Tuesday, October 9, 2012

La amarga victoria de Chávez

La amarga victoria de Chávez
Publicado el Lunes, 08 Octubre 2012 21:31
Por Carlos Cabrera Pérez

Hugo Chávez ha derrotado democráticamente a Henrique Capriles con una
ventaja de 10 puntos, pero sus seguidores no están contentos por tres
razones fundamentales: la incertidumbre con la salud de su líder, su
partido ha retrocedido en porcentaje de votos a la cifra de 1998, y la
economía venezolana ya no tiene margen para regalías como ciertos
despilfarros populistas que han contribuido a consolidar al chavismo.

La legítima victoria de Chávez consigue un respiro para el Partido
Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y sus aliados del eje bolivariano,
pero si la salud del presidente venezolano se quebrantara
definitivamente, Venezuela podría verse abocada a una nueva cita
electoral, según la legislación vigente. Esto no sería lo más grave; lo
realmente duro empezó este lunes 8 de octubre, pues las más sonadas
victorias -incluso las revoluciones- tienen el pequeño inconveniente de
que al día siguiente hay que comenzar a administrarlas.

Y el mandatario venezolano ya no cuenta con las ventajas de sus inicios.
Ha generado una nueva clase, la boliburguesía que ha amasado fortunas
inmensas en pocos años y cuyos integrantes no tienen el menor recato en
mostrarse como nuevos ricos, pese a que su país padece la mayor
inflación de América Latina, el 27.9 por ciento, y donde muchos de los
pobres que generó el bipartidismo saudí de Acción Democrática y COPEI
han votado a Capriles porque ya no se encandilan con el Comandante.

A la vuelta de la esquina

La salud de Chávez, que podría haberse quebrantado aún más con la
angustiosa campaña electoral que acaba de protagonizar, sería un desafio
aún mayor que el de Capriles y podría estar a la vuelta de la esquina,
pero pensemos en positivo y creamos la tesis oficial de que está
totalmente curado.

Entonces tendrá que gobernar un país que aún no ha conseguido derrotar a
la pobreza, que vive únicamente del petróleo desde poco después de 1927,
y al que la revolución chavista ha infligido graves daños en la
economía, la administración estatal y, lo más importante, en la
convivencia, con una polarización que ha lanzado al ruedo a su principal
adversario con un suelo de casi el 45 por ciento de los votos.

Carlos Larrazábal, presidente de CONINDUSTRIA, la cámara que agrupa al
80 por ciento del sector manufacturero que sobrevive, opina que la
expansión del sector público ha sido proporcional a la reducción del
sector privado. Casi la mitad de las empresas del país cerraron en la
última década: eran 11,000 en 1998 y ahora sobreviven 7,000. De ellas,
1,163 compañías han sido intervenidas por el Estado, expropiadas o
adquiridas bajo coacción, en el 90 por ciento de los casos sin
indemnización.

Ha caído la producción textil, la automotriz, la de alimentos, la de
calzados. "Esto se ha visto compensado con un incremento masivo de las
importaciones por parte del Estado, que compite de manera desleal con el
sector privado", dice el empresario.

Inseguridad jurídica y apagones

La inseguridad jurídica, la falta de divisas para adquirir materias
primas y los apagones, producto de la caída en un 40 por ciento de la
capacidad de generación eléctrica, son los principales problemas que
enfrentan los empresarios venezolanos a la hora de intentar hacer negocios.

Desde 2003, opera en Venezuela un férreo control de cambio que mantiene
ficticiamente anclado el precio del dólar a 4.3 bolívares fuertes, y que
solo admite que cada venezolano adquiera $400 dólares en efectivo y
gaste $2,500 dólares anuales en compras en el exterior a través de
tarjetas de crédito. El flujo de billetes verdes lo controla la Comisión
de Administración de Divisas (CADIVI), que autoriza previamente cuánto y
qué pueden importar las empresas venezolanas.

Solo los comerciantes más cercanos al poder tienen acceso al tipo de
cambio oficial; los demás deben acudir al mercado gris del dólar que
controla el Banco Central de Venezuela o al mercado negro directamente,
del que por ley está prohibido hablar en los medios venezolanos y donde
el tipo de cambio triplica la tasa oficial.

La situación es más grave aún que cuando Chávez llegó al poder y anunció
que acabaría con el "elefante blanco" de la administración pública, que
ha duplicado el número de funcionarios.

Un dato demoledor es que el 80 porciento de lo que se consume en
Venezuela es importado, desde los frijoles que vende el gobierno en
mercados populares hasta la gasolina, dato asombroso en uno de los
mayores productores de petróleo del mundo.

Catorce años después

Quizá por todo ello y por algunas cosas más, 14 años después, Chávez ha
conseguido casi el mismo porcentaje de votos que en 1998, que en una
lectura positiva podría considerarse apenas sufre desgaste, pero las
cabezas más lúcidas del chavismo tienen que estar a estas horas hablando
de techo electoral. El dato se obtiene con el 80.79 por ciento de
votación popular, uno de los mayores en la historia de Venezuela, donde
votar no es obligatorio.

Incluso cuando consiguiera gobernar el sexenio ganado democráticamente,
el chavismo es un modelo agotado por su propia capacidad de generar
conflictos y polarizar a la sociedad, por la destrucción de la economía
y porque técnicamente es complicado subir del 55 por ciento de los votos
en la política contemporánea, salvo raras excepciones.

En esa extraña amalgama ideológica que lo adorna, Chávez semeja un
cocinero ebrio que revuelve constantemente un gran caldero de mesianismo
con dosis de castrismo, maoísmo, mariateguismo, socialismo,
antiimperialismo y leninismo. La riqueza está concentrada en una pequeña
vanguardia iluminada que con la mano izquierda flagela a los ricos, y
con la derecha guarda los billetes en paraísos fiscales.

Capriles ha protagonizado la hombradía de convertirse en una referencia
del panorama político iberoamericano, pero tampoco lo tiene fácil para
conseguir mantener unido a toda esa variedad de fuerzas políticas que
convergieron en el Comando Venezuela con la única intención de derrotar
al chavismo. Ya Bettino Craxi avisó que el poder desgasta a quien no lo
tiene.

Retos de la oposición

Sería natural, aunque indeseable, que comiencen a surgir tensiones
dentro de la coalición, sobre todo por parte de los radicales de
izquierda y de derecha que presionarán para que el joven político
venezolano endurezca su discurso, en la creencia errónea de que esta vez
no han ganado porque le perdonaron la vida a Chávez.

Pero si Capriles hace oídos a estos reclamos, comenzará a cavar su
tumba, porque ahora cuenta con las ventaja de que puede predicar sin
tener que dar trigo. En la política real solo triunfan los que –una vez
acabada la contienda electoral- son capaces de construir consensos en
beneficio de todos, es decir, de quienes le votaron y de los que nunca
lo votarán.

Por tanto, lo coherente con el suelo electoral conseguido del 44.24 por
ciento -y lo más sensato para su estrategia política- es que Capriles
refuerce la línea de evitar conflictos innecesarios que ha mantenido
desde su elección como candidato único de la oposición venezolana, y que
ponga a Chávez ante el espejo de sus promesas incumplidas y por incumplir.

Y esta estrategia, que ha rendido muy buenos frutos, no está reñida con
desempeñar un papel de opositor exigente que ponga en aprietos al
oficialismo, pero evitando sobrepasar la delicada línea que convierte el
discurso en algarabía irrespetuosa; es decir, mientras Capriles sea más
Capriles y menos Chávez tendrá asegurado el éxito; si cede a posibles
presiones internas y arremete ciegamente comenzará a perder apoyos.

Una tendencia mundial, al margen de geografías, es que el voto
fidelizado ideológicamente tiende a estabilizarse a derecha e izquierda.
La mayoría de los votantes elige a favor de sus intereses, pues ya ha
aprendido que sus problemas no son ideológicos, sino que son
sencillamente problemas, y darán su confianza a los que mejor garantía
de resolverlos le ofrezcan.

No todo está perdido

Por mucho que les pese a algunos, Chávez es el pasado. Capriles puede
ser el futuro, pero dependerá de su capacidad para imponer la autoridad
que le confiere el apoyo de seis millones de venezolanos –aún a falta de
los datos definitivos- y sujetar a aquellos compañeros de viaje,
deseosos de convertirse en espejos del chavismo vociferante.

Por tanto, no todo está perdido para la democracia venezolana ni
muchísimo menos.

Ahora es normal que haya un corto período de euforia chavista y de
desaliento en el Comando Venezuela, pero no tardarán algunos ciudadanos
en llamar a "Aló, Presidente" para transmitir un breve recordatorio:
Comandante, yo le voté y sigo igual, ¡qué igual!, ahora estoy peor.

Mientras llegue esa llamada, quizás sería útil que algún venezolano
lúcido desentrañe en un ensayo cómo y por qué los caudillos mesiánicos
suelen dilapidar el amplio respaldo popular que cosechan en sus primeros
tiempos, convirtiendo parte de su natural suelo electoral en su
adversario. Así ha ocurrido este domingo en Venezuela, donde muchos
pobres han preferido a un "Majunche", representante del imperio yanqui y
de la oligarquía financiera, antes que al hijo pródigo de Simón Bolívar
y de los ¿Dioses de la Sabana?

Incluso, si el efecto Capriles se diluyera por la combinación de
problemas internos y porque el gobierno consiga mantener saciada a la
nueva y obscena oligarquía bolivariana es probable que un general acabe
derrotando a Chávez. No estoy abogando por un antidemocrático golpe de
Estado -inadmisible en cualquier circunstancia- sino que me refiero al
general deterioro que asola a Venezuela desde la llegada al poder de un
Teniente Coronel que quiso ser el Comandante.

http://cafefuerte.com/opinion/opinion/puntos-de-vista/2250-la-amarga-victoria-de-hugo-chavez

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