Maduro: tema del déspota y el payaso
Al parecer, el presidente venezolano solo acierta cuando se equivoca
Alejandro Armengol, Miami | 30/03/2015 11:01 am
Ser culto puede que no sea imprescindible para gobernar bien, aunque
ayuda, pero ejercer la ignorancia con total impunidad acompaña a los
regímenes autoritarios. En el caso de Nicolás Maduro, la falta de
conocimientos adorna con tanta frecuencia sus apariciones públicas que
produce sentimientos encontrados: como si la acción política necesitara
al mismo tiempo al déspota y al payaso.
En un video reciente, Maduro se empeña en decirle al presidente
estadounidense Barack Obama que "Venezuela no es una amenaza para
Estados Unidos". Sin embargo, tiene dificultades al pronunciar las
palabras del cartel que sostiene —Venezuela is not a threat, we are
hope— y no logra salir de una especie de trit, tret, jop, joop. Cuando
le va peor es al intentar decir Obama, repeal the executive order. Da la
impresión de estar ante una obra de teatro, donde el bufón sustituye al rey.
Llega un momento en que el espectáculo del mandatario venezolano
balbuceando se torna patético. Hasta es posible que —como en el circo—
tras la risa se comience a sentir lástima del payaso. Es entonces que
Maduro agrega:
"Y digamos en español, claro e ininteligible para el mundo".
El heredero de Chávez equivoca la palabra, no obstante dice la verdad.
Lo que expresa no puede ser entendido, carece de sentido.
Inteligible es algo que se oye claro y distintamente. Ininteligible es
lo contrario. El desconocimiento del significado de la palabra lo salva
de la redundancia: del analfabetismo como el camino más breve para
evitar errores gramaticales.
Así que Maduro solo acierta cuando se equivoca.
Lo grave es que al gobernante venezolano no se le puede oír en serio, si
bien tampoco hay que tomarlo a broma. Cualquier referencia a su torpeza
clásica no debe terminar en la burla fácil. En su lugar obliga al
análisis frente a un desastre mayor: el problema que enfrenta un país al
tener al mando alguien de pobre razonamiento, cultura nula y restringida
capacidad de expresión, así como lo peligroso de las circunstancias que
han permitido que este individuo acapare el poder.
No es que Maduro destaque por su impericia verbal, lo cual de por sí es
negativo, sino que es un inepto. Lo malo no se limita a que no sabe
gobernar, sino que no deja gobernar a otros que sí saben. Más allá de la
falta de saber, lo que importa es el engaño, el mentir no simplemente
por ignorancia sino por aferrarse al poder.
Ahora Maduro pretende hablar de paz, pese a que él siempre ha escogido
la bravata como el camino más rápido y sencillo para afianzar su poder
político. No solo es una vía con un resultado incierto sino que resulta
pésima en la actual situación venezolana. Nada de eso parece importarle.
Ante la incapacidad para conducir a la nación de una forma
independiente, no le queda más remedio que copiar a sus dos únicos
modelos: Hugo Chávez y Fidel Castro, aunque carece de esa capacidad
innata que estos tuvieron siempre: el difícil equilibro entre asumir una
actitud bélica en muchas ocasiones y en otras poner en práctica —no
siempre de forma pública— un conveniente retroceso en sus posiciones más
agresivas.
Esa falta de sagacidad —para Maduro todo es público, cuando grita y
cuando calla— constituye una fuente de inseguridad constante para
Venezuela, pero ese hecho a él no lo detiene: lo que quiere es que lo
reconozcan como miembro de esa élite donde el mando se asume como una
aventura y no como un deber administrativo. No es gobernar desde la
doctrina sino algo más burdo: adoptar indistintamente la pose del
buscapleitos y el conciliador.
Esa táctica de imponerse por medio del caos, entreteniendo al país con
una avalancha de discursos, y apariciones en los medios cada vez más
controlados o asfixiados por el gobierno, busca otorgarle permanencia a
través del bochinche.
Sin embargo, la realidad se impone. Lo que está golpeando a Venezuela es
la inflación, la recesión y el desabastecimiento de productos básicos, y
de ello no es culpable Estados Unidos.
Pese a ello Maduro cree haber encontrado la fórmula perfecta para
intentar desviar la atención de estos problemas. En eso, como en otras
cosas, no hace más que imitar a Castro.
En un proceso que tiene como única razón de existencia el perpetuar en
el poder a un reducido grupo, el mecanismo de represión invade todas las
esferas de la forma más descarnada.
Además del rol primordial, encaminada a detener la actividad opositora,
la represión cumple también la acción y el efecto de postergar el
análisis de los graves problemas económicos que afectan a Venezuela.
Hasta ahora Maduro había sustentado en parte su presencia a través de
una farsa cotidiana, donde declaraciones sobre supuestos atentados,
conspiraciones e intentos de golpes de Estado se repetían a diario.
Ahora parece dispuesto a que, cada vez más, el represor se imponga.
Aunque a veces resurge el payaso, para por un momento sustituir al verdugo.
Source: Maduro: tema del déspota y el payaso - Artículos - Internacional
- Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/internacional/articulos/maduro-tema-del-despota-y-el-payaso-322377
No comments:
Post a Comment