Venezuela: la revolución bolivariana hecha jirones
La ineptitud política del presidente Maduro está terminando de dilapidar
lo obtenido con la extraordinaria renta derivada del boom petrolero. La
escasez está llamando al pragmatismo.
Edición Impresa: sábado, 02 de noviembre de 2013
Por Marcelo Cantelmi - De la Agencia CC, especial para Los Andes
En nuestros países se acostumbra desde el poder a confundir incorrección
con irresponsabilidad e ineptitud. Es una manera quizá adolescente, pero
seguramente suicida, de maquillar los cataclismos que producen los
segundos con las formas amables de lo primero. En ese universo, lo que
parece mal son espectros que corporizan los verdaderos negadores de un
mundo que finalmente halló la felicidad.
En estos días el escritor español Ignacio Ramonet, un chavista acérrimo,
autor hace años de una destacable entrevista a Fidel Castro, le agregó
más luces de colores a esa galería de espejismos. Denunció en Madrid que
la devastadora crisis que sitia al gobierno de Nicolás Maduro en
Venezuela es la estrategia de un "un golpe de Estado en cámara lenta".
Y comparó la situación con la que se vivía en Chile antes del sangriento
derrocamiento de Salvador Allende a manos de los militares.
Es probable que Ramonet haya creído encontrar con esas declaraciones una
forma de promocionar su último libro, otra larga entrevista esta vez al
fallecido líder bolivariano Hugo Chávez. Pero lo notable es el
despliegue persistente de un mecanismo de fabulación que parece una
marca común de estos gobiernos de autodeclarada fe progresista. Es
incomparable la actual Venezuela con el Chile de 1973.
Puede argumentarse que los graves problemas de las capas medias chilenas
por las dificultades del presidente socialista para ordenar la economía,
fueron la excusa del golpe. Pero ese derrocamiento se produjo con
abierto apoyo de EEUU en plena Guerra Fría como parte de la estrategia
del imperio de control territorial que se multiplicaría luego con la
larga noche de las dictaduras en toda la región.
Una mejor comparación del presente venezolano con Chile sería con lo que
sucedió tras la caída de la tiranía pinochetista. Durante los gobiernos
de la Concertación, en el período del socialista Ricardo Lagos, se
produjo una baja de la pobreza y la indigencia aún mayor que la que
consiguió Chávez en sus 14 años en el poder y con menores recursos.
Es interesante observar esos dos mundos cuando, además, una elección
apunta a reponer en el poder de Chile de modo inminente a otra
socialista, Michelle Bachelet, quien se fue y vuelve con enorme apoyo
popular. Lagos no convirtió esa tarea esperable de domesticar la pobreza
en bandera de ninguna revolución.
Tampoco lo hizo Lula da Silva, cuando redujo la tasa de pobres y amplió
la clase media en Brasil. Esos gobiernos que se identificaban con el
mismo socialismo que se atribuyen exageradamente los bolivarianos de
distintas fronteras, lo que construyeron fueron alternativas económicas
eficientes, respetaron las instituciones y la legalidad y no se
perpetuaron en el poder.
Fue un escritor argentino quien aconsejó valorar en el análisis la
anchura de la estupidez humana. La conspiración como cortina para
encubrir errores propios entra dentro de esa recomendación. Acorralado
por su crisis, Maduro ha denunciado que en una cumbre secreta la Casa
Blanca ordenó un plan de "total colapso" de la economía venezolana. ¿Por
qué lo harían? La realidad se empeña en mostrar que el gobierno
bolivariano no necesitaría ayuda si aquel fuera efectivamente el objetivo.
Sorprende que no se quiera ver que las erráticas políticas de la
"revolución" venezolana dilapidaron la extraordinaria renta de uno de
los períodos más extensos de boom petrolero de la historia. Al cabo de
esos años desperdiciados, el país es rehén de un déficit fiscal de 10%
sobre el PBI y un costo de vida de 50% anual.
La infraestructura general está ruinosa con apagones, rutas en mal
estado y refinerías produciendo un millón menos de barriles de lo que
debería ser la cuota diaria. En el Banco Central las reservas líquidas,
el cash que respalda el comercio internacional, alcanzan para menos de
un mes de importaciones. Para mayor gravedad, Venezuela compra 96% de
todo lo que consume. La crisis es tal que hasta el solidario Brasil, o
los vecinos colombianos braman demandando por deudas que Maduro no puede
honrar.
Al mismo tiempo la ausencia de divisas explica tanto el
desabastecimiento y la inflación como la ineptitud reinante en la
gestión. Venezuela incorpora cada año US$ 90 mil millones por las ventas
de crudo, 94% de todos sus ingresos externos, uno de cuyos principales
clientes globales es EEUU.
Ese dinero, sorprendentemente, no es suficiente a raíz del descontrol de
los gastos y de los fondos. Sólo la mitad de los ingresos petroleros se
liquidan por el Banco Central. El resto va a Presidencia sin auditorías
sobre su manejo y destino. Esas cavernas podrían explicar el auge de un
mercado negro pujante y el fenómeno de una aristocracia chavista que no
se ofende con el mote de "boliburguesía".
El año pasado, Venezuela se las arregló para hacer aún más complicada su
situación económica. Importó productos por cerca de 70 mil millones de
dólares para achicar la inflación y pavimentar el camino a las
elecciones de octubre que Chávez, ya enfermo, ganó por diez puntos. Esas
compras se liquidaron con emisión y créditos que hoy están en la base
del bache fiscal, de la disparada de la inflación y de la brecha
océanica entre la paridad oficial del dólar de 6,3 bolívares y la
paralela camino ya a los 60 bolívares.
Estos abismos dividieron al gobierno de Maduro. Un ala quiere más de lo
mismo. Una de sus espadas es el titular de la petrolera estatal Rafael
Ramírez, hombre del mentor intelectual de Chávez, Jorge Giordani, quien
llegó a defender la escasez como una virtud revolucionaria.
Ramírez dio una idea del talante cegato de esa vereda al explicar que
las calamidades venezolanas se deben a "una feroz ofensiva de los medios
de comunicación". El otro sector, más realista y que encabeza el ahora
ministro de Finanzas Nelson Merentes, impulsa un desdoblamiento
cambiario para mejorar la balanza exterior, sincerar la economía y
frenar la sangría de divisas. Merentes pareció haber sido eclipsado hace
poco cuando le retiraron la vicepresidencia del área económica.
Pero Maduro, sorpresivamente, lo reivindicó. Tiene sentido. Cuba, el
mayor aliado de Caracas, hace rato que estacionó las teorías
conspirativas y aceita pausadamente sus propias cerraduras.
http://www.losandes.com.ar/notas/2013/11/2/venezuela-revolucion-bolivariana-hecha-jirones-747871.asp
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