La desatinada radicalización de Maduro
FABIO RAFAEL FIALLO | EL UNIVERSAL
domingo 28 de abril de 2013 12:00 AM
En un gesto digno de lo más rancio y represivo del castrismo, el
presidente proclamado sin auditoría Nicolás Maduro no tiene nada mejor
que ofrecer, para resolver los agobiantes problemas de Venezuela, que
"radicalizar la revolución". El proceso no ha tardado en comenzar. A
cada problema Maduro le reserva una primitiva solución. ¿Para los
apagones? Militarizar la electricidad. ¿Para los escaparates vacíos?
Echarle la culpa a la especulación. ¿Para las devaluaciones disfrazadas
de "ajustes cambiarios"? Lanzar una caza de "lechugas verdes". ¿Para
recuperar el millón de votos perdidos el 14 de abril? Desatar un injusto
y arbitrario acoso laboral.
Para Maduro, los problemas económicos y políticos de Venezuela se
resuelven con medidas policiales y no con un cambio radical en la forma
de manejar el Estado.
Obsesionado con el castrismo, al que le debe su ascenso político, Maduro
juega a copiar el tipo de represión que le permitió a Fidel Castro
aniquilar la democracia en Cuba. No comprende que la correlación de
fuerzas en la Venezuela de hoy es harto diferente de la que existía en
Cuba en 1959.
Cuando Fidel desmanteló lo que quedaba en Cuba de canales democráticos,
el castrismo estaba en pleno auge. Aún los fracasos de ese régimen no
eran evidentes. Aún se acudía espontáneamente a mítines en la Plaza de
la Revolución. Aún el carismático líder podía venderles a los cubanos
cualquier ilusión.
Radicalmente distinta es la situación actual en Venezuela. Catorce años
de promesas incumplidas han venido desencantando a la población. La
escasez de artículos de primera necesidad pone al desnudo la
ineficiencia del modelo económico imperante. Las devaluaciones sucesivas
no tienen nada que envidiar a las que Chávez solía denunciar cuando
estaba en la oposición. Con una tasa de homicidios superior a la de
Iraq, son pocas las familias venezolanas que no han sido afectadas por
la criminalidad. Nada de eso ocurría en Cuba cuando Fidel le asestó a la
democracia la estocada final.
Lo que es más, en el momento en que es aniquilada la democracia en Cuba,
Castro detentaba el monopolio del poder dentro de su propio movimiento.
Tal no es el caso de Maduro, quien no goza de un apoyo irrestricto
dentro del chavismo. Los jerarcas de la "boligarquía" ven con
resentimiento cómo uno de sus correligionarios más ineptos fue
catapultado por los hermanos Castro a la presidencia de Venezuela.
El descontento popular, que quedó de manifiesto con el millón de votos
perdidos por el chavismo el 14 de abril, será un caldo de cultivo para
maquinaciones internas tendentes a prescindir del heredero designado por
un Chávez que no estaba en el pleno ejercicio de sus facultades.
La situación de Maduro es tanto más frágil cuanto que no posee ni
carisma político ni habilidad táctica. La promesa fallida de embalsamar
al líder fenecido más el fiasco mediático de la supuesta encarnación de
Chávez en un pajarito, son pruebas flagrantes de las carencias
intelectuales del presidente proclamado sin auditoría.
Esto es grave. Jugar con la memoria de un muerto es algo reprensible de
por sí, sobre todo cuando ese muerto es el líder que hasta ayer se
ensalzó. Tan macabra maniobra no puede sino destruir la simpatía que por
Maduro pudieron haber sentido los chavistas de verdad.
La notable ausencia de jolgorio popular el día de la investidura de
Maduro, en la que sólo cohetes pagados por el gobierno intentaron
yuxtaponerse a los espontáneos cacerolazos de la oposición, es una
muestra patente del desencanto por Maduro que ya cunde en las filas del
chavismo.
Fatigados de oír la misma cantinela mientras empeora su situación
personal, una gran parte de quienes votaron por Maduro comienzan a
perder sus esperanzas. En un futuro cercano muchos optarán por sumarse a
la oposición, al mismo tiempo que los cacerolazos de la indignación
seguirán estremeciendo, cada vez con mayor fuerza, las calles de Caracas
y otras ciudades del país.
Ante el avance de la oposición, ¿qué piensa hacer Maduro? Pues bien,
como buen castrista, vislumbra encarcelar al líder de dicha oposición.
Torpeza máxima, ya que de esa forma agregará el aura del martirologio a
la creciente y merecida popularidad de Henrique Capriles. Una torpeza
que podría costarle a Maduro el apoyo de más de un país latinoamericano.
La fragilidad política de Maduro y el consiguiente espectro de su
pérdida de poder desencadenarán un recrudecimiento de la corrupción. En
un sálvese quien pueda, los miembros de la "boligarquía" tratarán de
acrecentar lo antes posible sus fortunas. Esa hemorragia de fondos
públicos –añadida al petróleo despilfarrado en ayuda a los Castro–
reducirá significativamente los recursos disponibles para satisfacer las
expectativas de la población, lo que a su vez acentuará el descontento
popular.
La situación de Maduro es insostenible. Los pueblos se cansan de falsas
explicaciones, anuncios vacuos y chivos expiatorios. Y terminan dando la
espalda a quienes los consideran tontos y pretenden engañarlos.
f.fiallo@ymail.com
http://www.eluniversal.com/opinion/130428/la-desatinada-radicalizacion-de-maduro
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