Sunday, April 21, 2013

La dulce derrota de Capriles

La dulce derrota de Capriles
Bertrand de la Grange | La Habana | 21 Abr 2013 - 10:14 am.

Las declaraciones y, sobre todo, el lenguaje corporal de los dos
contrincantes parecen contradecir los resultados oficiales: el ganador
tiene cara de funeral y el perdedor está eufórico.

Hay victorias amargas y dulces derrotas. Si no fuera por los datos del
Consejo Nacional Electoral (CNE), nadie diría que el heredero de Hugo
Chávez se ha impuesto al candidato de la oposición, Henrique Capriles,
en las presidenciales del 14 de abril en Venezuela. Las declaraciones y,
sobre todo, el lenguaje corporal de los dos contrincantes parecen
contradecir los resultados oficiales: el ganador tiene cara de funeral y
el perdedor está eufórico.

El rostro crispado y el puño amenazador de Nicolás Maduro contrastan con
la entereza manifestada por el correoso gobernador de Miranda, que ha
conseguido una votación muy por encima de los pronósticos de las
encuestadoras. Además, después de un pulso de cuatro días, con
disturbios callejeros y ocho muertos, Capriles ha obtenido finalmente un
recuento de los votos, que el CNE se ha comprometido a realizar en
treinta días. La oposición ha denunciado más de 3.000 irregularidades y
confía en que una revisión de las urnas invierta el resultado final, ya
que Maduro ha sido declarado ganador con un margen de apenas 1,7 por ciento.

Así que el candidato de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) tiene
motivos para celebrar. En cambio su adversario, que ha tomado posesión
en una ceremonia deslucida y con una representación internacional
escasa, empieza su mandato de seis años bajo los peores auspicios.
Maduro no tiene nada que temer del CNE, que está controlado por el
chavismo y se encargará de no encontrar las pruebas del fraude si las
hubiera. El peligro está más bien dentro de su propia agrupación
política, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), y los grupos
de poder que sostienen el régimen bolivariano, empezando por el ejército
y la boliburguesía, que se ha enriquecido a la sombra del Gobierno.

Nadie se había atrevido a criticar al delfín designado por el propio
Chávez, en diciembre pasado, poco antes de ser sometido en La Habana a
una última operación por un cáncer que acabaría con su vida. Ahora,
empiezan a llegar los reproches por la pésima campaña electoral de
Maduro. Sus diálogos con un "pajarito", supuesta reencarnación del
difunto caudillo, y otras invocaciones surrealistas fueron una
confirmación palmaria de que el candidato no daba la talla. Chávez
suscitaba una verdadera veneración entre sus huestes. Maduro, ninguna,
pero se ha beneficiado de la emoción suscitada —una especie de voto
póstumo— por la muerte de su mentor.

¿Hubiera conseguido un mejor resultado el otro hombre fuerte del régimen
chavista, Diosdado Cabello? Quizás no, pero el exmilitar, convertido en
presidente de la Asamblea Nacional y en un hombre de negocios muy
próspero, encabeza la campaña de "rectificación" para reconquistar los
más de 600 mil votos chavistas que se fueron a Capriles. Por el momento
no parece tener ningún plan para resolver los problemas más lacerantes
del país: inflación galopante, degradación de la producción agrícola y
de las infraestructuras, criminalidad desbocada.

Esas no son las prioridades de Cabello. Las suyas consisten en imponer
medidas para acallar a la oposición. Ya lo está haciendo en la Asamblea
Nacional, donde ha negado el uso de la palabra a los diputados que no
reconocen la victoria de Nicolás Maduro. Con esa arrogancia que le
caracteriza, el exmilitar había asegurado antes de las elecciones que la
desaparición de Chávez era también una mala noticia para la oposición.
"Él era el muro de contención de muchas de esas ideas locas que se nos
ocurren a nosotros (…), el imponía su liderazgo, su prudencia y su
conciencia", dijo entonces.

A Henrique Capriles le va a tocar hilar fino para no caer en las
provocaciones del chavismo duro y de sus aliados cubanos, con sus
conocidas técnicas de agitación y propaganda para desatar la violencia y
atribuir la responsabilidad a los demás. Hasta ahora, el líder de la MUD
ha logrado dosificar la firmeza y la prudencia en función de las
circunstancias. Con el apoyo electoral de la mitad de la población,
Capriles ha movilizado a sus simpatizantes para exigir el recuento de
los votos pero, ante las amenazas del Gobierno, prefirió anular la gran
marcha prevista para el pasado miércoles.

Con ese repliegue táctico, Capriles ha demostrado que tiene la capacidad
política de administrar su victoria moral. Y sus esfuerzos para evitar
la violencia le están dando réditos ante la comunidad internacional, que
observa con cierta preocupación los acontecimientos en Venezuela. No
cabe duda de que las presiones amistosas de varios presidentes
latinoamericanos, convocados el jueves en Lima para una reunión
extraordinaria de Unasur, han llevado a Maduro a aceptar el recuento de
los votos. Se trata de una concesión simbólica, es cierto, pero es
también un indicio claro del declive de la revolución bolivariana.

http://www.diariodecuba.com/internacional/1366486717_2870.html

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