrar del país. Pero América
Latina —sus Gobiernos, sus instituciones, sus congresos, sus
intelectuales y aun sus estudiantes— es ingrata con Venezuela. El país
que en gran medida la liberó hace 200 años, hoy lucha solo por su libertad.

Enrique Krauze es escritor y director de la revista Letras Libres.

http://www.cubanet.org/blogs/el-pais-la-soledad-de-los-estudiantes-venezolanos/

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