¿Qué comunismo es este?
Paulina Gamus
Jueves, 22 de noviembre de 2012
Para asomarse por una ventanita hacia el futuro de las comunas en
Venezuela basta con volver al tema de Bolipuertos y observar además el
estado lastimoso en que se encuentran todas las haciendas y fábricas que
el gobierno comunista de Venezuela expropió y nacionalizó.
Si un gobierno no tiene el menor respeto por la propiedad privada y
confisca lo que se le antoja con el pretexto de entregarlo a los pobres.
Si ese mismo gobierno lleva catorce años en la prédica de una hipotética
lucha de clases: pobres contra ricos. Si además se dice socialista y
para corroborarlo ha pintado de rojo -el color comunista por excelencia-
todo lo que se mueve o es objeto fijo en el país, incluyendo a sus
seguidores, a los funcionarios públicos y a los potenciales
beneficiarios de sus dádivas. Si el jefe máximo y líder único de ese
gobierno, por añadidura candidato a la eternidad, tiene como héroe,
padre putativo y ejemplo a seguir al más que eterno líder de la
dictadura cubana Fidel Castro quien, a no dudarlo, impuso hace cincuenta
años una dictadura comunista en Cuba. Si además ahora, después de su
reelección el 7 de octubre pasado, se le ha metido entre ceja y ceja que
Venezuela tiene que ser un estado comunal y comunismo es un derivado de
comuna. ¿Cabría entonces alguna duda sobre la maldición que nos acecha
dese hace años y que ahora se descubre el rostro y nos muestra su
horrenda faz?
Numerosos voceros de la oposición han alertado sobre ese peligro
inminente y alegan que en todas las encuestas más del 80% de los
venezolanos se declara anticomunista y no quisiera parecerse en lo más
mínimo a la Cuba castrista. El problema es que del 100% de los electores
un poco más de la mitad votó por Chávez y no es la primera vez que
Chávez cree que esos votos equivalen a una investidura monárquica, pero
de las monarquías de antes, las absolutas. Hacen bien entonces los
dirigentes opositores en advertir el rumbo hacia el precipicio que va
tomando este ¿tercero? ¿cuarto? gobierno de Chávez, perdonen si perdí la
cuenta.
Pero hay sucesos que me ponen a pensar qué clase de régimen es
exactamente este del socialismo del siglo XXI. Por ejemplo, las primeras
páginas de casi toda la prensa nacional han dado cuenta del problemón
que se le presenta a los consumidores venezolanos por la ineptitud de
Bolipuertos que ha impedido la descarga de no sabemos cuántos buques
cargados de pinos canadienses, juguetes norteamericanos, chinos y de
otras nacionalidades, jamones serranos, castañas canadienses, champaña
francesa, panetttones italianos, turrones españoles, vinos de todo el
mundo, pescados y uvas de Chile, además de azúcar y arroz de alguna
parte, carne de Brasil y Argentina, leche de Ecuador, Colombia y hasta
de Portugal. Es decir que en este país comunista, usted, aquel, y yo no
podemos disfrutar de esos manjares y ornamentos navideños y hasta de los
alimentos básicos, no porque este sea un gobierno comunista como el de
Cuba donde para que alguien sepa como es un jamón o un pino canadiense
tiene que verlo en fotografías, sino porque se trata de un régimen
incapaz de la más elemental eficiencia, incluida la descarga de buques
en los puertos que nacionalizó. No es que como buen régimen de la hoz y
el martillo el de este país haya prohibido la llegada de esos artículos
sin duda suntuarios (en Cuba hasta la humilde leche de vaca lo es), sino
que no saben cómo descargarlos a tiempo para que el pueblo comunista de
Venezuela que acaba de reelegir al camarada Hugo Chávez, no se desespere.
Otra cosa que llama la atención son los restaurantes cada vez más
costosos en vista de la inflación galopante que nos acosa. Pero los más
caros están siempre llenos y hay que ver los automóviles que se
estacionan en las puertas de los mismos. La polarización que vive
nuestro país entre comunistas de uña en el rabo y anticomunistas, es
decir fascistas, de ultraderecha, golpistas, imperialistas y burgueses,
se manifiesta precisamente en la escogencia de los restaurantes y sobre
todo en la antigüedad de los güiskis: donde usted vea una botella de 18
o más años seguida de otras de la misma edad y precio, seguro que allí
está un comunista beneficiario de la largueza con que el gobierno roba y
deja robar.
Y para concluir estas reflexiones (que no mis inquietudes) hablemos de
las comunas. El único modelo de comuna exitoso del que se tenga noticia,
se fundó en Israel en tiempos muy anteriores a la creación el Estado. Su
éxito dependió de que la afiliación era voluntaria, a nadie lo obligaban
a vivir en un kibutz y a compartir todas las ganancias con el resto de
los integrantes de esa entidad comunal. De cada quien dependía aceptar
no tener dinero propio ni automóvil ni cualquier otro bien que no fuese
compartido. Pero hasta esa experiencia con más de cien años de
existencia, está hoy en fase decadente y muchos han cerrado sus puertas
o se han transformado en unidades de producción que se manejan con los
criterios de propiedad privada.
Para asomarse por una ventanita hacia el futuro de las comunas en
Venezuela basta con volver al tema de Bolipuertos y observar además el
estado lastimoso en que se encuentran todas las haciendas y fábricas que
el gobierno comunista de Venezuela expropió y nacionalizó. En ese
desastre es en lo único que nos parecemos a la Cuba fidelista. No hay
que bajar la guardia, sobre todo en el intento de meterle ideas raras en
la cabeza a nuestros niños y jóvenes mediante reformas educativas.
Tampoco dejar avanzar sin protestar maniobras como posibles reformas
constitucionales para fines perversos y destructores de la poca
democracia que nos queda. Pero del estado comunal y del comunismo
chavista permítanme que me ría.
gamus.paulina@gmail.com
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/3161605.asp
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