Sanciones y daños colaterales
Rafael Rojas
Las medidas que tomó el gobierno de Barack Obama contra siete
funcionarios venezolanos y, sobre todo, la declaración de Venezuela como
"amenaza inusual y extraordinaria" para la seguridad nacional de Estados
Unidos, han provocado efectos contraproducentes para la democracia en
ese país suramericano y para las relaciones entre Washington y América
Latina.
A unas semanas de la Cumbre de las Américas en Panamá, el buen ambiente
propiciado por el anuncio del restablecimiento de relaciones con Cuba,
en diciembre del año pasado, ha sido desplazado por la vieja estridencia
nacionalista.
Los primeros damnificados han sido los opositores venezolanos, que han
perdido parte de la visibilidad que ganaron en el último año. Hasta la
aplicación de las sanciones, la opinión pública venezolana e
internacional estaba centrada en el injusto encarcelamiento de Leopoldo
López, el arresto del alcalde Antonio Ledezma, la represión de
manifestantes y la mala gestión económica de Nicolás Maduro. Luego de
las medidas de Obama, la oposición ha rebajado necesariamente su perfil,
consciente de que un apoyo a Washington le restaría popularidad dentro y
fuera de Venezuela.
Antes de las sanciones, el gobierno de Nicolás Maduro se veía enfrascado
en constantes denuncias de un golpe de Estado, sin poder presentar
pruebas convincentes del mismo . Tras el anuncio de Obama, Caracas se
siente justificada para entronizar un estado de excepción permanente,
que pone en peligro el propio gobierno representativo venezolano, las
próximas elecciones y el papel de la oposición en la contienda. La
normalidad diplomática es el peor escenario para regímenes que dependen
de la limitación de libertades públicas, por supuestas amenazas a la
soberanía nacional.
En América Latina, las sanciones han producido una reactivación de los
discursos y estrategias más intransigentes. Unasur, que había intentado
inicialmente facilitar el diálogo entre el gobierno y la oposición y
entre Estados Unidos y Venezuela, ha terminado por plegarse sin fisuras
a Maduro. Los problemas internos de gobiernos con políticas
interamericanas, como el brasileño, el chileno, el peruano o el
colombiano, pesan en ese abandono de la neutralidad por parte de Unasur,
pero más pesa, aún, la alianza entre regímenes reacios a cualquier
escrutinio internacional en materia de derechos humanos.
El bloque bolivariano, que ha perdido resonancia en los últimos años,
busca reanimarse con la ola de reacciones contra las medidas de
Washington. El papel de Raúl Castro en esa reanimación es fundamental,
al punto de que el conflicto entre Estados Unidos y Venezuela le sirve a
La Habana para cubrir el flanco del inmovilismo fidelista y bolivariano
que, sin ser predominante en la isla, se resiste con fuerza a la
normalización diplomática. Es pronto para descartar el restablecimiento
de relaciones entre Estados Unidos y Cuba como un daño colateral de las
sanciones contra Venezuela, pero es evidente que la línea dura de La
Habana y Caracas apuesta por el fracaso de las negociaciones.
rafael.rojas@razon.com.mx
Source: Sanciones y daños colaterales :: Rafael Rojas :: La Razón :: 21
de marzo de 2015 -
http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=253106
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