Sunday, January 10, 2016

DANIEL FERNÁNDEZ: Mitos, el marxismo y sus derivados

DANIEL FERNÁNDEZ: Mitos, el marxismo y sus derivados

Imponer conceptos es fanatismo
La verdadera justicia social es que cada cual se desarrolle según su
mérito y capacidad
El marxismo aplasta el valor del individuo

La expresión "superchería marxista" que utilizó recientemente mi colega
Carlos Alberto Montaner en una de sus brillantes columnas me decidió a
escribir esta nota que llevaba hace tiempo en mente.

Es difícil resumir el marxismo y sus evoluciones, y advierto que mucho
se quedará en el tintero. Dividido en los llamados "materialismo
histórico" y "materialismo dialéctico", desde sus inicios esta doctrina
lleva las de perder, pues especula sobre cómo debe vivir el hombre sin
llegar nunca a definirlo. El marxismo carece de psicología, algo que
trataron de aportarle Sartre con su existencialismo y Marcuse, con la
incorporación de Freud y su psicoanálisis. También la teología de la
liberación trató de hacer una simbiosis ad absurdum con el catolicismo.

La soberbia de tratar de imponer a la humanidad los conceptos de un
individuo o de un grupo no es más que fanatismo. Lo vemos con las
religiones y con el marxismo que, apoyado en sus mitos "científicos",
funciona como una religión para manipular a las masas. Su utopía del
comunismo futuro sustituye la visión teleológica del "paraíso" de
distintas religiones. "Haz lo que yo digo y serás feliz… cuando te
mueras", dice el dios. "Haz lo que yo digo y serán felices tus
bisnietos, cuando triunfe el comunismo", dice el tirano marxista.

LA SOBERBIA DE TRATAR DE IMPONER A LA HUMANIDAD LOS CONCEPTOS DE UN
INDIVIDUO O DE UN GRUPO NO ES MÁS QUE FANATISMO. LO VEMOS CON LAS
RELIGIONES Y CON EL MARXISMO QUE, APOYADO EN SUS MITOS "CIENTÍFICOS",
FUNCIONA COMO UNA RELIGIÓN PARA MANIPULAR A LAS MASAS

Para el materialismo dialéctico no tengo ahora espacio (ni paciencia);
pero veamos los principales mitos del materialismo histórico: El
comunismo primitivo. Según Marx, al principio no había división del
trabajo, ni jefes y vivíamos en una especie de paraíso donde todos
compartíamos la yuca y nos amábamos los unos a los otros. Luego comenzó
la división del trabajo, y la superproducción que permitió el
surgimiento de "clases" y desde allí venimos batallando en esta
"desigualdad". Sin embargo, historia y antropología demuestran que al
igual que la mayoría de los animales, apenas los humanos se organizan,
hay quien manda y quien obedece, quien sirve para una cosa y quien sirve
para otra. Las tribus primitivas que aún subsisten, aunque tienen bienes
comunes (como en toda sociedad), existen con sus caciques, brujos,
artesanos y guerreros.

De este somero análisis se deslinda otro mito, tan absurdo que resulta
un misterio el comprobar cómo se ha mantenido durante tanto tiempo: la
igualdad. Basta mirar alrededor para darse cuenta de que la vida es un
vasto panorama de desigualdades, desde el mundo vegetal donde hay
árboles y "yerbitas", hasta el animal, donde una mariposa vive días y un
guacamayo, más de un siglo.

Entre los humanos tenemos fuertes y débiles, bellos y feos, trabajadores
y vagos, honestos y corruptos, ambiciosos y conformes, y por ahí se
puede seguir. Ya Aristófanes, en su Asamblea de las mujeres, se burlaba
de ese afán de "igualdad" que a la larga solo lleva al absurdo y la
destrucción, porque es algo irreal e inhumano. La verdadera justicia
social es permitir que cada quién se desarrolle según su mérito y
capacidad, no según planificaciones y "metas".

Y de ahí podemos analizar otro mito, las clases sociales y su "lucha".
Marx estudió la sociedad británica de su tiempo, donde era muy difícil
ascender en la escala social. La sociedad occidental actual (a la que él
llamaba "capitalismo") permite el desarrollo del individuo según su
capacidad, su esfuerzo, su ambición y hasta su suerte. También hay
ejemplos de encumbrados que terminan en la miseria. Es el individuo el
que sube o baja.

Al ver la historia como una "lucha de clases" el marxismo ignora y
aplasta el valor del individuo. La historia está llena de personajes
humildes que se encumbraron, desde Horemheb y Teodora de Bizancio,
pasando por Napoleón y Abraham Lincoln, hasta los miles de ejemplos en
las últimas décadas donde inmigrantes sin recursos acaban en el pináculo
de la gloria económica o cultural como un Rothschild, un Einstein o una
Celia Cruz.

Como se trata de un mito, los que siguen el marxismo suelen ser personas
que no cuestionan el dogma y llegan a ver como algo "justo" que los
"compañeros del Partido" se erijan como nueva aristocracia y vivan en
los palacios, mansiones o humildes casas que tomaron por las armas a sus
dueños. Al final, el pueblo está igual o peor, porque la nueva casta
gobernante determina que el resto de la población son súbditos sin voz
ni voto, y dada la centralización y control férreo de la economía, solo
es posible ascender socialmente a través de la devoción ciega o el
fingimiento, la adulación, la delación y otras miserias humanas.

A la larga, el "hombre nuevo" que preconizaban algunos marxistas de
tercera ola, no es más que un farsante y oportunista que no cree en
nada, ni siquiera en los ideales que quizá lo movieron al principio. Ese
"hombre nuevo" parte del mito dieciochesco del "buen salvaje". Los
pobres son buenos, los ricos son malos, algo de cuento de hada o telenovela.

El marxismo original, ya obsoleto gracias a la tecnología y a la
evolución de la sociedad occidental, ha sufrido varios avatares, como
los señalados de Sartre o Marcuse, y más recientemente los socialismos
de Chávez o Morales, que tomaron el poder por voto popular; sin embargo,
su ineficacia siempre sale a relucir, porque se apoya en mitos. El
hombre es libre por naturaleza, y tarde o temprano, su individualidad se
impone al dogma y las teorías. Por eso, aun cuando de buena fe se haya
creído en la "superchería marxista", los de arriba terminan, al igual
que reyes, creando sus monarquías, como en Cuba o Corea del Norte, y los
de abajo terminan como pícaros de siempre "resolviendo" el día a día y
fingiendo hasta que pueden encumbrarse o escapar o ambas cosas. La
historia está llena de ejemplos, Miami también.

Parece que los seres humanos no aprendemos la lección de las tiranías
marxistas, y muchos aún siguen pensando que sus líderes son buenos y que
los "ricos" son malos, por lo que hay que acabar con los ricos. De igual
manera que esos fanáticos que consideran que los que no adoran a su dios
merecen la decapitación o el fuego eterno del infierno. ¡Vaya mitos!

Crítico de arte y periodista cubano

daniel.dfernandez.fernandez@gmail.com

Source: DANIEL FERNÁNDEZ: Mitos, el marxismo y sus derivados | El Nuevo
Herald - http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article53923620.html

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