Entre 'Colectivos' y 'Brigadas de Respuesta Rápida'
ANTONIO G. RODILES | La Habana | 22 Feb 2014 - 4:30 pm.
Institucionalizar grupos urbanos parapoliciales, como hacen La Habana y
Caracas, puede crear un escenario muy complejo para las todavía débiles
democracias de la región.µ
La violencia de Estado ha sido el principal recurso del régimen cubano
para mantener el poder por más de 55 años. Desde la lucha
insurreccional contra Fulgencio Batista, los fusilamientos, como método
de escarmiento, fueron usados implacablemente. Quienes debían mostrar su
lealtad tenían que dar el tiro de gracia y manejar las ejecuciones.
Mezcla de brutalidad comunista de la China de Mao, la Unión Soviética de
Stalin con dosis de la revolución mexicana.
Un sentimiento de indefensión fue instalándose en gran parte de la
sociedad cubana que observaba los tribunales revolucionarios, los gritos
de paredón, un presidio político despiadado y los continuados
fusilamientos ratificados y defendidos por Ernesto Guevara en la misma
tribuna de Naciones Unidas.
La llamada revolución cubana tiene un historial violento del que jamás
se desprenderá porque es parte de su naturaleza. A partir de los
tristemente celebres "actos de repudio" de los años ochenta se hizo más
frecuente el uso de grupos parapoliciales, conocidos como "brigadas de
respuesta rápida", que golpeaban y ejecutaban órdenes con el objetivo de
generar e inocular el terror en los ciudadanos.
Estas brigadas de respuesta rápida se han transformado en contenido y
acción de acuerdo a las circunstancias y necesidades del régimen. En los
años 80 se enfocaron en aquellos cubanos que deseaban abandonar el país,
a partir de los 90 la emprendieron contra los defensores de derechos
humanos, hasta ir finalmente focalizándose en cualquier opositor o
activista.
En la actualidad, estos grupos formados en su mayoría por agentes
pagados por el Ministerio del Interior, trabajan quirúrgicamente en
evitar la propagación de los focos de descontento o de libre pensamiento
dentro de la población cubana.
Con la llegada de Hugo Chávez al poder, la influencia de Fidel Castro en
Venezuela se hizo visible. Tras los sucesos de abril de 2002, el régimen
de La Habana incrementó su influencia en temas de seguridad y la
presencia de militares se hizo cada día más notable. Por supuesto las
"brigadas de respuesta rápida" también se exportaron desde Cuba, ahora
con el nombre de "milicias bolivarianas" o "colectivos". Desde entonces
se concentraron en armarlos y prepararlos para responder con la
violencia y el terror ante posibles reclamos democráticos.
La reacción de estos violentos grupos parapoliciales ante las protestas
de los últimos días ha puesto de manifiesto que los "colectivos", en
coordinación con las fuerzas policiales, tienen órdenes de sofocar
cualquier protesta mediante el uso desmedido de la violencia. El terror
tiene que entrar a ser parte del imaginario venezolano para que funcione
a cabalidad el régimen en construcción.
La estrategia chavista ha sido arrancarle espacios a la democracia,
fragmentarla, hasta lograr desmontar no solo las instituciones
democráticas sino las organizaciones de la sociedad civil. La elite
gobernante cubana sabe que un cambio en Venezuela implica una presión
enorme en la isla y con seguridad el fin del castrismo. Sabe que ordenar
o impulsar a una represión indiscriminada en Venezuela no tiene
consecuencias legales para ellos sino para el régimen de Caracas.
Preferirán una y mil veces aferrarse al petróleo cueste lo que cueste
que llegar a una represión masiva en la isla. Los militares venezolanos
deben saber que desde La Habana los llevaran hasta el extremo sin que
les tiemble la mano, pero deben comprender, al mismo tiempo, que los
códigos del castrismo no son del presente siglo, que en la actualidad
pueden resultar muchas veces contraproducentes y en extremo peligrosos.
Lo que ocurre en Venezuela debería lanzar una señal de alarma en el
continente porque abre la puerta a una dinámica social de consecuencias
impredecible. Crear e institucionalizar grupos urbanos parapoliciales,
que por sostener el poder gozan de prebendas e impunidad, crea un
escenario muy complejo en una región donde el Estado de Derecho es un
sueño por alcanzar.
En una región donde el crimen organizado, la marginalidad y la pobreza
son parte de la realidad, la difusión del método de control social a lo
cubano debería mirarse con insistente alerta. La violencia y el cinismo
del castrismo todavía pueden hacer mucho daño en Latinoamérica. El
patrón cubano es nefasto. De diseminarse, socavaría las todavía débiles
democracias latinoamericanas.
Es por ello fundamental el mayor apoyo y solidaridad al esfuerzo de los
venezolanos. Allí no solo se está decidiendo el regreso de la democracia
y los derechos fundamentales, también se está frenando la instauración
de la violencia de Estado mediante el uso de grupos delincuenciales y
parapoliciales urbanos como norma en la región. Los que defendemos la
democracia tenemos hoy un compromiso con Venezuela.
http://www.diariodecuba.com/internacional/1393082006_7279.html
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