Publicado el domingo, 02.23.14
Miami con Venezuela
DANIEL SHOER ROTH
DSHOER@ELNUEVOHERALD.COM
El afilado látigo del chavismo flagela el cuerpo de Venezuela. Sus
cordeles pretenden desollar el tejido de la sociedad civil. Con un
rompecráneos aspira a reventar el cerebro de la conciencia venezolana.
Silencia a los medios de prensa con una mordaza de hierro. Esgrime la
espada del verdugo para decapitar la libertad.
De sus fauces, se escucha un pavoroso rugido en medio de la angustia
mortal. La pesadilla se extiende indefinidamente –15 años lleva nuestro
país sumido en el horror de un siniestro social. Pero el genio del mal
encarnado en el gobierno de Nicolás Maduro no paraliza, con sus
despiadadas amenazas, a los valentísimos venezolanos comprometidos a
defenderse –con el armamento de las ideas– para que no les hurte el
futuro, pues el presente lo desgajó.
Las laceraciones del opresivo régimen que finalmente se desenmascaró,
también desgarran la espina dorsal del pueblo venezolano en la creciente
diáspora –venezolanos cuyas vidas, en muchos casos, han sido
descarriladas por la hecatombe nacional. La geografía, empero, no aparta
las emociones de miles y miles de personas que contribuyeron, con tesón,
dedicación y corazón, a encumbrar a una nación antaño admirada por su
grandeza, riquezas y, primordialmente, por su capital humano, orgullo de
todos.
Señal de este vínculo insoslayable entre los venezolanos en el sur de
Florida y sus hermanos en el terruño de la niñez, son las
concentraciones y muestras de solidaridad en las calles, plazas y
parques donde se enarbola la bandera tricolor y se riega el suelo con
ásperas lágrimas teñidas de una grisácea pérdida. Este sábado, como
parte de una protesta a nivel mundial, miles de expatriados se
congregaron en Doral, acompañados por otras comunidades latinoamericanas
que se sumaron en apoyo. Embriagados de furor, al calor de las llamas
del alma, pusieron de manifiesto, bajo el candor del celeste cielo, el
clamor de Venezuela por recuperar su democracia.
La sed por un futuro labrado de promesas, contrario al observado en
Venezuela, libre de la inseguridad personal y la penumbra económica, ha
devenido en la emigración masiva a destinos tradicionales como Estados
Unidos o España, así como a rincones inimaginables del orbe, desde
Irlanda hasta Arabia Saudí. Al mismo tiempo, los autoexiliados maduramos
una conciencia e identidad vigorizadas que impiden olvidar las memorias
de esa Venezuela pluralista que reconocimos como una tierra de gracia,
hoy eternizada en el álbum de nostalgias e irremediablemente desfigurada.
Para los venezolanos en Miami marcharse no significó abandonar. Nunca se
dijo adiós ni se sepultó el nacionalismo. Nuestro llamado insistente,
hoy y siempre, demuestra la presencia. Tenemos, por lo tanto,
responsabilidades: denunciar ante el mundo –en la prensa, redes
sociales, universidades, centros de trabajo, gobiernos– las injusticias
y violaciones de los derechos humanos por parte del régimen
chavista-madurista; enaltecer a los jóvenes en Venezuela por su ejemplo
de heroísmo; informar de los sucesos a los venezolanos víctimas de la
censura gubernamental; recordar a las fuerzas militares que, lejos de
servir a la patria, colaboran con una dictadura manipulada como
marioneta por el arcaico y naufragado sistema castro-comunista; dejar
vibrante testimonio de nuestro respaldo a una Venezuela libre.
Tal vez por la íntima familiaridad con la historia, desventuras y lucha
del exilio cubano, que proporciona un mayor grado de realismo, somos más
sensibles a la adversidad derramada allende las fronteras. El atalaya
permite divisar la inmensidad del bosque devorado por las antorchas.
Justamente el sábado, a pocas millas de la manifestación pacífica en
Doral, se desveló el Memorial Cubano, monumento con más de diez mil
nombres grabados en sus cinco muros de mármol negro: niños, mujeres y
hombres fallecidos por causas imputables al régimen de los hermanos
Castro. Bautizado por sus promotores como "el Templo de la nueva Cuba",
este espacio para la introspección y evocación de los mártires consiste,
en parte, de un obelisco que se eleva 60 pies, en busca "del cielo, el
sol y la libertad", sobre una estrella solitaria rodeada de palmas reales.
El juramento de Hugo Chávez de llevar a Venezuela por los mares de
felicidad cubanos se cumplió. La libertad se esfuma entre las grietas de
la represión; el respeto a los derechos humanos se pulveriza con
determinación absoluta; a los ciudadanos se les despoja de su preciada
autodeterminación por el libre albedrío… pobreza, hambre, miseria y
cárcel, ¡qué espeluznantes crímenes habéis perpetrado y perpetuado!
Peor aún es la demolición de la hermandad que siempre distinguió al
venezolano. Con el veneno como combustible, el gobierno ha inflamado el
odio de clases, la xenofobia y la violencia callejera con su propio
cuño. Ejemplos de dicha vileza son los Tupamaros y los "colectivos",
grupos de choque del chavismo integrados por maleantes armados,
resentidos, pues carecen del esfuerzo de superación y buena voluntad de
los estudiantes a quienes agreden. El río de sangre confluye con la
corriente de la envidia. Caminos torcidos originados por delincuentes
comunes son muestra de su derrota moral. Devoran, sin saciarse, el
bienestar de otros, a la vez que se trituran mutuamente sin percatarse
de ello.
Expropiados o despedidos injustificablemente, secuestrados o perseguidos
por diferencias políticas, ahuyentados y autoexiliados por la violencia,
la erosión de las instituciones democráticas, la escasez de víveres,
artículos y servicios básicos, los emigrados atesoran a su Venezuela en
el corazón; la apoyan con briosa vehemencia; agonizan al verla sucumbir
en la desesperación; mantienen la esperanza, acunada en las aureolas del
destino, de un día –no tan distante– verla renacer de sus cenizas.
Maduro cuenta, hasta ahora, con las fuerzas armadas y los aparatos de
represión del Estado; domina las instituciones del país y hace
equilibrio con las masas populares encandiladas por la ignorancia. Sin
embargo, no tiene a su favor el espíritu indomable y libertario de la
juventud venezolana, ni la sabiduría de los líderes que construyeron la
nación. Y tampoco a Dios.
http://www.elnuevoherald.com/2014/02/23/1687377/daniel-shoer-roth-miami-con-venezuela.html
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