Venezuela: ¿el inicio del fin de la locura?
Maduro es un pésimo administrador y un mal presidente. Eso es lo primero
a enfatizar
Redacción CE, Madrid | 05/01/2016 9:55 am
Los diputados opositores venezolanos, elegidos el 6 de diciembre pasado,
escogieron el domingo al legislador del partido Acción Democrática (AD)
Henry Ramos Allup como presidente de la Asamblea Nacional. Con esta
decisión acertada, es posible que hoy martes comience el final de una
época perdida en Venezuela.
Difícil, pero aún con la esperanza, un nuevo país o una nueva república
puede iniciarse entonces. Eso si el presidente Nicolás Maduro no se
empeña —y tiene la capacidad para hacerlo— en hundirlo todo en la
violencia y el caos absoluto.
Vale la pena el optimismo —un momento al menos— y creer que aunque la
solución no es fácil tampoco es imposible. De lo que se trata es de
cambiar la demagogia política por la acción política. No es siquiera
cambiar de modelo, porque el chavismo realmente nunca llegó a establecer
un modelo, sino de intentar llevar la nación por el camino de la
cordura. Claro que ello es imposible de entrada, pero antes de que
exista la posibilidad de quitar del medio al "loco" hay que demostrar
que se puede conducir a Venezuela por un rumbo en que justicia social y
beneficios para los más desfavorecidos no pasa obligatoriamente por la
gritería y los extremos.
Si en rechazar los extremos está la solución, por supuesto que las
propuestas de la oposición venezolana no deben buscar una vuelta al
pasado sino mirar al futuro. Para ello tienen en su favor la nueva
situación que, poco a poco, se está creando en Latinoamérica, en que el
poder y la influencia que pudo acaparar el fallecido presidente Hugo
Chávez por la bonanza petrolera es cosa del pasado. Porque los precios
del crudo de la época de Chávez no vuelven, al menos de inmediato, no en
este año que comienza.
Maduro es un pésimo administrador y un mal presidente. Eso es lo primero
a enfatizar. Su impericia trasciende las categorizaciones políticas. No
es un problema de izquierda o derecha, de capitalismo o socialismo, no
es una lucha de clases: es simplemente que no sirve para gobernar. No es
siquiera un buen administrador de empresa. Su estrategia para aumentar
el precio del combustible no funciona porque es tonta. Es como si un
empleado se parara a exigir un aumento de sueldo, porque no le alcanza
el dinero para sus gastos. Si el sitio donde trabaja no obtiene las
ganancias suficientes, y él desempeña una mala razón, hay 50 razones
para decirle no, y otras tantas para botarlo.
Con Chávez existían las 50 razones para botarlo, pero las ganancias eran
extraordinarias. ¿Para qué perder el tiempo en ello, junto con la
sospecha de que el otro que vendría detrás lo haría peor? Ese no es el
caso con Maduro. Peor que él no hay otro.
Héroe nacional y latinoamericano, caudillo místico, mártir casi santo.
Todo ello trató de abarcar Hugo Chávez. Todo lo logró en cierto momento.
Todo lo dejó a medias. ¡Si Chávez viviera! Pues estaría igual de mal.
Chávez tituló pomposamente "socialismo del siglo XXI" a esa amalgama con
la cual intentó acuñar su sistema de gobierno e ideología. Ahora queda
claro que más correctamente sería llamarla "del siglo V o XV". Igual
apelación a la fe, o mejor al fanatismo, para justificar un mandato
terrenal mediante una invocación divina. Solo que había dinero de sobra
para repartir. El problema es que se repartió mal también.
Las enormes ganancias petroleras sirvieron durante 14 años de precios
altos para impulsar el gasto social y realmente se benefició a la
población que menos recursos. Pero eso fue una ínfima parte de lo
obtenido. El resto se malgastó en un afán de dominación continental, en
corrupción e ineficiencia. Venezuela es más dependiente que nunca del
petróleo y ni siquiera cuenta con una buena industria de extracción.
Ramos Allup no es un empresario millonario. No es un neoliberal. Es un
político y abogado socialdemócrata. Es un vicepresidente de la
Internacional Socialista. Así que lo que está a punto de llegar a la
Asamblea Nacional de Venezuela, si Maduro no lo impide, no es la
oligarquía ni la explotación capitalista despiadada. Es un hombre que
viene de la izquierda, solo que de la izquierda democrática. Un político
que rechazó públicamente el programa de ajustes económicos del
presidente Carlos Andrés Pérez, cuyas primeras consecuencias fueron la
ola de disturbios y saqueos conocida como el "Caracazo". Así que no
significa una vuelta a la Venezuela anterior a Chávez.
Claro que nada de eso impidió que Chávez siempre lo atacara verbalmente
y después Maduro repitiera lo mismo. Ramos Allup tiene dos
características que explican esos ataques: cuenta con la experiencia
necesaria para las labores legislativas —incluso de gobierno— y no es un
demagogo. Dos motivos para el ataque del chavismo, pero también dos
razones para la esperanza.
Source: Venezuela: ¿el inicio del fin de la locura? - Noticias -
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