¿Qué pasó con la soberanía alimentaria?
Carlos Machado Allison
Martes, 6 de noviembre de 2012
Al consumidor de escasos recursos no le importa mucho quién produce la
comida, si ésta recibe un fuerte subsidio o si los productores y la
agroindustria nacional sufren una recesión, menos aún le importa si
migraron unos electores a destiempo, si alguien saltó la talanquera o
pasó por debajo de ella.
El Banco Central de Venezuela admite que el 33% de las mercancías en
oferta son importadas. Por otra parte informa que la producción de
alimentos bajó 6,7% en julio al ser comparada con el mismo mes del año
pasado. Entre enero y julio la oferta de alimentos descendió 8,6%, pero
la importación de comida y forrajes subió una vez más y en los puertos
congestionados hay barcos esperando con maíz, azúcar y soya. La cosecha
de café será de nuevo muy pobre, alrededor de 900.000 quintales cuando
se necesitan 1.500.000, la de maíz se encuentra muy lejos de las cifras
del 2007, faltan insumos desde que capturaron Agroisleña, y los
productores se quejan.
En el 2008, famoso por aquello de Pudreval, el país importó 8 mil
millones de dólares en alimentos y forrajes, después ha oscilado
alrededor de los 6 mil millones y por los aires que soplan, más de 7.000
millones de dólares pagarán las facturas de carne, azúcar, leche, maíz,
trigo, aceite, café, soya, alimento para animales y otros productos este
año.
Sin embargo, al consumidor de escasos recursos no le importa mucho quién
produce la comida, si ésta recibe un fuerte subsidio o si los
productores y la agroindustria nacional sufren una recesión, menos aún
le importa si migraron unos electores a destiempo, si alguien saltó la
talanquera o pasó por debajo de ella. A ese consumidor y votante tampoco
le importa mucho el deterioro de las escuelas, los apagones o la caída
en la producción de acero, aluminio o automóviles. Le interesa lo
inmediato, el sustento de hoy y el de mañana, la dádiva y la falsa
percepción de formar parte del poder.
Gobierno insensible
El Gobierno se muestra insensible al crecimiento económico, las
inversiones, la soberanía nacional y el empleo en el sector privado.
Sólo está pendiente de los votos: si hay comida, vivienda o la promesa
de ella, empleos públicos, electrodomésticos, misiones y algo de
atención médica, tiene un caudal electoral adecuado. La seguridad
alimentaria de Venezuela depende más de los dólares que percibe el
Gobierno y los eventos electorales, y menos de las remuneraciones o la
producción nacional. El Ministerio de Agricultura pesa poco, el de
Alimentación es cada día más importante. El control de precios y de
divisas tiene agobiada a la agroindustria, la diversidad de la oferta de
productos procesados disminuye. ¿Dónde quedó eso que llaman soberanía
alimentaria y que nadie entiende? Pues en Puerto Cabello y en La Guaira.
¿Hasta cuándo aguantarán las finanzas públicas tanto desatino? Pues
quizás por no mucho tiempo más. El precio del petróleo subió mucho entre
2006 y 2011, pero ahora parece haberse estabilizado con la crisis
europea, pero el Gobierno se comporta como si tuviera garantizada una
elevada y creciente renta a perpetuidad. Pero el ciudadano no tiene nada
asegurado, salvo la incertidumbre, el peligro de ser víctima del hampa o
de un gobierno sin rumbo ni valores. Por eso y mil razones más hay que
seguir votando. Recuerda, somos más de seis millones.
cemacallison@gmail.com
http://www.analitica.com/va/economia/opinion/6871459.asp
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