Friday, January 8, 2016

El legado de Chávez

El legado de Chávez
El retiro de la imagen del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez
trae de nuevo a la actualidad el debate sobre su legado
Alejandro Armengol, Miami | 08/01/2016 1:23 pm

El retiro de la imagen del fallecido presidente Hugo Chávez de la
Asamblea Nacional venezolana revive la pregunta sobre su legado. Porque
indiscutiblemente de eso se trata. Si Chávez fue una figura que logró
trascender su momento, marcar una pauta para el país o alterar
definitivamente el rumbo de la nación, su figura trasciende el momento
partidista. Si fue lo que podría considerarse un patriota, una categoría
más cercana al siglo XIX que al XXI, pero que aún reclama cierta
vigencia, sobre todo en Latinoamérica, hay razones para argumentar que
la medida fue apresurada —algo cercano al reclamo de un botín de guerra—
y que el tiempo se encargará de rectificar el error. Si Chávez, pese al
poco tiempo transcurrido desde su desaparición física, dejó una huella
tan honda en el país que merece la pervivencia, entonces el acto fue
apresurado.
Por lo demás, el asunto trasciende el motivo —o la excusa— de
diferenciar entre el poder legislativo y el ejecutivo. Mientras esta
premisa es completamente válida si se estuviera hablando de un retrato
del actual gobernante venezolano, Nicolás Maduro, lo que en última
instancia se cuestiona con la salida de la imagen de Chávez es su
carácter fundacional. De ahí que el desplazamiento adquiere un valor
simbólico más similar al derribo de estatuas, en determinado momento de
la historia de Francia, la desaparecida Unión Soviética o Cuba, que al
simple cambio de fotografía de mandatarios que ocurre habitualmente en
las dependencias gubernamentales de muchos países. Queda por lo tanto
abierta de nuevo la pregunta sobre el legado de Chávez
Héroe nacional y latinoamericano, caudillo místico, mártir casi santo.
Todo ello trató de abarcar Chávez. Todo lo logró en cierto momento. Todo
lo dejó a medias. ¿Cuál de sus facetas prevalecerá cuando pase el
tiempo? ¿Esa enorme popularidad en el momento de su muerte persistirá a
lo largo de los años? ¿Esas imágenes de los miles de venezolanos que
acompañaron a su ataúd, en un recorrido de más de cinco kilómetros
tienen hoy día mayor valor que un valor instantáneo? Su popularidad de
entonces puede ser un dato importante, sin que por ello garantice un
legado. Así que al final la pregunta debe ser una sola: ¿fue Chávez algo
más que una idea, un proyecto, para juzgarlo generosamente, o
simplemente un mal pasajero? En cualquiera de los dos casos, la
respuesta puede depender de factores diversos, incluso personales, pero
en ambos siempre hubo una impronta personal, más que una huella definitiva.
Hacer coincidir al mártir y al héroe se convirtió en un empeño del
poschavismo desde la muerte de Chávez. Por una sencilla razón. Porque a
partir de ese momento se hizo más claro lo que ha culminado en nuestros
días con la estrepitosa caída del precio del crudo, que siempre los
objetivos del caudillo se cumplieron a medias, que el militar ganó
elecciones pero no logró transformar al país y que el ideal bolivariano
que impulsó se extingue a diario en Latinoamérica y Venezuela.
Ahora se puede afirmar que la enfermedad se convirtió no en el obstáculo
que impidió a Chávez lograr sus objetivos, sino en el instrumento para
su definición mejor: de guerrero a mártir será entonces una figura más
cercana a Eva Perón que al admirado Simón Bolívar, aunque referente
obligado para los pobres, objeto de culto, veneración y recuerdo.
¡Si Chávez viviera! El clamor ha vuelto a escuchar ahora entre sus
partidarios, solo que convertido en ese algo de que están hechos los
sueños, para los pobres que siguen existiendo, pero de poca sustancia
para la historia y la policía.
Ello en buena medida debido a que siempre a su plan y a su actuación le
faltaron consistencia y profundidad. Fue más espectáculo que acción.
Si algún legado dejó Chávez a sus seguidores fue la práctica de una
idolatría que no llega a mucho y es incapaz de acciones decisivas. La
impunidad del retiro de su imagen de la Asamblea Nacional es una muestra
de ello.
Chávez, que siempre se creyó el continuador de Simón Bolívar y el
heredero de Fidel Castro ¾hasta en enfermarse¾, terminó siendo la
versión masculina de Evita. Mucha fanfarria y poca esencia. Migajas a
los pobres y delirios de grandeza. Un carisma que obedeció a
circunstancias políticas e históricas, y gestos altisonantes.
Al igual que con Evita, un cáncer se interpuso en una carrera política
marcada por baños de multitudes.
Representó la versión actualizada del caudillo. Fue el mandamás, alguien
que recibía los reclamos, las súplicas, las peticiones simples y
absurdas; una persona caprichosa y volátil, despiadada e injusta: un ser
humano que actuaba con la omnipotencia de un dios, que aunque no deja
tras sí centenares de cadáveres ni miles de torturados, tampoco nunca se
detuvo a la hora de ser dictatorial, e incluso amenazar de muerte a un
periodista extranjero cuando le resultaba incómodo, para citar solo un
ejemplo. Aspiraba a convertirse en mito, a continuar cercano y presente
en Latinoamérica con un mandato hasta 2030, año en el que se cumplen 200
años de la muerte de Simón Bolívar. Terminó falleciendo el mismo día que
lo hizo Josef Stalin, 60 años antes.
Si, como nos advirtió Isaiah Berlin, la revolución rusa apartó
violentamente a la sociedad occidental de lo que, hasta entonces,
parecía a casi todos los observadores un camino bastante ordenado, y le
impuso un movimiento irregular, seguido de un impresionante desplome,
los populismos latinoamericanos no han servido más que para dilatar o
impedir el avance económico y social. Al amparo de la imperfección y el
fracaso neoliberal en la región, ha prosperado una práctica que se
limita a medidas que prometen distribuir hoy el pan, para terminar
mañana aumentando la miseria e impidiendo la puesta en marcha de un plan
efectivo de reformas.
Chávez resultó nefasto no sólo para Venezuela, sino también para Cuba, y
su intromisión y petrodólares sirvieron para retrasar cualquier intento
de "reformas".
No fue poco el dinero que el fallecido mandatario venezolano destinó a
Latinoamérica, para así lograr aumentar su influencia en la región, en
la época de bonanza de los precios, en vez de dedicar buena de esta
riqueza al mejoramiento de dicha industria y el avance económico del
país. Se calcula que desde que llegó al poder en 1999 al 2011, destinó
entre $18.000 millones y $25.000 millones a proyectos internacionales,
en los cuales siempre se mezclaron los intereses económicos con
objetivos políticos. La grandeza y el afán de dominio político unidos a
la cursilería: desde pagar la deuda de Argentina y Ecuador al Fondo
Monetario Internacional hasta financiar un popular festival de zamba en
Brasil. Incluso en Estados Unidos, subsidió un plan para brindar
combustible para la calefacción a los residentes pobres de Filadelfia. A
veces la intromisión en los asuntos de otras naciones fue grosera, como
en Perú, donde amenazó con la ruptura de relaciones si volvía a salir
electo Alan García.
En casos como el del Perú, esa intromisión resultó contraproducente,
para decir lo menos.
Una encuesta realizada por aquel entonces por la firma Apollo, según The
Economist, encontró que solo el 17 % de los peruanos tenían una opinión
favorable de Chávez, el 75 % rechazaba los comentarios hechos por éste
durante la contienda electoral y el 61 % objetaba que llamara "traidor"
a Toledo por firmar un acuerdo de libre comercio con EEUU. Perú la
tercera nación en tamaño de Latinoamérica, tiene una población de 27
millones, de la cual el 80 por ciento es india o mestiza y el nivel de
pobreza es del 52 %. Los índices demográficos demostraban a las clara
que el rechazo comprendía a la mayoría de los pobres, a los cuales el
mandatario venezolano decía defender.
Más allá de sacar provecho a los elevados precios del petróleo, Caracas
siempre careció de un proyecto económico viable para la región. Chávez
siempre fue una fuerza circunstancial que frenaba el desarrollo
económico y político y dividía a las naciones. Mientras Chávez
continuaba vendiendo su petróleo en el mercado norteamericano, acusaba
de traidores a los gobiernos que buscaban comerciar precisamente con su
principal fuente de divisas. La bonanza petrolera en Venezuela hizo que
aumentaran las exportaciones de bienes de consumo Made in USA o
procedentes de alguna de la filiales que tienen regadas por el mundo las
grandes firmas norteamericanas, para enriquecimiento de comerciantes
nacionales y extranjeros. El "socialismo del siglo XXI" se proclamaba a
gritos en las manifestaciones chavistas, mientras de Miami salen cada
vez más aviones cargados de mercancía hacia Caracas.
Todo esa farsa de algarabía antiimperialista y ausencia de desarrollo
económico, que permitiera un mejoramiento de la población más allá de
una limitada distribución de riquezas y un mejoramiento de los servicios
entre los sectores más desfavorecidos de la población —que no hay que
dejar de reconocer como uno de los pocos logros del chavismo— comenzó a
derrumbarse desde los inicios, cuando aún el petróleo estaba por las
nubes, debido a la corrupción, el latrocinio y la inexperiencia. Se
agudizó con el paso de los años y la enfermedad de Chávez y al llegar
Nicolás Maduro al poder adquirió la naturaleza de desastre nacional. La
caída del precio del petróleo solo ha evidenciado lo absurdo de un
modelo, económico, social y político insostenible.
Chávez entonces solo merece un destino inevitable; quedar como un
momento nefasto en Venezuela. Su imagen convertida, más que en recuerdo
idolatrado y añoranza, en una necesaria advertencia para el futuro del país.

Source: El legado de Chávez - Artículos - Internacional - Cuba Encuentro
-
http://www.cubaencuentro.com/internacional/articulos/el-legado-de-chavez-324537

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