DANIEL FERNÁNDEZ: Mitos, el marxismo y sus derivados
Imponer conceptos es fanatismo
La verdadera justicia social es que cada cual se desarrolle según su 
mérito y capacidad
El marxismo aplasta el valor del individuo
La expresión "superchería marxista" que utilizó recientemente mi colega 
Carlos Alberto Montaner en una de sus brillantes columnas me decidió a 
escribir esta nota que llevaba hace tiempo en mente.
Es difícil resumir el marxismo y sus evoluciones, y advierto que mucho 
se quedará en el tintero. Dividido en los llamados "materialismo 
histórico" y "materialismo dialéctico", desde sus inicios esta doctrina 
lleva las de perder, pues especula sobre cómo debe vivir el hombre sin 
llegar nunca a definirlo. El marxismo carece de psicología, algo que 
trataron de aportarle Sartre con su existencialismo y Marcuse, con la 
incorporación de Freud y su psicoanálisis. También la teología de la 
liberación trató de hacer una simbiosis ad absurdum con el catolicismo.
La soberbia de tratar de imponer a la humanidad los conceptos de un 
individuo o de un grupo no es más que fanatismo. Lo vemos con las 
religiones y con el marxismo que, apoyado en sus mitos "científicos", 
funciona como una religión para manipular a las masas. Su utopía del 
comunismo futuro sustituye la visión teleológica del "paraíso" de 
distintas religiones. "Haz lo que yo digo y serás feliz… cuando te 
mueras", dice el dios. "Haz lo que yo digo y serán felices tus 
bisnietos, cuando triunfe el comunismo", dice el tirano marxista.
LA SOBERBIA DE TRATAR DE IMPONER A LA HUMANIDAD LOS CONCEPTOS DE UN 
INDIVIDUO O DE UN GRUPO NO ES MÁS QUE FANATISMO. LO VEMOS CON LAS 
RELIGIONES Y CON EL MARXISMO QUE, APOYADO EN SUS MITOS "CIENTÍFICOS", 
FUNCIONA COMO UNA RELIGIÓN PARA MANIPULAR A LAS MASAS
Para el materialismo dialéctico no tengo ahora espacio (ni paciencia); 
pero veamos los principales mitos del materialismo histórico: El 
comunismo primitivo. Según Marx, al principio no había división del 
trabajo, ni jefes y vivíamos en una especie de paraíso donde todos 
compartíamos la yuca y nos amábamos los unos a los otros. Luego comenzó 
la división del trabajo, y la superproducción que permitió el 
surgimiento de "clases" y desde allí venimos batallando en esta 
"desigualdad". Sin embargo, historia y antropología demuestran que al 
igual que la mayoría de los animales, apenas los humanos se organizan, 
hay quien manda y quien obedece, quien sirve para una cosa y quien sirve 
para otra. Las tribus primitivas que aún subsisten, aunque tienen bienes 
comunes (como en toda sociedad), existen con sus caciques, brujos, 
artesanos y guerreros.
De este somero análisis se deslinda otro mito, tan absurdo que resulta 
un misterio el comprobar cómo se ha mantenido durante tanto tiempo: la 
igualdad. Basta mirar alrededor para darse cuenta de que la vida es un 
vasto panorama de desigualdades, desde el mundo vegetal donde hay 
árboles y "yerbitas", hasta el animal, donde una mariposa vive días y un 
guacamayo, más de un siglo.
Entre los humanos tenemos fuertes y débiles, bellos y feos, trabajadores 
y vagos, honestos y corruptos, ambiciosos y conformes, y por ahí se 
puede seguir. Ya Aristófanes, en su Asamblea de las mujeres, se burlaba 
de ese afán de "igualdad" que a la larga solo lleva al absurdo y la 
destrucción, porque es algo irreal e inhumano. La verdadera justicia 
social es permitir que cada quién se desarrolle según su mérito y 
capacidad, no según planificaciones y "metas".
Y de ahí podemos analizar otro mito, las clases sociales y su "lucha". 
Marx estudió la sociedad británica de su tiempo, donde era muy difícil 
ascender en la escala social. La sociedad occidental actual (a la que él 
llamaba "capitalismo") permite el desarrollo del individuo según su 
capacidad, su esfuerzo, su ambición y hasta su suerte. También hay 
ejemplos de encumbrados que terminan en la miseria. Es el individuo el 
que sube o baja.
Al ver la historia como una "lucha de clases" el marxismo ignora y 
aplasta el valor del individuo. La historia está llena de personajes 
humildes que se encumbraron, desde Horemheb y Teodora de Bizancio, 
pasando por Napoleón y Abraham Lincoln, hasta los miles de ejemplos en 
las últimas décadas donde inmigrantes sin recursos acaban en el pináculo 
de la gloria económica o cultural como un Rothschild, un Einstein o una 
Celia Cruz.
Como se trata de un mito, los que siguen el marxismo suelen ser personas 
que no cuestionan el dogma y llegan a ver como algo "justo" que los 
"compañeros del Partido" se erijan como nueva aristocracia y vivan en 
los palacios, mansiones o humildes casas que tomaron por las armas a sus 
dueños. Al final, el pueblo está igual o peor, porque la nueva casta 
gobernante determina que el resto de la población son súbditos sin voz 
ni voto, y dada la centralización y control férreo de la economía, solo 
es posible ascender socialmente a través de la devoción ciega o el 
fingimiento, la adulación, la delación y otras miserias humanas.
A la larga, el "hombre nuevo" que preconizaban algunos marxistas de 
tercera ola, no es más que un farsante y oportunista que no cree en 
nada, ni siquiera en los ideales que quizá lo movieron al principio. Ese 
"hombre nuevo" parte del mito dieciochesco del "buen salvaje". Los 
pobres son buenos, los ricos son malos, algo de cuento de hada o telenovela.
El marxismo original, ya obsoleto gracias a la tecnología y a la 
evolución de la sociedad occidental, ha sufrido varios avatares, como 
los señalados de Sartre o Marcuse, y más recientemente los socialismos 
de Chávez o Morales, que tomaron el poder por voto popular; sin embargo, 
su ineficacia siempre sale a relucir, porque se apoya en mitos. El 
hombre es libre por naturaleza, y tarde o temprano, su individualidad se 
impone al dogma y las teorías. Por eso, aun cuando de buena fe se haya 
creído en la "superchería marxista", los de arriba terminan, al igual 
que reyes, creando sus monarquías, como en Cuba o Corea del Norte, y los 
de abajo terminan como pícaros de siempre "resolviendo" el día a día y 
fingiendo hasta que pueden encumbrarse o escapar o ambas cosas. La 
historia está llena de ejemplos, Miami también.
Parece que los seres humanos no aprendemos la lección de las tiranías 
marxistas, y muchos aún siguen pensando que sus líderes son buenos y que 
los "ricos" son malos, por lo que hay que acabar con los ricos. De igual 
manera que esos fanáticos que consideran que los que no adoran a su dios 
merecen la decapitación o el fuego eterno del infierno. ¡Vaya mitos!
Crítico de arte y periodista cubano
daniel.dfernandez.fernandez@gmail.com
Source: DANIEL FERNÁNDEZ: Mitos, el marxismo y sus derivados | El Nuevo 
Herald - http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article53923620.html
 
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